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Carlos Henrique Raposo: el falso “Kaiser” del fútbol

Publicado el 07 marzo 2021 por Joseantortega

¿Se puede ser futbolista sin haber jugado? Sí. ¿Se pueden firmar contratos sin siquiera saber pasar el balón? Sí. Y lo sabemos porque Carlos Henrique Raposo lo hizo por más de 20 años bajo el apodo del “Kaiser” por su parecido a Franz Beckenbauer.

Carlos Henrique Raposo: el falso “Kaiser” del fútbol

Brasil ha dado increíbles estrellas del fútbol, es algo indudable. Así como nos dio a un gran Pelé, también nos dio a Carlos Henrique Raposo en 1963, “el futbolista que nunca jugó”. Fue criado por su madre adoptiva, y desde temprana edad, él y el balón se hicieron uno, por lo que varios observadores y gerentes de fútbol lo tomaron en cuenta para su fichaje en equipos brasileños, solo que no se sabe qué pasó con esa sinergia en el transcurso de su carrera.

Carlos Henrique se vio obligado, bajo la tutela de su madre y un contrato firmado, a jugar desde los 10 años luego de que se le vendieran los derechos federativos a un empresario. Cual mercancía, Raposo tuvo la responsabilidad de jugar fútbol hasta que cumplió los 41 años.

Lo que una vez fue su sueño, terminó siendo un castigo.

Comenzó jugando en el Botafogo, y aunque era poco lo que ganaba por esos partidos, logró mantener a su familia. Luego de 3 años de la muerte de su madre, con 16 años, firmó su primer contrato internacional con un equipo de México.

Según lo que cuenta Raposo, sus sueños no eran más o menos que los de cualquier otra persona. De hecho, comenta que quería estudiar y ser profesor de educación física, por lo que estaba determinado a no jugar. “Entrenaba bien, pero llegaba al fin de semana y fingía una lesión. No quería jugar, pero tenía que hacerlo porque tenía un contrato firmado. Así pasé de un club a otro, ya que los dirigentes no podían admitir que habían contratado a un jugador que no rendía”.

Aunque el Kaiser no metió un solo gol para merecer algo, lo que sí se reconoce es su astucia para evitar jugar siquiera un minuto en cualquier campo que le tocó estar. Estuvo, además de Brasil, en Francia, México y Estados Unidos, y aunque su palabra no es de fiar, dijo que su juventud en Argentina lo terminó llevando a ser jugador del Avellaneda, justamente para el año que salió campeón de la Copa Intercontinental en 1984. Y aunque el club desmintió la aparición del Kaiser, se cree que utilizó el casual fichaje de Carlos Enrique (sin H) para pavonearse con más falsas historias.

Mejor atributo: fingir lesiones

Lo cierto es que Carlos Henrique, quien pasó por el equipo mexicano de Puebla y también por el Paso de Estados Unidos, se valió de su buen físico, carisma y su habilidad innata para la simulación, al pasar de equipo en equipo sin que nadie sospechara de que no poseía ese “jogo bonito” que era tan acostumbrado en los jugadores brasileños.

Durante el paso de todos esos equipos, y otros más, el Kaiser logró hacer grandes amistades que también afianzaron su “carrera” futbolística. Uno de sus más grandes amigos es Mauricio de Oliveira, quien logró su ingreso en el Botafogo luego de conseguirle firmar un contrato de prueba con el equipo.

A partir de aquí empezó el modus operandi del Kaiser: firmaba el contrato, hacía una prueba, y lo siguiente era simular una lesión en el entrenamiento.

Cuenta Raposo que “en esa época no existían las resonancias magnéticas, y bastaba con hacer un movimiento extraño y llevarse la mano al muslo”. Al pasar los días de la lesión, y viendo que ya se le terminaba el reposo, contaba con un amigo odontólogo que le daba un récipe médico diciendo que tenía algún problema de salud. Ni en las mejores películas.

