Revista Opinión

Cárcel por paz: una nota autobiográfica

Publicado el 30 enero 2022 por Monetarius

En 1936, cuando se empezó a saber que el ejército africanista había dado un golpe de Estado y cruzado el Estrecho, mucha gente se echó a las calles a pedir armas. Especialmente la gente que defendía la paz. Pese a la estupidez de la presidencia de la República, que no entendió el peligro, la gente insistió e incluso tomó algunos cuarteles. Gracias a eso, el golpe fracasó. Empezó la Guerra Civil, que ganó Franco con ayuda de Hitler y Mussolini. Muchos de los que perdieron la guerra de España, pacifistas, siguieron en armas luchando al lado de los aliados. Parte de los que sobrevivieron entraron con La Nueve a liberar París en 1944. Siguieron defendiendo la paz toda la vida. No hay ingenuidad. Y gente como Stefan Hassel, que estuvo en el Consejo Nacional de la Resistencia, luego trasladaría ese ánimo pacifista a la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Hay luchas para defender la democracia y luchas contra la democracia. Quien compare una guerra que quiere parar los pies a cualquier expresión del fascismo con las guerras imperialistas, agresivas, coloniales, extractivas, miente. Por eso, en el siglo XXI la única institución que puede declarar la guerra es Naciones Unidas. Y solo si puede garantizar que las potencias no le doblen el brazo.

En España, el Ejército fue el que sostuvo a la dictadura durante cuarenta años. El mando que la Constitución de Cánovas de 1876 entregó al rey lo asumieron los dictadores como Primo de Rivera o Franco y está todavía en el artículo 62 de la Constitución de 1978. La guerra fue un trauma que todavía está en la conciencia de los españoles. Me golpeó duramente leer las declaraciones de Quintana Lacaci, el general que paró el golpe del 23F. Daban buena cuenta del régimen del 78 y del papel del ejército:

"Soy un franquista, que admiro la memoria del general Franco, he sido ocho años
coronel de su regimiento, llevo esta medalla militar que gané en Rusia e hice la
Guerra Civil. Pero el Caudillo me dio orden de obedecer a su sucesor, y el rey me
ordenó parar el golpe del 23-F y lo paré; si me hubiera mandado asaltar las Cortes,
las asalto".

La primera querella que tuve en mi vida me la pusieron 23 diputados del PP, entre ellos un padre de la Constitución, Gabriel Cisneros. Fue porque financié la página web No a la guerra, que hacían estudiantes de la facultad de Ciencias Políticas. Cuando el 100% de los diputados del PP votaron, en una votación secreta, a favor de la intervención de España en Irak, los estudiantes que hacían la página pusieron la foto de todos los diputados peperos -sacada de la página del Congreso- bajo un lema: Cómplices de asesinato. En la vista previa al juicio, el abogado del PP me dijo que si le daba el nombre de tres estudiantes me quitaba la querella. "Si no me das tres nombres va a caer todo el peso del Estado sobre tu cabeza. Y te vas a tener que olvidar de muchas cosas". Vamos, que, cuando menos, me iban a echar de la universidad. Gobernaba el PP y aquella amenaza asustaba. Como es evidente, no di ningún nombre.

Me tocó un juez decente que dijo, textualmente, que cómo le hacían perder los del PP el tiempo con chiquilladas. El juez archivó la querella y los cinco años de cárcel que me pedía el PP se quedaron en nada, salvo los gritos de Jiménez Losantos, que fue el chivato que publicó que yo había financiado la página noalaguerra.org. La derecha chivata es una constante, durante el franquismo, bajo el nazismo y hoy, con un payaso señalado con sorna como zoófilo que se dedica a colgar fotos de sus adversarios políticos. Aunque ya sabemos cómo se las gastaban los chivatos en España en el 36. Todavía no sabemos dónde está enterrado Federico García Lorca.

