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Capítulo 2: Vaticano, el estado más pequeño del mundo

Publicado el 03 agosto 2016 por Packandclick

Es curioso, ¿verdad? Un estado dentro de una ciudad, que a su vez pertenece a otro estado.

Otra de las razones por las que quería visitar Roma era para poder ir a la Ciudad de Vaticano, el estado más pequeño del mundo.

Aunque este viaje lo estoy haciendo al exterior, al mundo, también he querido darle un sentido introspectivo.

Me apasionan las religiones. He leído mucho acerca de ellas para buscar respuestas, para aprender y comprender otras culturas. Y por ello, tenía un significado especial para mí empezar este recorrido visitando la Ciudad de Vaticano.

En mi anterior visita, recuerdo que subimos a la cúpula, y la experiencia, aunque divertida para una niña de 16 años fue toda una aventura, para alguien más mayor puede convertirse en una experiencia algo claustrofóbica.

Ten en cuenta que para ir a la cima de la cúpula, deberás subir, como mínimo 320 escaleras (si optas por hacer el primer tramo en ascencor), de las cuales 165 están en curva debido a la forma de la misma cúpula. Son estrechas, hace calor y si encima, a esto le añades miles de personas quieren hacer lo mismo que tú, la experiencia puede ser claustrofóbica cuanto menos.

Por ello, en mi segunda visita a la Ciudad de Vaticano, decidí ir temprano por la mañana, tan pronto como abrieran las puertas. Me planté a las 7:40 frente a las puertas de la Basílica de San Pedro y, curiosamente, me dejaron entrar a pesar de que no abrían oficialmente hasta las ocho.

Tener la cúpula entera prácticamente para ti es algo indescriptible. Había unas 8 personas más. Y lo es más porque ver que está saliendo el sol desde el Este y te encuentras en un lugar de gran importancia religiosa.

Desde la cúpula puedes divisar prácticamente toda Roma. Las vistas son impresionantes.

Permanecí un rato para saborear ese momento único y después decidí descender a la basílica.

No había mucha gente en su interior. Roma aún dormía.

Qué templo tan impresionante. Se respiraba tanta paz, que no pude salvo agachar mi cabeza y pedir por mi viaje, por mi familia y amigos, y por todas aquellas personas que ahora están sufriendo en este mundo. Sí, sé que parece un discurso sacado del certamen de Miss España, pero de verdad lo hice.

Y de repente miré a mi derecha y vi cómo un rayo de luz empezaba a entrar en la basílica, hasta casi tocar el Baldaquino de San Pedro.

De repente, me embargó la emoción por lo bello de aquel momento.

Museos Vaticanos, mi primer mal sabor de boca...

Nunca antes había visitado los Museos Vaticanos y tenía muchas ganas de dedicar medio día a explorar este lugar. Más que nada porque me encanta el arte y quería ver la Capilla Sistina.

No sé bien cómo escribir estas líneas sin faltar al respeto.

El lugar es, sin duda, impresionante. El contenido que guarda en su interior tiene una relevancia histórica sin igual, pero la gestión del paso de los visitantes es cuanto menos pésima.

Llegué tras pasar toda la mañana en la basílica. La cola rodeaba la muralla de la Ciudad de Vaticano. Un señor me convenció para saltarme la línea de más de dos horas por el "módico" precio de 36 euros. Con el calor que hacía, me pareció una acertada decisión.

El tiempo de espera se redujo a 15 minutos, pero lo que no esperaba era ver a un mar de gente en su interior.

No exagero. El calor debido a la cantidad de gente que había dentro del museo era insoportable. No sé podía caminar. Nos empujábamos unos a otros a lo largo del recorrido. El hedor que desprendíamos todos, sudados debido al calor humano, era asqueroso.

Sólo quería disfrutar del arte. Pero no pudo ser. Mi meta fue llegar cuanto antes a la Capilla Sistina. No fue fácil debido a esa marea de gente de la que hablada.

Llegué y tampoco disfruté. Más gente. Los guardas de seguridad pidiendo SILENZIO cada 5 minutos.

No sé si escogí un mal día para ir y todos decidieron hacer lo mismo que yo. ¿Os ha pasado lo mismo?

Pienso que deberían limitar el número de visitantes. La experiencia sería mucho más grata así.

Bueno, el mal sabor de boca se me pasó después, cuando vi atardecer desde el Ponte Sant'Angelo y pude ver la cúpula iluminada, mostrando su grandiosidad.

Me despido de Roma por ahora, pero sé que volveré una tercera vez.

Espero que me acompañes en esta aventura... Puedes seguirme tanto en el blog como en Instagram, Facebook o aquí mismo, ya que iré actualizando la bitácora cada tres o cuatro días.

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