Revista Expatriados

Budismo y nacionalismo en Sri Lanka (3)

Por Tiburciosamsa

La primera agresión fue la de los portugueses, que llegaron por primera vez a Sri Lanka a comienzos del siglo XVI. A partir de mediados de siglo a los portugueses no les bastó con tener enclaves en las costas y comerciar con la isla. Quisieron adueñársela, aprovechando su división política. Durante unos años el reino de Kotte, en el suroeste de la isla, estuvo completamente sometido a los portugueses. Los portugueses se habían comprometido a proteger el linaje del rey de Kotte, Bhuvanekabahu, un gobernante bastante débil e incompetente. Muy oportunamente Bhuvanekabahu murió (o más bien “le murieron”) y subió al trono su nieto Dharmapala, que era todavía un niño. En 1557 los portugueses convirtieron a Dharmapala al catolicismo como primer paso la conversión de la isla. El tiro les salió por la culata. La apostasía de Dharmapala le privó de legitimidad a los ojos de sus súbditos y dio argumentos al rey rival de Sitavaka para atacar Kotte y apoderarse de la mayor parte de su territorio.

Por cierto que los tamiles del reino de Jaffna en el norte de la isla, también fueron objeto de las amabilidades de los portugueses. Para la década de los 40 del siglo XVI, el catolicismo estaba haciendo avances en la región. El rey de Jaffna recurrió a esa herramienta a la que solían recurrir los reyes asiáticos cuando los misioneros cristianos tenían demasiado éxito: la decapitación de los conversos, de los misioneros y de cualquiera un poco sospechoso que pasara por ahí. Los portugueses se mosquearon como era de esperar y mandaron varias expediciones que acabaron conquistando el reino. Cuento este episodio para que se vea que cingaleses y tamiles tienen mucho en común y que podrían encontrar una narración que satisficiera a ambos y subrayase lo que les aproxima. En estas agresiones portuguesas, uno de los episodios más dolorosos para los cingaleses fue la destrucción de la reliquia del diente de Buda. En 1560, los portugueses se adueñaron del diente de Buda, que era uno de los emblemas de la realeza más apreciados y se lo llevaron a Goa. Allí a instancias de los jesuitas, en una ceremonia pública el Virrey se la entregó al Arzobispo de Goa, que la metió en un mortero, la hizo añicos, quemó los restos y arrojó las cenizas al mar. Muy prodigiosa tenía que ser la reliquia para que los portugueses se tomasen tantas molestias. Los srilankeses cuentan que, habiéndose enterado con antelación de los propósitos de los portugueses, habían reemplazado la verdadera reliquia por una copia, que fue la destruida en Goa. Mi opinión es que la reliquia verdadera fue destruida en Goa. Por cierto que no deja de ser curioso el afán destructor de reliquias de una gente que, por su parte, veneraba el cuerpo incorrupto de San Francisco Javier.A mediados del siglo XVII los holandeses reemplazaron a los portugueses en la mayor parte de Sri Lanka. Mientras que en Indonesia los holandeses sólo se habían preocupado por putear y explotar al personal, en Sri Lanka les vinieron pruritos evangelizadores, así que a putear y explotar le añadieron otra actividad: convertir.A diferencia de lo que ocurriera en Indonesia, la Compañía de las Indias Orientales dio rienda suelta a los misioneros protestantes para que hicieran proselitismo en la isla, aunque no cedieron a su principal demanda: que hicieran como los portugueses y demolieran los templos budistas e hinduístas. Los holandeses, más sutiles que los portugueses, recurrieron a las escuelas como la principal herramienta para adoctrinar a los niños desde el comienzo. Otra medida sutil fue vedar el ascenso en la administración colonial a quienes no se hubieran convertido. Los holandeses tuvieron cierto éxito con los cingaleses de clase baja de las zonas rurales y con los tamiles. A la postre crearon una sociedad de dos velocidades: una sociedad cristiana de los que detentaban el poder y otra budista que subsistía como podía. Cuando los holandeses abandonaron Sri Lanka en 1796 y quedó claro que no regresarían, bastantes de esos conversos regresaron a su religión de origen. Los británicos se apoderaron de Sri Lanka en 1815 y replicaron las estrategias de los holandeses (explotación económica de la isla en función de los intereses de la potencia colonial, creación de una sociedad a dos velocidades, menosprecio de las tradiciones culturales y religiosas de la isla, evangelización vía, sobre todo, de la enseñanza), pero con más consistencia y medios. O sea, que tocaron mucho más las pelotas, con el agravante de que los británicos a diferencia de portugueses y holandeses sí que llegaron a controlar la totalidad de la isla.Cuando los británicos se hicieron con Sri Lanka, la Compañía de las Indias Orientales británica aún controlaba la India y se oponia a la acción de los misioneros. Así pues, todos los buenistas que tenían ganas de salvar almas en el Océano Índico acabaron recalando en Sri Lanka, donde la Corona británica no les ponía cortapisas, a pesar de que había firmado un tratado con el Reino de Kandy en virtud del cual se comprometían a proteger el budismo.

La London Missionary Society se instalo allí en 1804, aunque más tarde abandonó la isla, apenas le dejaron operar en la India. Los baptistas llegaron en 1812, los metodistas en 1814, los congregacionalistas norteamericanos en 1816, la Church Missionary Society en 1818. Los congregacionalistas norteamericanos abrieron en 1823 la primera escuela que seguía los métodos occidentales e inauguraron la manera predilecta para la evangelización de la isla: la vía educativa. Para 1840 la Administración colonial terminó de desentenderse de lo que había prometido al Reino de Kandy y empezó a coadyuvar activamente los esfuerzos misioneros, al tiempo que adoptaba medidas que tendrían serias consecuencias de cara al futuro: la importación de mano de obra tamil del sur de la India y la promoción de miembros de la minoría tamil, más abierta a la educación occidental y a convertirse al cristianismo, en la administración colonial. Y todo esto acompañado del abierto menosprecio, tanto por parte de las autoridades como de los misioneros, a las tradiciones budistas del país.

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