Revista Cultura y Ocio

Cantando bajo la lluvia

Publicado el 22 octubre 2014 por Isabelval @cabezadeisa

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por Javier Guillén.

En la película Lulu on the Bridge de Paul Auster el personaje de Harvey Keitel, un saxofonista de jazz desencantado de todo es secuestrado en determinado momento sin saber por qué. Una vez lo han encerrado empiezan a interrogarlo, a preguntarle cosas que no vienen a cuento, y una de ellas es “¿Qué le gusta a usted, qué intereses tiene en la vida?”. Responde: “Ninguno”. “Algo le gustará”, le vuelven a decir. “Bueno, tocar el saxofón”. Responden: “¿Nada más?”. “No”, replica, “bueno, sólo una cosa, Cantando bajo la lluvia”. “¿Cantando bajo la lluvia?”. “Sí, a todo el mundo le gusta. ¿Acaso a usted no?”. “Por supuesto que sí, ¿cómo no me va a gustar?”.

Efectivamente, a todo el mundo le gusta Cantando bajo la lluvia. Pero, ¿por qué?

Empecemos por el argumento. Una estrella del cine mudo ve amenazada su carrera porque la moda del sonoro está creando furor. La cosa se pone fea cuando todos se dan cuenta de que su compañera de reparto habitual, la otra estrella del estudio, tiene una voz ridícula. Cierto día conoce a una actriz de teatro que trabaja donde puede y tras una serie de encuentros y desencuentros se enamoran y urden la idea de poner su voz a su compañera en un musical que salvará a la productora para la que trabajan. Tras otra serie de tejemanejes y malentendidos el público descubre la verdad y al final triunfa el buen hacer, la sensatez y el amor de esta nueva pareja.

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Creo que Cantando bajo la lluvia es un musical de musicales y ejemplifica mejor que nada el hecho de que el cine tenga un componente de espectáculo por el simple hecho de ser una especie de invención que proviene de la exposición de imágenes de una manera mecánica.

En la trama se explica muy bien por qué el sonoro arrancó con el género musical: ya que el cine suena que lo haga en todo su esplendor, ¿para qué poner a gente hablando sin más pudiendo aprovecharse del montaje que, si quiere, se pone al servicio de unos números musicales más elaborados que los de un teatro? Eso es, en parte, lo que hace que el cine sea cine (sólo desde un punto de vista, hay muchos más perfectamente válidos) pero es algo que otros, como el genio Charles Chaplin, ya habían ensayado tanto en sus películas mudas como en las sonoras, y pienso en El gran dictador  y su escena de la barbería con la música de Brahms que, en principio, no viene a cuento pero que tampoco rompe el ritmo de la acción, es una pantomima añadida entre las otras partes dialogadas.

Entonces, ¿por qué gusta tanto Cantando bajo la lluvia, en definitiva? Paul Auster, en parte, nos da la respuesta. Si un hombre no le encuentra sentido a nada respecto a lo que le gusta y a una película que lo hace sentir vivo será porque en este caso el cine y la música se confabulan para encontrar ese sentido, esto es, una manera, la mejor quizá, de pasar el rato y, sobre todo, de convencer al público para que se dé cuenta de que ese espectáculo (entendido en todas sus acepciones, pero sobre todo en la de “cosa que se ofrece a la vista o a la contemplación intelectual y es capaz de atraer la atención y mover el ánimo infundiéndole deleite, asombro, dolor u otros afectos más o menos vivos o nobles” como describe el diccionario de la RAE en su tercera acepción) es vida.

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Cantando bajo la lluvia dice que el cine musical es una especie de medicina para el alma, un fingimiento que se convierte en realidad en el interior del espectador, una especie de analgésico, de antiansiolítico muy útil en tiempos de crisis, y de hecho es el protagonista real (el cine musical en sí, aclaro) de la película, es lo que provoca que la trama avance, se desarrolle y concluya felizmente, es la única manera de entender la vida y el remedio a todos los problemas (en sentido literal, me ciño al argumento: el musical salva la carrera de Don Lockwood, lanza la de Kathy Selden, reflota la productora y sube el ánimo de todos excepto de aquella actriz castigada por no haber sabido adaptarse a estos nuevos tiempos).

¿Habrá sido obra del destino que se haya filmado una de las razones por las que la gente existe? Exagero e ironizo pero lo cierto es que así es la verdad, yo de momento no he conocido a nadie que haya visto esta película y no le haya gustado, y la verdad es que si lo encuentro dejaré de creer en unas cuantas cosas más.

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