Revista Tendencias

Capítulo 15: Bali, buscando lo desconocido entre lo masificado

Publicado el 21 septiembre 2016 por Packandclick

¿Recuerdas cuando, hace un par de semanas, te hablé de Phuket (Tailandia)? Te dije que Patong Beach, el lugar en que nos alojamos, era una especie de Salou... Un destino masificado, con turistas de todos los rincones del mundo.

Bali es algo parecido a Patong Beach, pero elevado al cubo... y el 60% de los turistas proviene de Australia.

No me quedé con buena sensación de Patong Beach y temía que Bali fuera una segunda parte.

Y empezó con ese sabor agridulce que te deja algo que podría ser realmente bueno, pero que no va bien encauzado.

Ésa fue mi introducción a Bali.

Turistas, turistas y más turistas por doquier. Qué agobio, de verdad. Sobre todo porque venía de Yogyakarta, enamorada de Indonesia y de sus gentes...

Hice lo que todos los turistas hacen cuando visitan Bali... Fui a los campos de arroz de Tegalalang, visité el bosque de monos en Ubud, fui a ver el volcán de Kintamani, vi el atardecer desde Tanah Lot, pasé un día en su safari... Ya lo tenía todo marcado.

Y así me iba a ir de Bali, con esa sensación rara de haber perdido el tiempo en un destino, cuando podría haber ido a explorar otras islas menos concurridas.

Me encontraba en el lobby del hotel, en mi último día, sin saber muy bien qué hacer porque mi avión hacia Sydney no salía hasta las 22:35 horas, y no sabía si ir a la playa, que aún no había pisado hasta la fecha o pasear por las concurridas y turísticas calles de Bali.

Me encontré con el barman del rooftop bar que tiene el hotel donde me alojaba.

Cada noche, subía al bar a tomar algo y siempre charlaba con Firman, que así se llama el barman, largo y tendido.

Hablaba inglés fluidamente debido a que había vivido en Tennessee durante dos años.

Firman era de risa fácil. Creo que por eso me gustaba hablar con él. Me sentía como la mejor cómica del mundo, porque era soltar una frase y él que no paraba con las carcajadas.

Me había despedido la noche anterior de él y sus compañeros. Me preguntó qué planes tenía para mi último día y le dije que no estaba muy segura... Me preguntó si había visitado el templo que sale en el billete de 50,000 rupias, y le dije que no, que estaba muy lejos y que no me atrevía a ir en moto yo sola. Y así quedó la cosa.

Me hizo ilusión encontrármelo en el área de recepción.

Era su día libre y estuvimos charlando un rato, riéndonos una vez más.

Me preguntó si ya había decidido qué hacer con mi día y le dije que aún no.

A los 15 minutos estaba poniéndome un casco, subiéndome a su moto y recorriendo una Bali que no conocía y no está disponible a los turistas. Es la Bali de los locales, la que quería tanto conocer yo.

Hizo una parada obligatoria y me llevó al templo que sale en el billete de las 50,000 rupias. El templo, tiene un nombre, pero insisto en lo del billete porque se fue hasta la caja a coger un billete y enseñármelo. Me hizo tanta gracia.

Aquí está el dichoso templo, que se llama Ulun Danu Beratan:

¿Es bonito, verdad?

Y a partir de ahí, todo lo que vieron mis ojos fue completamente desconocido.

Firman siguió ascendiendo el monte, hasta que dejamos los campos de arroz atrás porque estábamos a tal elevación que las condiciones no era favorables para plantar arroz.

Seguimos en ascensión y la temperatura, por el contrario, seguía descendiendo. Un poquito más cada vez.

Hacía frío. ¡Hacía frío en Bali! Quién me lo iba a decir.

Y de repente llegamos a la cima de un monte volcánico con unas vistas preciosas. No había turistas. Sólo una pareja francesa y una familia indonesia. Y nosotros dos.

Había un restaurante local, que ofrecía platos a precios irrisorios con vistas únicas a los lagos que teníamos frente a nosotros.

Firman: ¿Tienes hambre?

Yo: Un poco, pero también frío. ¿Por qué no comemos aquí y pedimos un chocolate caliente después?

Y eso hicimos. Disfrutamos de las vistas, del chocolate caliente... y de nuestra compañía.

De ahí Firman volvió a coger su moto y me llevó por distintos parajes de la isla, hasta que me dolía tanto el trasero (no estoy acostumbrada a andar en moto) que le tuve que pedir que parase un rato y descansáramos.

Y nos paramos frente a un templo, ya sabes que Bali tiene más de mil... Así que no es fácil dar con uno.

Se estaba celebrando una ceremonia especial y las mujeres iban vestidas con preciosos trajes típicos, mientras sostenían, en sus cabezas, un recipiente lleno de frutas frescas. Eran las ofrendas para sus dioses y en Bali, una de las diosas más venerada de Durga.

Acribillé al pobre Firman con preguntas sobre el Hinduismo y él sólo me daba respuestas genéricas. Síes y Noes. Pensé que representaba a la minoría islámica del país, ya que en una conversación anterior me dijo que no era de Bali sino de la isla de Sumatra.

Yo: Lo siento, Firman. Creía que eras hindú. Si quieres te pregunto sobre mezquitas.

Con cara de asombro... Y, luego, por supuesto y como era de esperar llegaron las habituales carcajadas.

Firman: ¿Yo? ¡Soy Cristiano, Mai!

Yo: Ya, el único en Bali, ¿no?

Y ahí la carcajada subió de tono. No paraba de reír y creo que llegué a sentirme un poco ridícula en un momento.

Firman: No, no soy el único en la isla. Pero sí en el hotel y es una ventaja, porque puedo coger una semana de vacaciones en Navidad. ¡No me tengo que pelear con nadie!

No hay mal que por bien no venga... 😉

Con mi trasero recuperado, seguimos recorriendo la isla... y Firman me tenía preparada una sorpresa para el atardecer.

Firman: Hay un lugar que aún está en construcción que quiero que conozcas, así lo verás ahora, y después cuando vuelvas y esté terminado regresamos (lo dijo con total certeza de que voy a volver, por cierto).

El sitio en cuestión se llama GWK (Garuda Wisnu Kenkana). Es un centro cultural enorme que aspira a tener la estatua más grande del mundo. En su interior también hay anfiteatros, zonas para el arte y esparcimiento. Es la inversión cultural más grande que ha hecho Indonesia y que, seguramente, en un futuro atraiga a un montón de turistas, pero yo tuve el privilegio de visitarlo cuando sólo los locales se acercan a admirarlo, sobre todo para venerar el gigantesco busto del dios Vihsnu (Wisnu), que ya está terminado.

Y ahí permanecimos casi una hora, viendo cómo el sol se ponía en el horizonte. Disfrutando del momento y de las últimas hora que me quedaban en Bali.

Si no fuera por Firman, me hubiese ido de la isla con un mal sabor de boca. Y sin embargo, me despedí con una sonrisa en la cara gracias a él. Dedicó su día libre a enseñarme su isla adoptiva y, por ello, siempre le estaré agradecida. Terima Kasih, Firman 🙂

De Bali hago un cambio de cultura, de clima, hemisfero, de todo... Me voy la tropical Indonesia a la invernal Nueva Zelanda. Sólo quedan tres capítulos más para acabar esta aventura... ¿Me acompañas hasta el final?

Espero que me acompañes en esta aventura por el mundo... Puedes seguirme en Instagram, Facebook o aquí mismo, ya que iré actualizando la bitácora cada tres o cuatro días.

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