Revista Cultura y Ocio

Cartas desde el maltrato, de Roberto Martínez Guzmán

Publicado el 18 marzo 2011 por Goizeder Lamariano Martín
Cartas desde el maltrato, de Roberto Martínez GuzmánTítulo: Cartas desde el maltratoAutor: Roberto Martínez Guzmán Editorial: Autoedición del autorAño de publicación: 2010Páginas: 245ISBN: 9781445771663
Roberto Martínez Guzmán me envió este libro dedicado hace tres meses y para mí fue un regalo de Navidad muy especial y quiero darle las gracias una vez más. Ahora, después de haberlo leído en tres o cuatro días, de lo único que me arrepiento es de no haberlo leído y disfrutado antes. Aunque quizás disfrutado no sea la palabra más adecuada.
La lectura de Cartas desde el maltrato ha sido intensa, dura, estremecedora, cruel, obsesiva, íntima, personal. Porque así es la historia que nos cuenta Roberto Martínez Guzmán. Una historia en la que él es únicamente el editor de las cartas de Montse, su pareja, que durante años fue maltratada por su anterior pareja cuando era su novio, su marido e, incluso, cuando ya era su ex-marido.
El libro está formado por las cartas que, a modo de diario personal, escribió Montse durante los dos últimos años de su maltrato, entre el 8 de abril de 2006 y el 28 de abril de 2008. Las 256 cartas están divididas en diez capítulos: El desamor, El divorcio, Esperando un papel, Todo sigue igual, En sus manos, ¿Trabajo = independencia?, Dolor y esperanza, Empujada al infierno, Preparada para morir y A un centímetro de la muerte. Además, estos diez capítulos están precedidos por una introducción y cerrados por un epílogo escritos por el propio Roberto Martínez Guzmán. A lo largo de las páginas acompañamos a Montse desde su Valencia natal hasta Foz y Lugo, en Galicia, Silos en Córdoba, su vuelta a Valencia y, finalmente, su vida, su infierno, su pesadilla, nuevamente en Lugo.
A pesar de que la pareja de Montse, Quique, era cuando ella lo conoció un drogadicto, un alcohólico sin oficio ni beneficio, alguien marginal con un pasado y una familia igual de desarraigados, ella sólo vio en él al príncipe azul que le rescataría de su familia, de su soledad, de su baja autoestima y de su dura realidad.
Sin embargo, aunque para todo su entorno, sus amigos, sus familiares, sus compañeros de trabajo, Quique es alguien infantil, tímido, callado, educado, esa es sólo la careta que se pone cuando sale a la calle, porque en la intimidad de casa es un monstruo, un maltratador, alguien violento que no duda en pegar, insultar, humillar, espiar o violar a Montse con tal de anularla y poderla controlar a su antojo, para que sea sólo suya, para ser su dueño.
Algo que Quique consigue fácil y rápidamente obligando a Montse a marcharse primero de Valencia a Silos y luego de Córdoba a Galicia, aislándola de su familia y amigos y poniendo a las pocas personas que permanecen a su lado de su parte, manipulando, mintiendo, actuando para que todos crean que es el marido y el padre perfecto y, de esta forma, encerrar a Montse cada día más, ya que ella sufre agorafobia y no puede salir sola a la calle sin la compañía de Quique o de Mirian, su prima-hermana, quien en ocasiones vislumbró lo que le estaba pasando a Montse pero sin llegar a ayudarla del todo en ningún momento.
Nadie puede ayudarla. El miedo y la ansiedad le paralizan. No puede salir de casa sola para ir a trabajar y ni siquiera para ir a hacer la compra o llevar a su hija al colegio o al parque. Montse está sola, encerrada, atrapada en ese infierno de golpes, de gritos, de insultos, de lágrimas. Se siente humillada, abandonada, olvidada, pero también culpable por no haber sabido ver cómo era Quique realmente. Por no ser capaz de hacer efectivo el divorcio, de obligarle a marcharse de casa o marcharse ella con su hija y ponerse las dos por fin a salvo de ese infierno en el que les ha tocado vivir.
Con este panorama tan desgarrador, la única escapatoria de Montse son los amigos que conoce por Internet, con los que chatea y habla por teléfono y, por supuesto, sus cartas, esas cartas que escribe a altas horas de la madrugada, cuando el monstruo ya se ha dormido después de los golpes, de los insultos, de los gritos, de la violación, de las lágrimas y de la sangre, de la rabia y la impotencia. Ese monstruo que le prohíbe esas conversaciones, esas llamadas y esas cartas. Ese monstruo que las busca por toda la casa y que, cuando las encuentra, las destruye para que nunca nadie sepa cómo es realmente.
Saber que esas cartas que estamos leyendo ahora son reales, auténticas, que todo eso ocurrió de verdad me ha impresionado muchísimo más de lo que esperaba. Creía que iba a ser más fuerte, que iba a ser capaz de aguantar, pero en muchos momentos he tenido que dejar de leer para no echarme a llorar o a gritar, para eliminar ese nudo que se había formado en mi garganta y en mi estómago, para no vomitar.
Sin embargo, aunque en ocasiones la dureza de esta historia me ha dejado muy mal cuerpo, le recomiendo esta lectura a todo el mundo, hombres y mujeres, creo que todos deberíamos leer este libro para saber cómo se sienten, qué piensan y qué viven las mujeres que son maltratadas por sus parejas. Porque después de leer este libro las historias de maltrato que, desgraciadamente, vemos cada día en los medios de comunicación, me parecen frías, distantes, lejanas. Insuficientes para comprenderlas y, sobre todo, para concienciarnos de esta lacra social contra la que tenemos que luchar todos: víctimas, maltratadores y, no nos olvidemos, también los demás, los que muchas veces nos convertimos en testigos mudos que ven, oyen y callan o que ni siquiera quieren ver, que miran para otro lado y que, al final, se convierten en cómplices del maltratador.
Creo que Montse ha sido muy valiente al publicar todas estas cartas y su actual pareja, Roberto Martínez Guzmán, también ha sido muy valiente al compartir con Montse su desgarrador pasado. Sin embargo, le tengo que poner dos pegas a esta historia. La primera, me hubiera encantado saber qué ocurrió finalmente con Quique, si fue denunciado, detenido y condenado, si se suicidó o si, por el contrario, encontró una nueva víctima a la que destrozar la vida. Y la segunda, las faltas de ortografía, las comas y los acentos mal colocados. Entiendo perfectamente que las cartas de Montse, las originales, estén mal escritas, en esos momentos la ortografía era lo de menos, pero, por el contrario, he echado en falta un trabajo de corrección y edición por parte del propio Roberto Martínez Guzmán. Aun así, espero que estas Cartas desde el maltrato lleguen a mucha gente para que nunca más ninguna mujer se vea obligada a escribir algo parecido.

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