Revista Cultura y Ocio

Caos – @CosasDeGabri

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Escribir es mi caos preferido, sobre todo cuando lo hago sin tener una idea preconcebida de lo que escribiré. Como hago ahora, en este momento creativo en el que lo único que tengo claro es que redactar para crear es absorbente, imprevisible y apasionante.

Va a nacer sin vida Carlos a los cincuenta y dos años de edad, con sus canas grises escondidas bajo un gorro de lana, su barba pelirroja recubierta de hielo, sus ojos inmóviles y el frío del invierno hecho muerte en su corazón. Nacer del caos como el personaje muerto de un cuento, qué paradoja más cruel y romántica. En los oídos sin vida de Carlos, si te acercas, aún puede escucharse, como si fuera una caracola vacía, el rumor del mar golpeando el muelle, el crujido de la madera en su sien, el forcejeo previo al golpe, el sonido de las gaviotas al amanecer, el inconfundible ruido metálico de los containers siendo transportados y el sonido de la máquina de escribir al pulsar estas teclas: ahora lento, ahora muy rápido, hasta que suena el timbre que avisa del final de línea, se acciona la palanca de la izquierda, rueda el rodillo de izquierda a derecha y firmo la sentencia de muerte de Carlos, con su gorro de lana manchado de sangre proveniente de la sien herida por un madero que ahora flota en el agua de mar, golpeando en el hormigón del dique como si fuera aquella misma sien culpable de ningún delito.

–No hubo motivo para el homicidio, la muerte pasaba por aquí –dijo enigmáticamente el inspector observando la escena del crimen.

El cuerpo del fornido pelirrojo estaba en una postura imposible sobre cajas de madera. Los pies hacia arriba, el torso girado, el brazo derecho sobre una caja, el izquierdo retorcido en el suelo y la cara mirando la espalda con ojos vidriosos. El rigor del invierno había cristalizado en la barba, evidenciando que llevaba varias horas muerto.

–Tiene la cabeza del revés, el golpe en la sien sólo le dejó inconsciente. Estaba encima de una caja de madera en el momento en que recibió el golpe en la cabeza, fíjate en la rozadura, fue de abajo arriba. ¡Que saquen ese madero del agua, posiblemente sea el arma del crimen!. Se rompió el cuello al caer al suelo, contra la pared, por eso tiene la cabeza del revés. ¡Que pregunten en aquel bar si alguien le conocía!.

Le gustaba analizar en voz alta la situación, describir la posible causa del crimen y dar órdenes a sus subordinados. A todos, excepto al inspector recién llegado de la ciudad la noche anterior para ayudarles a investigar los últimos crímenes, el que miraba el cadáver de cerca, agachado, negando con la cabeza.

–Se equivoca, capitán, la muerte pasaba por aquí –repitió el inspector.
–¿Qué demonios quiere decir con eso?
–Si sus hombres no hubieran pisoteado, borrado y confundido todas las huellas, ahora estaríamos descubriendo un segundo par de huellas junto a nuestro marinero pelirrojo. El asesino le encontró inconsciente en el suelo y no pudo evitar romperle el cuello girándole la cabeza, como hace siempre. Lo encontró por casualidad, lo cual puede ser un indicio de que está relacionado de alguna forma con el puerto. El cuerpo inconsciente era una provocación, encuentra placer matando a personas dormidas. Por eso narcotiza a sus víctimas, es benevolente, no soporta el sufrimiento. Para romper un cuello hay que ser hábil, pero también fuerte. El marinero pelirrojo fue un regalo imprevisto. Nuestro hombre jamás se habría atrevido a acercarse a alguien tan fornido y alto. Por eso siempre elije mujeres y niños. Esta muerte le ha hecho sentir poderoso y repetirá el patrón de víctima, se lo aseguro.

El capitán le observaba, perplejo. Se le había enfriado el café que tenía en el vaso de plástico que sujetaba con la mano izquierda. La pistola la tenía en el mismo lado. Era zurdo, como el asesino.

A lo lejos suena la sirena de un buque de pasajeros a punto de partir y las teclas de mi máquina de escribir, que deja una sombra de duda sobre el viejo policía, aprovechándose del maravilloso caos de escribir de madrugada un relato surrealista, imperfecto y sin final.

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