Revista Opinión

Carlos Dívar, presidente del CGPJ, es inamovible

Publicado el 22 mayo 2012 por Romanas


Dívar, el Rey y yo



"La Fiscalía archiva la causa contra el presidente del Supremo Considera que no hay delito en los viajes que realizó a cargo de las cuentas del CGPJ, aunque admite que "generan algunas dudas"
SERVIMEDIA Madrid 21/05/2012 16:34 Actualizado: 21/05/2012 17:11".
Como saben todos los que leen mis blogs, al igual que sucedió con Garzón, yo anticipé cuál iba a ser la solución a adoptar por los organismos competentes en el caso Dívar.
Nuestros constitucionalistas, entre otras muchas otras canalladas, perpetraron la que seguramente es esencial: otorgar a los miembros del poder judicial la cualidad de inamovibles.
La gente ha comentado hasta la saciedad la inimputabilidad del Rey, la aplicación a España del famoso brocardo “the king can do not wrong” con absoluto fundamento porque es impensable que a estas alturas de la película pueda admitirse en ningún texto legal la existencia de un sujeto de derecho inimputable. Filosóficamente no se sostiene desde ningún punto de vista la existencia de un sujeto de derecho al que no se considere jurídicamente responsable de sus actos porque dicha proposición es por sí misma contradictoria: si el Rey tiene la plena capacidad jurídica para actuar, no puede eludir el aspecto pasivo de dicha relación jurídica, la obligación de responder de sus propios actos.
Si me lo permiten, voy a hacer una afirmación aún más atrevida: el status jurídico, fáctico, o sea, de hecho, de los jueces es todavía peor.
Al Rey parece que es absolutamente imposible meterle mano porque se halla protegido por la Ley de Leyes, ese espantajo horrible de la Constitución, pero, según ésta misma, modificada convenientemente, sí que se le podría meter mano, a un juez, no, porque para enjuiciar a alguien penalmente hablando no existe otro camino que la jurisdicción y ésta la ejercen con rigurosa exclusiva sólo los jueces.
Y como ya he explicado tantas veces por aquí, que creo que empiezo a ser realmente pesado, los jueces, corporativamente, tienen sus propias leyes tanto más inexorables cuanto que no están escritas.
Ellos y sus corifeos ultrafascistas no se cansan de afirmar que nadie, ni los jueces, están por encima de la ley pero esto no es sino una frase más escrita para la galería, que, por cierto, hemos oído y leído muchas veces con motivo de la persecución a Garzón.
Desde el punto de vista filosófico está claro que es así: nadie, absolutamente nadie, ni el Rey, está por encima de la Ley, porque, afortunadamente, ya, por encima de la ley nacional se halla la internacional, el Derechos internacional, como se demostró en Nuremberg, donde un tribunal internacional juzgó y condenó severísimamente a los criminales de guerra nazis, que ya se habían cuidado ellos mucho de que sus canallescas fechorías estuvieran amparadas por su legislación nacional.
Y todo esto a propósito de Dívar. Yo sabía que no iba a haber caso porque no puede haberlo, perro no come perro, los jueces no se cargarán nunca a otros jueces, fuera de los poquísimos casos que su propia legislación no escrita establece, porque eso significaría abrir la veda y esto sería mortal de necesidad para su propia supervivencia.
Salvadas las siderales distancias entre Dívar y yo, nuestras respectivas posiciones son idénticas: él es el PRESIDENTE DEL CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL, CGPJ, yo he sido casi 30 años el presidente del Colegio de Procuradores de Cartagena, CPC; el CGPJ es exactamente igual que el CPC desde el punto de vista de nuestro ordenamiento jurídico, es decir que este sr. tiene ahora los mismos derechos y obligaciones que yo tuve que asumir cuando ostentaba aquella representación oficial, sustancialmente idéntica a la suya, de modo que yo también viajaba, por lo menos una vez al mes, a las Juntas generales del CONSEJO GENERAL DE LOS PROCURADORES DE ESPAÑA, a las que tienen que asistir todos los presidentes decanos de los Colegios de Procuradores de España. Como es natural, los gastos originados por la asistencia de los presidentes de los Colegios a esta reuniones corren a cuenta de sus respectivos organismos.
Pero, de vez en cuando, el propio Consejo General de los Procuradores organizaba por ejemplo Congresos en donde se le antojaba a sus dirigentes y así los hubo en Río, en París y en Santiago de Compostela.
Yo casi nunca iba a ellos porque sufro una alergia casi invencible a viajar, pero cada vez que fui pagué los gastos de mi bolsillo como no podía ser de otra forma.
Como ya anticipé el otro día, Dívar, que tiene facultades inspectoras de todos los juzgados del territorio nacional, iba a alegar que sus viajes a Marbella se realizaron en funciones de inspección o de representación, o sea, que iba a ver cómo funcionaban los juzgados de aquella tierra, para lo que existe una inspección de tribunales que no tiene otra misión, por lo que la suya no era sólo mucho más cara sino también peor, o iba a asistir a actos a los que había sido invitado por las autoridades locales.
El problema es que 20 viajes son muchos viajes y que algunos de ellos duraran 4 días son muchos actos de representación y que, además, Dívar parece que limitara sus viajes representativos a Marbella es mucha limitación.
Que no iba a haber proceso judicial estaba cantado porque perro no come perro, pero hay otra máxima mucho más imperante en estos casos: la mujer del César no sólo debe de ser honrada sino también parecerlo y siendo así que, como hasta ese pobre testaferro de la Fiscalía General no ha tenido más remedio que admitir, hay muchos aspectos de este triste asunto muy difíciles de justificar, de modo que Dívar debería de dimitir y en otro país es seguro, absolutamente seguro, que lo haría, aquí, no.


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