Revista Opinión

Cantos de sirena de Bankia

Publicado el 08 junio 2012 por Carmentxu

Debes, pongamos por ejemplo, algo más de 200.000 euros, el 90% de unos 225.000 euros, a una entidad bancaria en la picota con un futuro, por llamarlo de alguna manera, más que incierto; a una manzana podrida a la que hay que mantener en cuarentena alejada del resto ante el riesgo de contagio. Es sólo una pesadilla de las navidades futuras. Y, sin embargo,…

Cantos de sirena de Bankia
Y, sin embargo, ayer, al salir del metro apresurada, subiendo las escaleras mecánicas a pie para arañar unos segundos, un chico joven, sin excesivo entusiasmo pero con la suficiente decisión como para no dejar escapar ni un solo viandante, me tendió la mano. La tomé, pensando que todavía no estaba todo perdido, que se acercaba el fin de semana y que este abordaje podría ser un buen augurio. Unos segundos después, ya esquivando a otros que siempre van en dirección contraria a la mía, vi entre mis manos el mensaje secreto que me había tendido el jovencito. Al ejercicio de subir escaleras, añadí el de subir las dos cejas (elevar una se me hace imposible). El mensaje en cuestión era un díptico donde una imagen por ordenador mostraba un conjunto residencial de ensueño junto a un puerto deportivo de relativa reciente creación, lo suficientemente cerca de Barcelona como para disfrutar de las ventajas que ofrece una gran ciudad, pero pagando menos impuestos. ‘Banc amic. Bankia”, (banco amigo. Bankia). Tu última oportunidad de ser vecino de una sirena’, rezaba el slogan.

Cantos de sirena de Bankia
Y, sin embargo, todo me resultó muy hortera. La sola idea de pedir a Bankia un préstamo del 90% del precio del piso, “cantidades avaladas por Bankia” y seguro de paro gratis, me llena de desazón. Y eso que en mi fuero interno podría pensar que si este banco se va al garete, también se iría mi nueva deuda. Con todo lo que vamos a dar a Bankia, son ellos los que están ya en deuda. Pero no: suenan cantos de sirena que aturden los sentidos del capitán ahora del mismo modo que aturdieron a quienes fueron colocados en su consejo, que perdieron el norte mientras atisbaban espejismos de riqueza. En el periplo, el sentido de la honradez se usó como lastre que se echa al mar. Ahora, sólo quedan las personas para seguir echando lastre y salvar los trastos.


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