Antes de aquella querella del PP tuve otro susto. Fue cuando decidí hacerme insumiso. No tenía sentido ser objetor de conciencia al servicio militar y hacer una "prestación social sustitutoria" precisamente del servicio militar. Antes del juicio, decidieron dejarnos en paz a unos cuantos cientos. Pero otros compañeros -entre ellos otro pacifista probado, como Víctor Sampedro- estuvieron más de dos años en la cárcel. Que hoy no haya servicio militar obligatorio se logró porque tantos pacifistas pusieron el cuerpo. Cárcel por paz. También intentaron detenernos el 11-M de 2004, cuando nos manifestamos delante de la sede del PP en Génova diciendo: "Queremos la verdad antes de votar". Contra Aznar y toda la bazofia que mintió a España, que presionó a la Policía, a los medios y a las embajadas, para que dijeran que había sido ETA y no Al Qaeda la que voló los trenes de Cercanías. Esa es la derecha española. Que nos mata y miente. Como hizo Manuel Fraga con luchadores antifranquistas. Luego, los del régimen del 78 le invitaron a escribir la Constitución. Aquella tarde en que no queríamos que el PP se fuera de rositas, la Policía intentó detenernos cuando aún éramos pocos. Pero estaban los ánimos calientes, Génova estaba, por la elecciones, llena de cámaras extranjeras y una víspera electoral no era el mejor momento para detener a ciudadanos indignados que estaban llorando por las muertes en Atocha.

En 2004 dimos clases en la calle contra la guerra, hasta que vino la Policía municipal y nos pidió que nos fuéramos. La Puerta del Sol se convirtió por vez primera en una concentración de gente escuchando argumentos contra la guerra. Era hermoso luchar contra la guerra y usar la ciencia política para ensanchar la democracia desde las calles. Aunque la amenaza de la detención siempre estaba ahí. Como en cada huelga general, en cada manifestación, en cada concentración. Con la ley mordaza, con algunos jueces como muro contra el Gobierno y con el giro a la derecha de un sector de la Policía esto se ha vuelto más complicado. Multan, detienen e incluso quitan escaños. Lo llaman democracia y del todo no lo es.

Si hay guerra vamos a volver a las calles. El fin del bipartidismo lo empezó a marcar la campaña del "No a la OTAN". El PSOE mintió y dijo que OTAN, de entrada no. De salida tampoco. Les recompensaron y a un tipo con la conciencia sucia como Javier Solana le nombrarían Secretario General de la OTAN. Hoy siguen invitando a la muerte.

La gente de paz no puede estar a favor de una guerra de agresión contra Rusia. No porque nos guste Putin, que a mí no me gusta nada, especialmente cuando masacra chechenos y coarta libertades. Sino porque sabemos que no hace nada muy diferente de los que hacen los Estados Unidos, por cierto, aunque Putin tiene menos muertos a las espaldas que Biden. ¿O nos olvidamos de que Biden era vicepresidente de Obama en Irak? En Estados Unidos no eres presidente ni vicepresidente si no tienes las manos manchadas de sangre. No es sensato que la OTAN instale misiles en las puertas de Rusia cuando EEUU no permitiría algo similar en la misma distancia que media entre Minsk y Moscú. No seamos hipócritas.

El seguidismo de España y Europa respecto de unos Estados Unidos que está perdiendo su hegemonía nos deja fuera de juego. Aún más cuando mendigamos atención. ¿Cómo va a llamar Biden a Sánchez si ya antes le ha ofrecido sumisión absoluta? Llamará a Italia, que es un país con una política exterior un poco -un poco- más independiente y mantiene relaciones con Rusia y China que a nosotros no nos dejan.

Nos hemos jugado muchas veces la libertad para luchar contra la injusticia de la guerra. Y siempre hemos tenido a la mayoría de los españoles a nuestro lado. Es patético que Abascal reúna a Le Pen y a Orban en Madrid, seguidores fieles de Putin, y se pongan de lado respecto del conflicto en Ucrania. Vamos, que están al mismo tiempo a favor de la guerra mientras son aliados de los aliados de Putin. Cosas imposibles que solo pasan porque los medios de comunicación se lo permiten. La derecha española es guerrera y siempre tiene la asignatura pendiente que no terminó la División Azul. Lo que nunca vamos a terminar de entender es la cobardía de un sector del PSOE -nunca de todo el PSOE-, los mismos que obedecieron a Trump y a otros presidentes para llevar la guerra a Libia, Siria, Afganistán, Irak o Venezuela. España, que viene del trauma de la Guerra Civil, no quiere más violencia. Y la falta de consistencia de la izquierda solo sirve para brindarle una alfombra roja -bueno, fucsia- a la derecha.


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