La Reina de la noche es capaz de jugárselo todo en una mano de póker.
De perder hasta la vergüenza en un farol mal tirado.
De hacer bailar las fichas entre sus dedos.
De hacerte perder los pantalones con dos dieces y un siete.
De engañarte con sus tics nerviosos.
De que estés más atento de su culo cuando va a la barra que de tu apuesta.
De convertir tu salón en un casino de Las Vegas.
De mirarte a los ojos y perder la partida jugando con las cartas marcadas.
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