Revista Diario

Capítulo XXXIV: K

Por Seles
Revisé todas las cosas de mi cuarto, y al final salí de él para sentarme en las escaleras.Cuando era pequeño hacía eso para reflexionar, sobre todo en verano, que la ráfaga de viento era continua y fría, y me hacía cosquillas por todo el cuerpo, causando una sensación agradable que me hacía sentir bien.Ahora estaba ahí, viéndome con diez años menos, esperando a que alguien me buscara, o que simplemente las ideas vinieran a mi cabeza. Incluso había veces de pequeño, con ocho años, que cogía una libreta y un lápiz, y esperaba en las escaleras pacientemente hasta que las ideas inundaran mi imaginación con dibujos demasiado perfectos para que los dibujara un niño pequeño.Hasta que, un día, no fue tan difícil plasmar mis deseos y mi imaginación en el papel.Actualmente, con casi diecisiete años (vuelvo a recordar vagamente cuando repetí curso a posta para que me tocara en la clase de Vic cuando éramos pequeños), puedo con tan solo un lápiz crear arte. Mi arte. Me gustaba dibujar sobre todo mujeres con labios carnosos, y ojos rasgados y delicados, como las mujeres orientales. A la hora de colorear, prefería una piel blanquecina, con unos fuertes labios rojos que resalten, y los cabellos de un tono negro azabache, que caigan por los hombros con una sensación de delicadeza, con suavidad. En cuanto a ropa, era muy variado. Dependiendo de cómo me saliera el dibujo, elegía un diseño clásico o moderno, o también elegía colores armónicos o chocantes.Una de las cosas que recordaba con rabia y añoranza era la temporada que me dio por intentar aprender dibujo técnico. Con trece años me dijeron que eso era lo que iba a estar estudiando mayormente en el bachillerato de Bellas Artes, así que me encabezoné que tenía que aprender antes para que las cosas me fueran mejor.Lo que le recomiendo a todo el mundo es que no haga lo que hice yo sin un profesor delante.Era horrible. Había cosas que me costaba entender, y otras que me salían bien y precisas (lo que me salía bien era coger la escuadra y el cartabón, y hacer líneas rectas). Luego quise ir a lo complicado: poner objetos en vista cónica oblicua o vista cónica frontal, luego hacer una composición con ritmos…. Cosas que parecían fáciles pero que para nada lo eran.Desvié la mirada. Recordar todo eso me hacía pensar en el cursillo, que era sobre eso, dibujo técnico. También iba a ir una vez a la semana una hora a un grupo, que se hacían llamar “Los grandes pinceles”. Lo que hacían era practicar con óleo el dibujo que exprese tu alma, y cosas así. No entendí bien lo que quería conseguir la profesora que fue la que me lo explicó todo, pero bueno. Sólo me quedé con lo que me interesaba realmente.Sentí una presencia tras de mí, pero no me moví. Me puse el puño en la boca y miré al frente. Estaba quieto como una estatua, dispuesto a quedarme así largo rato.Alguien me abrazó por la espalda (claro está, la persona que estaba detrás mía), y me dio un beso en la mejilla.-Hermano, ¿te vas ya? –Murmuró casi inaudiblemente Christal.Me sorprendí muchísimo al saber que era ella. Estaba casi seguro que iba a ser mi madre la que actuara así, tan cariñosamente. Jamás he mostrado afecto por mi hermana, y viceversa.Pero ésta vez iba a ser diferente. Todo iba a ser diferente, así que… ¿Por qué esto no?Con la mano que me quedaba libre, acaricié uno de sus brazos, con ternura. Nunca me había dado cuenta de lo suave que era su piel, y de lo refrescante que sentaba su abrazo. Tal vez me de cuenta ahora que voy a estar sin verla largo tiempo.-Tranquila Christal, me iré esta noche. Todavía queda bastante.