Cuando llegamos los comensales, las hogueras ya estaban humeantes,
y el olor de los calçots inundaba el aire.
Las mesas largas estaban preparas con todo lo necesario para disfrutar
de la jornada.
La convocatoria fue para el sábado 1º de Abril, que fue uno de esos días primaverales que a menudo nos regala Madrid, en que a pleno sol se puede estar ardiendo en manga corta pero que más vale tener una rebequita a mano por si una nube lo oculta. Los jardines exteriores del MOMO fueron el escenario ideal para esta tradicional celebración gastronómica. El éxito de asistencia de 2016 ha aconsejado este año organizar una celebración gemela al día siguiente, el domingo 2 de Abril, especialmente dirigida a los amigos del MOMO. La inscripción anticipada, imprescindible para garantizar que el número de asistentes se mantenga dentro de los márgenes que permiten asegurar el éxito total de la convocatoria, dejaba escoger entre el Menú para Adulto y el Menú para Niños de hasta 14 años. El Menú para Adulto (27€ por persona) era el clásico, incluyendo 20 calçots asados, un segundo plato de butifarra, judías blancas y patata asada, y postre a base de torrijas. El Menú Infantil (8€ por niño) permitía elegir entre pasta con salchichas o hamburguesa con patatas. Uno de los atractivos del MOMO es que ofrece una ludoteca con monitores, que mantiene entretenidos (y vigilados) a los niños mientras los mayores disfrutan con la celebración gastronómica. La cita era para la una y media de la tarde, aunque la ludoteca ya estaba en servicio desde el mediodía, para facilitar la vida a todo el mundo. En la mesa de recepción cada comensal recibió un boleto que incluía todo lo necesario para disfrutar de la jornada: tickets para recoger, en modo autoservicio, la ración de calçots, la butifarra con guarnición y el postre (acompañado de una copa de cava), así como un número único para el sorteo que se celebró al final. Varias mesas largas estaban ya preparadas, incluyendo pan, boles con salsa romesco para los calçots (original de Molí de Pomerí), porrón para el vino y vasos. Durante toda la comida, en la barra hubo servicio permanente de bebidas (cerveza, vino, agua), incluido en el precio, y también facilidades para la reposición, si fuera necesaria, del pan y/o la salsa romesco. Para completar el entorno mediterráneo y tarraconense de la celebración, el vino servido fue el tinto Capvespre (D.O. Catalunya) de los Cellers Domenys. Con la butifarra se sirvieron también pequeños boles con salsa allioli, elaborada con aceite de oliva virgen Els Vergerars (D.O. Siurana) de la Cooperativa Agrícola de Salomó (Tarragona). Llegué al MOMO en torno a la una y cuarto de la tarde y, tras recoger el correspondiente boleto, pude ver el espectáculo que ofrecían las diversas hogueras con parrillas llenas de calçots, cuyo aroma inundaba el ambiente. En los siguientes minutos fueron llegando amigos, conocidos y asistentes en general.
Los baberos gigantes son un atrezzo imprescindible de
cualquier calçotada.
Las tejas con los calçots envueltos en papel de periódico, a punto para
su consumo.
Llegó el momento de recoger la estrella del día: la teja con una veintena de calçots asados, envueltos en papel de periódico. Y, por supuesto, junto a los calçots cada comensal disfrutó del tradicional babero gigante. Comer calçots es una actividad con alto riesgo de dejar la ropa del comensal manchada sin remisión, tanto por el carboncillo de brasa del exterior de los calçots como por el clásico efecto hisopo del calçot impregnado de salsa romesco. Por eso los baberos forman parte del utillaje imprescindible para cualquier calçotada que se precie. Aquí cada cual desplegó sus mejores habilidades y técnicas para pelar y comer los calçots, rivalizando en enfatizar los modos más canónicos y ortodoxos para esa labor. Algunos se atrevieron a beber el vino del porrón en alto, mientras otros preferimos la relativa seguridad del escanciado en vaso. Personalmente, consigo beber sin mucho problema directamente del porrón en alto, pero casi nunca consigo que el corte sea lo suficientemente enérgico como para evitar que las últimas gotas, o el último chorrito, acabe manchando mi pechera. Merece aquí un aplauso el personal del MOMO, que estuvo todo el tiempo servicial y atento, y consiguió que en ningún momento se formaran colas para recoger los calçots o el resto de platos. Junto con la torrija (de la que algunos repitieron) se sirvió una copa de cava Les Tres Naus, de Cellers Domenys. Este cava se elabora íntegramente en la llamada Catedral del Vino, una joya modernista erigida en 1918 por César Martinell, en la localidad de Rocafort de Queralt, en la comarca de la Conca de Barberà, provincia de Tarragona. Tras los postres, Isidre y la organización buscaron una mano inocente para el sorteo habitual. Como todos los años, la estrella del sorteo fueron unas cuantas botellas de 75cl de aceite virgen extra Els Vergerars (D.O. Siurana) de la Cooperativa Agrícola de Salomó.
La mesa de premios, para el sorteo final.
Quien quiso pudo comprar calçots o aceite, para recrear la
celebración en casa.
Manos inocentes, para el sorteo de premios.
Vicente Fernández Fernández glosó el papel del alcalaíno
Manuel Azaña en el Estatut de Catalunya de 1932.
María Jesús Vázquez Madruga glosó la figura de la conocida como
La Doctora de Alcalá.