Revista Comunicación

Bye, Alishia

Publicado el 23 mayo 2016 por Lya
Con bastante retraso, ahí van mis opiniones sobre el final de esa grandísima serie llamada The Good Wife, que nos ha dejado huérfanos, al menos hasta que comience su 'desgajo', la historia que protagonizarán Christine Baranski (VIVA) y Cush Jumbo (con ese nombre sólo se puede MOLAR). Bueno, al lío:
1- A mí Alishia nunca me había caído tan mal hasta este episodio final. Vale que siempre fue un personaje lleno de contradicciones e hipocresía pero, al menos yo, empatizaba de alguna forma con sus dudas, temores y cobardías. Pero en ese ultimo capítulo la hubiera matado con mis manos. Menos mal que llegó Diane para arreglarlo todo y ser la voz, y la torta, de una audiencia global. Olé. 
2- El final, como toda la serie, fue valiente. Valiente porque no protegió ni justificó a su protagonista sino que la desnudó y la dejó a merced de sus defectos. Que son los defectos de toda una sociedad, la americana, que no sé qué se toman, pero son capaces de lo mejor y también de lo peor. Y si no, esperad a que llegue noviembre. Verás tú qué fiesta vamos a tener.
3- Bendita aparición -nunca mejor dicho- de Will. Porque qué queréis, a mí el maromo que le buscaron a Alishia para que, de una vez por todas, se le revolucionara la hormona y dijera hasta aquí no me terminó nunca de gustar, más bien lo contrario. Yo es que fui siempre de Will y, POR SUPUESTO, de Finn Polmar, que ha sido lo más cruel que han hecho en esta serie, con permiso, claro está, de #lodeWILL. Es decir, nos lo presentan, lo pasean, le hacen mirar así como mira Matthew Goode, y, oh, ah, que es que me voy, que me reclama Lady Mary. Hombre, por favor, váyase usted a pastar. Y por usted quiero decir los guionistas, tú no, Matthew de mi alma. 
4- Voy a echar mucho de menos a Eli Gold. Y a todos los secundarios, pero especialmente a Eli. Un buen tipo, con el punto justo de maquiavelismo y ternura. Grandísimo personaje y más grande aún el actor, Alan Cumming. 
5- Voy a echar de menos también los decorados, el apartamento de Alicia y los trajes, sobre todo. Esos armarios Florrick-Lockhart... 
6- Y voy a echar de menos los guiones, los casos, ver la serie como quien lee una noticia en un periódico: para enterarse de qué va la última movida mundial. Porque, además de todo lo anterior, de ser divertida, tierna, desesperante a ratos, salir gente guapa, ropa de morirse, además de todo eso, ha sido una serie interesante, instructiva y muy, muy actual. El combo perfecto, oiga. 
7- Y sin Kalinda, porque, ¿a quién le importaba Kalinda desde aquella historia rara con su marido? A nadie. Bueno, a Cary, pero no me lo mencionéis porque me enfado. Mala pécora. 
En fin. Despido así a una serie que me ha acompañado mucho tiempo, desde que me enchufé sus cuatro primeras temporadas en pocas semanas como forma de estudio de uno de mis múltiples y diversos exámenes de inglés. Una serie de aroma clásico pero moderna, que ha retratado la cobardía de modo valiente y que ha dicho muchas verdades sin decirlas, con inteligencia y gracia. ¿La serie perfecta? En muchos momentos, sí. Con su final y el de Nashville se acaba una época de mi vida seriéfila. Ante mí se extiende el vacío, la nada, y la certeza de que pocas historias vendrán que, al menos, igualen los buenos ratos que me/nos ha dado la buena esposa de un político americano y sus circunstancias. 
Bye, Alishia
Bye, Alishia

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