-… Sólo quedan cinco horas… eso es poco…Sonreí, y me giré lentamente, haciendo que se separara de mí para poder mirarla a los ojos burlonamente.-¿Y? ¿No era eso lo que querías? Has estado casi toda tu vida pidiéndome a gritos que me largara de ésta casa. No tienes por qué ser falsa conmigo, aguantaré que no me quieras ver. –Intenté ser lo más amistoso posible.Pero no había atisbo de felicidad en sus ojos, sino una honda tristeza. Me hacía sentir culpable su mirada cargada de añoranza y melancolía.-Desde… -Desvió la mirada, y se quedó un rato pensativa. Al final decidió sentarse junto a mí, acercando sus rodillas a su pecho y abrazarlas con sus brazos. Seguidamente me miró. –Desde que Jared se fue, has estado haciéndote más y más cerrado. Cuando éramos una familia normal, siempre estabas de broma, y te portabas fríamente sin malicia, sin intentar alejarte de nadie. Era una apariencia, y todos lo sabíamos. Conocíamos al otro muchacho que no era K, sino… -Iba a pronunciar mi nombre, pero se dio cuenta de que la miraba con cierto reproche-. Sino aquel chico que conocemos. Eras alegre en su medida, y sobre todo, querías estar con tus seres queridos.>>Pero desde que Jared y tú os enfrentáis cada vez que os veis, has cambiado. Ya no ríes tanto, ya no tienes amistades tan sanas como antes, ahora buscas aislarte un poco de la familia y de los amigos de verdad. Ahora te comportas con frialdad auténtica, como si fueras un témpano de hielo.La había escuchado pacientemente. Su voz había sonado relajada, segura de sí misma y, ante todo, había sido sincera. No podía creerme del todo que Christal, mi pequeña y dulce hermana, se hubiera percatado de tantas cosas.Y, a pesar del largo discurso con el que me había deleitado, había solo una frase que estaba resonando en mis oídos.“Desde que Jared y tú os enfrentáis cada vez que os veis, has cambiado.”-¿Cómo sabes… que Jared y yo nos hemos seguido viendo?Me miró con una sonrisa burlona e irónica. Por lo que pude ver en su rostro, había algo en mi frase que le había parecido estúpido (seguramente la pregunta en sí).-Vaya, así que me tomas por tonta. A ver, lo primero es que también se ve conmigo –crispé los dedos de mis manos. Comenzaba a enfurecerme-. Tranquilo, no me ha hecho nada. Simplemente hablábamos de cómo nos iba la vida y esas cosas… nada más.Pero no me lo estaba creyendo. Jared era muy peligroso, y no me fiaba absolutamente de nada. Además, esta vez su voz no era tan firme como antes. Había inseguridad en sus palabras, miedo, y cierto toque de desdén, y su mirada se había recorrido todo el espacio en el que se hallaba lo menos diez veces.-Christal, mírame a los ojos y dime que no te ha hecho nada.Hizo caso a lo que le dije, pero no pudo decir nada.Y no me lo pensé dos veces. Me quedé mirando su ropa, y me fijé que llevaba una camisa con una manga que le llegaba al codo. Se lo remangué, y no vi nada. Pero en el otro brazo…Posé mi dedo pulgar en la marca morada de su brazo. Era una contusión un poco más grande que él.Sin duda, se lo había hecho Jared.-¿¡Cuándo te ha hecho esto!?Su labio inferior tembló, y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, sin poder evitarlo.-Hace unos días… se enfadó porque no… no le decía donde te ibas a ir… y… te busca para algo, ¡¡pero no sé para qué!!Sus palabras acabaron rompiéndose en sus labios, y finalizaron con un sollozo. La abracé sin darme cuenta, y comencé a mecerla entre mis brazos. Ese maldito mal nacido había osado dañar a nuestra hermana común. Había tenido el valor de tocarla…Sentí una ira bestial en mi interior, casi incontrolable, así que tuve que hacer fuerzas mentales sobrenaturales para contenerme.No podía actuar con brutalidad como él, y menos en este momento.