Revista En Femenino

Bullying: no naturalicemos lo inaceptable

Por Mamikanguro @MamiKanguro

El acoso escolar (también conocido como hostigamiento escolar, matonaje escolar o, incluso, por su término inglés bullying) es cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre escolares de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado. Estadísticamente, el tipo de violencia dominante es el emocional y se da mayoritariamente en el aula y patio de los centros escolares. Los protagonistas de los casos de acoso escolar suelen ser niños y niñas en proceso de entrada en la adolescencia (12-13 años), siendo ligeramente mayor el porcentaje de niñas en el perfil de víctimas


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Hace menos de una semana salió publicado en los medios locales cómo un niño de 9 años que era acosado en la escuela, murió luego de que su agresor lo empujara y el niño cayera sobre una maqueta y se incrustara un lápiz en la cabeza. ¡Terrible!

En los comentarios de la nota pude ver que nadie se hacía cargo: algunos culpaban a los padres del agresor, otros al agredido, otros al colegio, pero todos pretendían hacerse los inocentes en este tema.

Padres y educadores debemos asumir el compromiso. No queda otra. No debemos naturalizar el bullying. El bullying es inaceptable.

Todos debemos asumir nuestra parte y nuestra responsabilidad: en EEUU ya está tan asumido el bullying que en las películas, en las series, en los dibujitos animados, lo muestran como parte de la socialización, como algo por lo cual deben pasar los que no son bonitos ni líderes si o si. Y todos sabemos que esto no es asi.

Cómo detectar el Bullying

Existe un código de silencio que rodea al hostigamiento. Y esa regla no escrita es la que, muchas veces, impide que los adultos se den cuenta de que un niño está siendo acosado. En esos términos, la autora elabora una lista de señales que esconden o pueden revelar una situación de bullying.

En el caso de las víctimas, es decidor que no quieran ir al colegio; que comiencen a tener mal rendimiento; que lleguen a menudo con ropa o libros rotos; que dejen de comer o se vuelvan obsesivos por la limpieza (son reacciones a que los molesten con “gordo” o “sucio”). También hay reacciones físicas como, por ejemplo, padecer dolores de estómago o de cabeza por el estrés que les produce la situación.

En el aspecto sicológico, se pueden volver más retraídos o empezar a tartamudear. Y en el caso de los niños más chicos, que comiencen a orinarse en la cama o a quedarse dormidos llorando es un síntoma sospechoso. Si además de todo lo anterior, el niño se niega a decir lo que está pasando y expone motivos inverosímiles para explicar cualquiera de los puntos anteriores, el hostigamiento es una causa probable.

Asumir estrategias antiacoso

  • Nada es definitivo. La intimidación en los colegios, advierte la autora, nunca se eliminará del todo y en la búsqueda de los métodos para evitar el hostigamiento hacia un niño, no hay una fórmula única. Sí, el libro da cuenta de algunos lineamientos para neutralizar los ataques. Los consejos y ejemplos son para ayudar a la víctima a enfrentar al agresor de una manera no agresiva y para que los padres se conviertan en colaboradores activos en contra del bullying.
  • Proyectar seguridad. Resulta clave que el niño agredido no actúe ni se sienta como víctima. Y para ejemplificarlo, el libro cuenta cómo unos padres le pidieron a su hijo que caminara como si tuviera miedo, con la cabeza agachada y los hombros encorvados. Entonces le preguntaron cómo se sentía mientras caminaba. “Asustado”, respondió él. Después le dijeron que caminara con la cabeza en alto, con pasos largos y mirando al frente. Cuando le preguntaron cómo se sentía dijo “fuerte”.
  • Ensayar el “no”. El manejo emocional es importante. Así lo comprobó una niña que practicó diciendo “no” frente al espejo durante un mes y su madre hizo que una amiga la acompañara al colegio. Cuando la hostigadora se acercó, la niña la miró a los ojos y le dijo “déjame en paz”, con voz fuerte y firme, y se alejó. La molestadora empezó a seguirla y la niña y la amiga le gritaron “aléjate de nosotras”. La agresora se fue.
  • El humor también es una medida útil, porque es más difícil acosar a un niño que se niega a tomar en serio las intimidaciones. Una estrategia concreta es responder a las provocaciones diciendo lo mismo una y otra vez como respuesta a cada provocación. El método se llama “disco rayado” y consiste, por ejemplo, en decir “gracias” a cada una de las agresiones. Es una respuesta tonta que después de un rato aburre al molestador.
  • Advertencia directa.
  • Apoyo grupal. Otra mujer abordó el problema de la intimidación en forma más masiva. Organizó un grupo de padres que trabajan con el problema generalizado de las intimidaciones. Parte de su estrategia consistió en decirles a los niños que estaba bien que contaran cuando los estuvieran hostigando, que eso no era ser soplón.

Para atacar el problema del bullying, una madre fue más directa. Partió al colegio, buscó a las que estaban atemorizando a su hija y les dijo: “No me importa que no les guste mi hija; están en su derecho. Pero ¡ay de ustedes si me entero de que se han acercado a ella, ¿queda claro?” Después de ese día, la mujer se mantuvo en las cercanías del colegio por una semana… las niñas buscaron una nueva víctima.

Neutralizar al agresor

Aislarlo. El acosador tiene poder porque los que están a su alrededor no hacen nada o alientan la conducta intimidatoria porque genera emoción. Así, si profesores y padres logran aislar al agresor de su círculo, éste puede cambiar su conducta. El libro cita el caso de una mamá que rompió el ciclo de agresión invitando a dos de los amigos del “matón” y a sus familias a un asado. Con eso eliminó el deseo del grupo de acosar a su hijo.

Otro tipo de éxito. Incentivar que el agresor se sienta reconocido por otras cosas. La idea es darle una actividad como música, arte o deporte: “En ese proceso puede obtener suficiente aprobación para dejar de agredir a los demás”. Fue el caso de un profesor que le enseñó a un niño a trabajar la madera y comenzó a hacer cajas preciosas, las mismas que el profesor se aseguró de que fueran exhibidas y admiradas en forma ostensible.

¿Devolver el golpe?

Una estrategia frecuente -y controversial- es que muchos padres alientan a sus hijos a aprender a defenderse o, incluso, los conminan a ser violentos para detener al agresor. La autora reconoce que esta estrategia puede ser efectiva, sin embargo, advierte que es peligrosa para el niño afectado. “Aunque puede funcionar, pone a la víctima, quien a menudo es más pequeña y débil, en una situación imposible”, asegura. De hecho, agrega, los acosadores suelen escoger víctimas débiles.


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