Además de Mauricio, también logró amistarse con Renato Gaucho, Ricardo Rocha, Carlos Alberto, entre otros. Y fue con Gaucho que logró entrar en el Flamengo donde su “magia” funcionó una vez más.

Después, en 1989, firmó en el Bangú, del cual Castor de Andrade era dueño. El poderoso hombre exigió ver a Raposo en un encuentro que se disputaría en Curitiba.

“Pinocho perdería con Kaiser”

El equipo de Andrade perdía 2-0, por lo que el dueño mandó a llamar al Kaiser para que debutara y justificara su contrato. Pero como era costumbre, Raposo logró salir sin mayor percance de todo lo que significaba para él estar al menos 5 minutos dentro del engramado.

Aprovechó que los fanáticos gritaban improperios al dueño del equipo, y fue hasta las gradas provocando una riña para luego ser expulsado del partido. Ante tal acto, Andrade le pidió explicaciones al Kaiser, y sin más ni menos le dijo: “Usted es como un segundo padre para mí, y aquellos aficionados le estaban llamando ‘ladrón’. No lo podía permitir”. En ese momento el farsante se las jugó todas, porque pensó que lo matarían, y lo que consiguió con su mentira fue un aumento doble de sueldo y una renovación de contrato por 6 meses.

¡Qué grande el Kaiser! Una vez más hizo de las suyas. Así como este, fueron muchos los casos donde el estafador del fútbol logró salir airoso ante un inminente partido.

En Europa, al debutar con el equipo francés Ajaccio, no quería 

Sin embargo, no para todos era un héroe. Su amigo, Renato Gaucho, decía que Carlos Henrique “era un enemigo del balón. En el entrenamiento le decía a un compañero que lo golpeara, para así marcharse a la enfermería”.

Por otro lado, el mismo Ricardo Rocha, exjugador del Real Madrid, dijo que “es un gran amigo, una excelente persona, pero no sabía jugar ni a las cartas. Tenía un problema con el balón. Nunca lo vi jugar en ningún equipo”. Rocha asegura que el Kaiser les contaba historias de partidos que nunca jugó. “En una disputa a mayor mentiroso, Pinocho perdería con Kaiser”.

Mentiras, amistades y sexo

Otro tipo de “hazañas” fuera de los camerinos. Reservaba un par de habitaciones en hoteles antes de cada partido para montar “guateques” sin que nadie sospechara algo, y de esa manera echaba al bolsillo a muchos jugadores.

Carlos Henrique Raposo: el falso “Kaiser” del fútbol

También llevaba mujeres a esas fiestas que organizaba. En el documental “Kaiser: The Greatest Footballer to Never Play Football” del 2018 (“Kaiser: El mejor futbolista que nunca jugó”), el estafador confesó que su hobbie era el sexo, y consideraba esa obsesión como “una enfermedad, como la que decían que tenía Michael Douglas”.

Pese a esto, tenía una relación “ganar – ganar” entre los gerentes de los equipos y los jugadores. En propias palabras de Raposo, no bebía ni consumía drogas, nada de eso le gustaba, y alejaba a sus compañeros de todo aquello. A las directivas les convenía tenerlo de “niñero”, por eso lo mantenía dentro de los círculos de jugadores más exitosos de la época. “Los dirigentes preferían tener a alguien que no jugase pero que mantuviese al equipo unido y a los jugadores alejados de la mala vida”, aseguró. ¿Quién podría quejarse?

Vida de película con final feliz

Casi toda una vida de estafa terminó a sus 41 años cuando por fin se retiró de las canchas. 

Tras pasar jugando en equipos como el Fluminense, Vasco Da Gama, América FC y Guarany de Camaqua, actualmente Carlos Henrique Reposo es personal trainer en Brasil, lo que siempre deseó. Hace unos cuantos años se dio a conocer su historia y ganó fama, de nuevo, en el país carioca.

El Kaiser quizá no se sienta orgulloso de todo lo que hizo, pero dice que no se arrepiente de nada. “Los clubes han engañado tanto a los jugadores. Algunos tenía que vengarse por ellos”.


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