-Christal… hermanita, me tienes que prometer que en cuanto vuelvas   ver a Jared me llamarás, ¿entendido? –Ella asintió enérgicamente. -Llámame al  móvil siempre que quieras, cualquier emergencia avísame, ¿entendido?-… Sí.Suspiré, y la abracé con fuerza.Estuvimos largo rato así, abrazados. De vez en cuando decía tonterías para que se riera, y ella hacía justo lo que esperaba. Cuando ya estaba más relajada, nos separamos.Me sacudí la ropa, con fingida arrogancia.-Por cierto K, cuando te habías ido llamaron tres personas para despedirse de ti.La miré no sin cierta sorpresa. Dudaba mucho que alguien quisiera despedirse de mí, aunque tal vez lo hicieran por obligación.-¿Ah, sí? ¿Y quiénes eran?-Eran Víctor, Niko y Lorena. –No le costó recordar los nombres, y eso me alegró un tanto, aunque no sabía por qué.Asentí lentamente, y luego volví a desviar la cabeza.Bueno, creo que será mejor que baje la maleta para dejarla en la puerta y no tener que ir subiendo y bajando mucho.Me fijé en los ojos de mi hermana, y vi un brillo apagado en ellos. Estaba claro como el agua que mi salida le afectaba bastante, seguramente porque era su hermano mayor, y me tenía cariño de hermano.Lo sé porque yo tuve esa mirada cuando se fue mi hermano.Si lo pensaba bien. Estaba actuando de un modo bastante egoísta. Mis padres estaban rememorando aquellos tiempos en los que él llegaba a las tantas borracho y con marchas rosadas en el cuerpo (habría estado con unas chicas muy subidas de tono. Él tenía costumbre de verlas). Hasta que un día el se hartó de nosotros, y medio borracho empezó a discutir a voces con mis padres. Era de noche, sobre las una de la madrugada, y todos los vecinos se asomaron ese día, asustado.Resonó en mi mente la voz de mi padre diciendo la última frase de aquella noche:-Tú no eres mi Jared. Yo no tengo hijo.Era una frase típica, pero igualmente a todos nos afectó bastante, ya que cuando Jared era pequeño, mi padre sentía cierta preferencia por él, ya que era y sigue siendo el mayor.Ambos nos levantamos de la escalera. Yo me fui a mi cuarto para coger la maleta, y ella me siguió como un pollito a su madre. De pronto recordé en Vic, y afirmé en mi fuero interno lo que me decía siempre: Tu hermana es como una pequeña princesita, guapa y noble.Aferré el mango de la maleta, y nos quedamos un rato callados, como pensativos. Al final ella no pudo evitar darme otro abrazo, y hoy no pensaba rechazarle ninguno.Estuvimos poco tiempo así, tan cariñosos, luego inmediatamente nos separamos para ir abajo. Tenía que tener la última conversación familiar antes de mi marcha.Caminé a paso pesado, sin ganas de continuar. Pero al final llegué a la cocina, donde estaban mis padres hablando en susurros. Ambos me miraron repentinamente, y eso me asustó un tanto. Tragué saliva y respiré hondo.-Voy… a dejar la maleta en la puerta, y… y eso.Mi padre se levantó de golpe, y un miedo irracional surcó mi espina dorsal. Debía reconocer que temía mucho la reacción que pudiera tener cuando cruzara la puerta.Sin embargo, su rostro me recordaba el de un caballero de cuento derrotado. No parecía dispuesto a seguir luchando por que me quedara.Y su reacción me sorprendió aun más.Sin que yo pudiera darme cuenta, mi padre ya estaba abrazándome, estrechándome con fuerza.Correspondí a su abrazo y, de pronto, supe que era esto lo que más ansiaba de mi padre. Su aceptación y cariño.Y de pronto entendí lo que quería decir éste momento.Que yo… no soy Jared.

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