Revista Vino

Casa Otilia y el Oloroso n.14

Por Jgomezp24
Cuando supe de la inauguración de la exposición “Ao pé do lar. Un repaso pola historia da cociña ao longo dos séculos”, le pedí a Soledad Felloza, una de las dos fotógrafas que la firma (junto con Maribel Ruiz de Erenchun), la foto que más le hubiera emocionado de cuantas expone por primera vez. Había visto la selección en la página web y me quedé anonadado, una vez más, de la capacidad de la fotografía para captar, no ya lo que es, sino lo que fue y, más todavía, el espíritu y la esencia de lo que fue. Magia, sensibilidad, historias, personas, sombras, alegrías y tristezas alrededor del hogar, donde todo pasaba. Mi idea era unir una foto de Sole con la descripción escueta de algún vino que me sugiriera su imagen. Sole fue generosa, como siempre, y ha hecho algo más que regalarme esta impresionante foto. Nos ha regalado el relato, la historia tras la foto de la lareira de Casa Otilia. Es ésta:
Casa-Otilia, de Soledad Felloza
“Se llama Meixide la aldea. Pena Trevinca (el pico mas alto de Galicia) se ve desde su ventana. La señora Otilia sabe de dejar su tierra, de trabajar por Cataluña o por Alemania. Sabe de ahorrar para que su hija Ana estudie, sabe de volver para disfrutar de la vida y del dolor de ver que ni un año le duró la paz, porque su hombre la dejó nada más regresar. Ahora anda con los ojos aguados. Enseña con orgullo su lareira de abajo, la de su madre y la lareira de arriba, la de sus suegros. En la de abajo se encierra conmigo, para hacer la foto, desgrana recuerdos. La mesa donde toda la familia tomaba el caldo, el tres en raya tallado en un banco donde jugó tantas veces con sus hermanos, que hay un desgaste en el suelo. O ese banco, 'tallo' en gallego, que acaricia mientras me cuenta cómo su padre lo hizo con sus manos para que se sentaran ella y su hermano. Ella recuerda y llora, yo hago la foto y entre el humo y su emoción, lloro yo también. Al salir, sus ojos brillan en azul, los míos en negro. Me enseña donde está su hombre en el cementerio que tiene frente a la casa y donde se detiene cada día un rato, me muestra donde estará ella. Subimos la cuesta de la aldea, vamos a lo de Juan y Emérita a tomar la parva, castañas asadas con rodajas de chorizo y un sorbo de aguardiente. Me pesa la cámara al hombro, pero llevo el corazón ligerito de emociones. Soledad Felloza"
El relato, la foto, los ojos de las protagonistas, las lágrimas piden, casi exigen, un vino azul, un vino triste y melancólico, un vino concentrado, fino y cortante como el dolor del recuerdo, profundo como la pared que envuelve la lareira, que invite al recogimiento que pidió Otilia para la foto y que ofrezca paz y momentos de meditación, momentos para pensar en los que nos han dejado. El sur y el norte encuentran su "ruta de la Plata" en el sentimiento (por lo menos en mi cabeza) que une la centenaria lareira con otro centenario de excepción. El Oloroso de una Bota NO, embotellado (600 botellas...) por el Equipo Navazos como n.14 de su serie. Es la tradición del oloroso en Valdespino, rota por una de las vasijas que llevan estampado el rotundo NO: ese contenido sale de la línea de la solera y queda durante decenios al margen, apartado. Esta bota pertenece a la solera de 12 vasijas conocida en la bodega como Añada 1809, un vino que no se ha comercializado desde hace mucho. Documentos de finales del siglo XIX y comienzos del XX, nos cuenta el Equipo Navazos, acreditan este oloroso como uno de los vinos más viejos y escogidos de la casa. Compartía un lugar de privilegio con vinos de leyenda como Solera de Su Majestad, Pedro Ximénez Niños y Moscatel Toneles...con eso queda todo dicho. Navazos lo recupera en junio de 2008. Abro la botella y durante una tarde entera escucho su historia: madera que cruje al sol tras el naufragio. Avellanas en la bodega. Lágrimas de seda en la copa. Miel de castaño. Acero en el olfato, guante en el tacto. Resina y madera. Nueces verdes y lavanda seca. Océano y sal en la larga travesía de la vida, para Otilia, para este vino. Mezcla única de sequedad y humedad, de filo y de finura, de corte atrevido y de carácter goloso. ¿Una foto única para un momento único?: un vino excepcional a un precio irrisorio. En el Marco de Jerez, ¿dónde si no?

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