Revista Opinión

Canto de cisne del turnismo

Publicado el 15 diciembre 2015 por Vigilis @vigilis
No se vende la piel del oso antes de cazarlo, pero inevitablemente y digan lo que digan las urnas en unos días, el mundo político español ha cambiado. Y en esto, nuevamente, el caso español no es distinto al de sus países homólogos. El gran problema político que viven los mejores países del mundo (exclusivo club del que forma parte España) es el gran problema que han vivido las sociedades políticas desde que algún sumerio las inventó haya por el año en que Jordi Hurtado hizo la primera comunión.

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El PP.

Las formas políticas del poder están más vinculadas a las costumbres generacionales de lo que nos pensamos. Hay factores que nunca se tienen en cuenta en el debate político pero que sin embargo indican por dónde van a ir los tiros. Los grupos en el poder cortan lazos con la gente que gobiernan, desconectan, se perpetúan y al final entre gobernados y gobernantes aparece una brecha que solo sorprende a los gobernantes.

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La Soe.

Esta zanja generacional que separa distintas esferas de experiencias vitales explica no sólo algunos cambios políticos a lo largo de la historia, sino hasta cosas tan prosaicas como las rachas de los equipos deportivos o los éxitos musicales. Sospecho que la mayor disonancia se produjo en la Crisis del Bronce, un hecho histórico al que si yo fuera un país de la UE le prestaría atención. Ok, no me desvío del tema.
Cara a cara
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Aunque las encuestas llevan meses dando a cuatro partidos más o menos un empate, alguien tuvo la feliz idea de organizar un "cara a cara" entre los dos tipos más famosos de los dos partidos que hace cuatro años obtuvieron más representación en Cortes. Por la misma razón podían haber organizado un "cara a cara" entre los dos candidatos de las elecciones de 1996. Es un misterio para mí lo de organizar debates entre partidos que hicieron no sé qué hace cuatro años. Como si en estos cuatro años no hubiera cambiado nada. Me parece una actitud propia de aquellos que creen que cuatro años es poco tiempo. Y esto me lleva a hablar de la sensación del paso del tiempo.
¿Os acordáis de cuando teníais diez años? Para un niño de diez años, uno de nueve es muy pequeño y uno de diez es muy mayor. La diferencia percibida por la criatura es de un 10% de todo el tiempo que ha estado en el planeta Tierra. Sin embargo, para un señor de 100 años, a uno de 99 o de 101 lo considera de su edad (la diferencia percibida es de un 1% de su tiempo vital).
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Esto lo podemos trasladar a los partidos turnistas. La desconexión apacible que sufre todo el que está en el poder es consecuencia de la confusion entre los conceptos "estar en el poder" y "ser el poder". Esto provoca aversión al cambio pues la sensación del paso del tiempo es diferente si uno es archiduque de una diputación provincial o antipapa de un cabildo insular. Por esto el turnismo organiza un debate —"como siempre se ha hecho"— y se sienta en el campo a ver crecer la hierba mientras los turcos escalan las otrora formidables murallas de Bizancio.
Crisis de la Segunda Restauración
Es muy tentador trazar paralelismos con otras épocas de cambio de la historia de España. El primero que se nos puede ocurrir, por una sencilla coincidencia de epígrafes, es el de la Primera Restauración. Se suele decir que la crisis de la Primera Restauración tiene que ver con los problemas que ésta no resuelve. Algunos resolvió, ojo, como el golpismo, que fue el principal problema político de antes de 1876, pero otros como el problema social, el de Marruecos o el de los nacionalismos acabaron por agotar a aquel sistema político.
La crisis de la Segunda Restauración —y sé que es arriesgado historiar el presente— tiene que ver con una crisis que desborda nuestras fronteras. Otros países europeos están sufriendo grandes cambios en sus sistemas políticos. Véanse los casos de Italia, Francia, Reino Unido o Grecia. Hay una serie de factores que explican en parte estos grandes cambios que, como se producen ahora mismo, no somos capaces de identificar.
Podemos hablar del invierno demográfico: como si de un mecanismo de seguridad termodinámico se tratara, nuestro éxito en alargar y mejorar la vida de la gente envejece nuestras sociedades. El cambio demográfico ya es irrefrenable a estas alturas de la partida y en todo caso sólo se puede aliviar con un influjo de sangre nueva. Esto nos lleva al segundo factor de cambio.
La prosperidad del mundo. Pese a la propaganda de los fraticelli el mundo está viendo desaparecer la miseria de forma acelerada. Esto hace que cada vez más personas estén en disposición de buscar mejores expectativas de vida fuera de su casa. Si nuestras sociedades están envejecidas y esta gente es joven, parece que los intereses de los dos coinciden. Pues va a ser que no. A nosotros no nos gustan sus costumbres aberrantes y a ellos no les gusta la condición de ciudadanos gamma. De momento lo negativo para ambas partes pesa más que lo positivo. El sentimiento tribal de todos contribuye a ello, claro. Mencionar a las tribus me lleva al siguiente factor.
El fin de las fronteras tradicionales. La interconexión de información y la interdependencia de capitales hace que el mundo sea cada vez un lugar más pacífico —"el comercio trae la paz" que diría aquel—. Sin embargo, la erosión de las fronteras causa un considerable trastorno para aquellos países cuyas sociedades y sistemas políticos son el resultado de décadas de prestar atención a esas fronteras. Pensad en Europa occidental: un conjunto de países cuyos sistemas políticos y económicos se basan en el llamado Estado del Bienestar para cuya existencia es imprescindible que haya fronteras. Hoy queremos en Europa Estado del Bienestar y globalización económica y, lo siento, las dos cosas no pueden ser. Este es el gran elefante en la sala que explica la crisis que atravesamos con el resto de Europa.

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Sistema político de Europa occidental, dramatización.

En resumen, hemos percibido el paso del tiempo de forma distinta a la del resto del mundo. Y esto curiosamente es algo que además sólo nos pasa a nosotros: los países árabes desconocen el estado-nación, los países hispanoamericanos tienen todo a su favor para la integración continental, en África no hay países y Asia es un juego de esferas de co-prosperidad postcoloniales. Lo trágico de nuestra situación es que ante este nuevo mundo no tenemos nada en lo que basarnos. Como mucho la Crisis del Bronce, pero os recuerdo que aquel colapso sumió en la oscuridad al Mediterráneo oriental unos cuantos siglos. Eso sí, después aparecieron los conceptos de imperio y de religión organizada, básicos para las tardes de lluvia.

Vuelvo con el debate
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Volviendo al debate entre los turnistas, quede aquí constancia de que ninguno de estos temas fue tocado por los participantes. Ahí dos señores se dedicaron a competir por quién cobraba menos —como si fuera algo bueno que nuestros representantes cobren menos que un directivo medio de una gran empresa—, por quién tenía más casos de corrupción —recordad que hay tramas en las que están metidos los dos turnistas: Enredadera, Pokemon, Campeón...— y por quién prometía gastar más dinero que no es suyo.
En fin, un debate de tarados que están en órbita. Con su pan se lo coman. Siento no poder analizar nada de lo que dijeron, pero es que no hay nada que analizar. Como mucho tiene cierto interés que inmediatamente después los amigos de la prensa dijeran quién ha ganado, como si un debate sin argumentos se pudiera ganar. Y esto tiene interés porque nos llevaría a una reflexión más amplia sobre el papel que los medios han desempeñado para defender al sistema turnista. Lo digo y lo vuelvo a repetir: el periódico sólo sirve para envolver el pescado.
La defensa del turnismo:

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