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Cápsulas de filmin: "La Ley del Silencio"

Publicado el 14 mayo 2013 por Fimin

14 de Mayo del 2013 | etiquetas: Cápsulas

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Segunda de cinco cápsulas dedicadas a rastrear las huellas de la conocida Caza de Brujas en Hollywood. El 21 de marzo de 1999, Elia Kazan recibe el Oscar honorífico por su carrera, pero no todos en el auditorio se ponen de pie. El artista había sucumbido a la presión del comité y casi cincuenta años más tarde, muchos reivindicaban que la delación es un delito que no prescribe. Desafiante, el abogado del cineasta confirmaba que su cliente no pensaba pedir perdón. Y así fue.

“La ley del silencio” (Elia Kazan, 1954)

En la década de los ´50, por mucho que él lo reniegue, Elia Kazan caminaba por las calles de Broadway y Hollywood como por su propia casa. Su fama no sólo presumía de teatro y cine, sino que además alardeaba de sueño americano, ejemplo de superación y, en definitiva, del logro de quien jurando lealtad allá en America, donde todo es más grande, gozó de una libertad marca de la casa.

Pero como en todo buen guión, llegando al ecuador de la trama, la cosa se pone turbia. La comisión de actividades antiamericanas aparece en escena hambrienta de comunistas y pregunta por las calles donde se esconden. Naturalmente dieron con el renegado jefe de la vecindad, y este, quizás por temor a perder lo que tenía o, también se comenta, por impulsos de alta traición, delata a compañeros de vecindario.

"La ley del silencio" se estrena en 1954, dos años después de la confesión y, como era de esperar, en ella se plantea un cuento ético, donde las encrucijadas portuarias de un peón entre mafias se traducen claramente como apología de la delación o simulacro de redención. Todo un desafío del hombre libre contra la opinión pública.

Y nuevamente, como en todo buen guión que se precie ser firmado por Elia Kazan, a veces los finales no son precisamente felices, a veces sucede que nuestro héroe de turno acaba peor de lo que imaginábamos, quizás sin llegar a la muerte, pero con una mancha que algunos nunca dejarán de ver en algún rincón de su brillo.


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