Revista Cultura y Ocio

Casi nunca. Daniel Sada. Premio Herralde de Novela 2008

Publicado el 08 marzo 2022 por Juancarlos53

" Yo no quisiera vivir con tu madre. ¡Vaya!, había que machacar que se trataba de una circunstancia tan eventual como ese viaje. De hecho, cuadremos la escena como si la viéramos a media altura y a través de una lente: vivaz profesor Demetrio (a fuerzas) ante una alumna a la que debía repetirle varias veces mesmedades tan simples como determinantes" (pág. 116)

Casi nunca. Daniel Sada. Premio Herralde de Novela 2008 Demetrio Sordo , hombre a punto de ingresar en la treintena, lleva en Oaxaca una vida gris de empleado en unas fincas agrícolas. Es un eficacísimo administrador y sus patronos están más que satisfechos de su laboreo, no así él que ve cómo la vida se le escapa sin casi darse cuenta. Decide dar un vuelco a la misma; necesita algo que la dinamice, que le dé sentido. Piensa que el sexo, quizás sea una buena solución. No todo puede ser felicidad por el trabajo. Ya ni siquiera el dominó, juego con el que disfruta y en el que demuestra maestría, le sirve de solaz suficiente. Su soledad podría bien paliarse mediante la práctica del sexo. Aunque bien pensado tampoco esto por muy abarcador que fuese truncaría la inercia en la que está inmerso. Es por ello que Demetrio se marca un reto: practicarlo cada veinticuatro horas.

"El sexo, como pretexto válido para romper con la monotonía: el sexo-motor; el sexo-ansiedad; la costumbre del sexo, como un hartazgo cualquiera que se volverá lastre; el sexo colosal, incontenible, frenético, ambiguo como un juego que confunde y luego aclara y vuelve a confundir; el sexo-simulacro, el sexo-obviedad. El placer, al fin, como un encomio que vaya justo en sentido inverso a lo que se vive."

Así comienza esta novela del mexicano Daniel Sada (Mexicali, 1953 - Ciudad de México, 2011) con la que ganó el XXVI Premio Herralde de Novela en 2008 por unanimidad del jurado. Un jurado ciertamente exigente, como lo es esta narración, que estaba integrado por Salvador Clotas, Juan Cueto, Luis Magrinyà, Enrique Vila-Matas y el editor Jorge Herralde. Ya sólo ver entre sus miembros a Vila-Mata e incluso a Magrinyà me avisaba de que la novela que comenzaba a leer no iba a ser precisamente facilona.

La historia que presenta Daniel Sada es una historia bastante frecuente: un hombre busca dar sentido a su existencia. El sexo puede ser una vía para ello. Es un sexo con profesionales; en este caso más bien habría que puntualizar que lo practica con una prostituta concreta de la que Demetrio se ha quedado colgado debido a la pericia que Mireya, nombre de guerra de esta mujer, demuestra en el oficio. Todo le va bien a Demetrio: por las mañanas trabaja en las fincas y por la tarde acude al burdel donde durante una o dos horas disfruta con Mireya que empieza a ver en él una posible solución a su arrastrada vida.

Demetrio oculta a Mireya su vida privada. No le dice que vive de pensión en la casa de huéspedes que tiene Rolanda, señora conservadora donde las haya; tampoco que su madre, Dª Telma, vive en Parras (Coahuila) al norte del país. Por eso cuando con su madre acude a la boda de un familiar en Sacramento, pequeña localidad de ese estado no se lo comunica a Mireya. Y tampoco que durante su breve estancia en ese pueblo del México profundo Demetrio ha quedado prendado por -y prendido en- la tremenda hermosura de Renata, bellísima mujer con la que todos sus familiares (su madre Telma y también su tía Zulema que vive en el mismo Sacramento), y hasta incluso él mismo, instan a que se case.

Como se ve estamos ante un triángulo amoroso-sexual. Demetrio, fiel a sus costumbres y cumplidor de sus propósitos, demanda sexo. Pero Renata es una mujer tradicional, vigilante ella y muy vigilada por su madre Dª Luisa, que mantiene a raya al futurible. Sólo habrá sexo cuando se casen e incluso hasta entonces besos y toqueteos ninguno. Pobre Demetrio, él está que no puede aguantar. Sólo la profesionalidad y grandes habilidades de Mireya a la que vuelve a frecuentar cuando regresa a Oaxaca lo reintegran a su, para él, satisfactoria cotidianeidad. Pero Mireya es una mujer que piensa y ha decidido pedirle que la saque del prostíbulo pues -le miente- está embarazada de él. De nuevo, ¡pobre Demetrio!

No diré más sobre el desarrollo de la trama para no chafar el disfrute de la novela que rompe más de una expectativa del lector, ¡vaya si las rompe! Hay que culminar la lectura de las cinco partes que componen el relato para conocer en qué para el embrollo en el que el pobre Demetrio se ha metido él solito. Como se ve hay humor en esta narración, si bien es un humor no chistoso sino tragicómico. Demetrio que vive en la gran ciudad de Oaxaca se va a ver constreñido en su desarrollo vital por culpa de la moral ñoña, estricta y sin duda arcaica de Renata y Dª Luisa, la madre de le beldad. La religiosidad castrante del villorrio se impondrá sobre la libertad gozosa de la gran ciudad. He aquí la tragicomedia que protagoniza este ser solitario, buen trabajador, regular hijo, mentiroso obligado para escapar de las trampas que las mujeres de su alrededor le tienden, a quien el sexo le tiene ocupada la cabeza. Él como tantos y tantos hombres, y más en el momento en que se sitúa el relato -de 1946 a finales de 1949-, la mejor y más cómoda manera de satisfacer el deseo sexual era el matrimonio. Casarse con una mujer preferiblemente decente como Renata que se entregará a él completamente una vez pasase por la iglesia, naturalmente:

"-¿Y cuándo nos casemos me prometes que me besarás mucho?
-Será hasta entonces, pero antes no... Quiero que todo esto sea de veras muy bonito.
-Entonces, ¿cuándo nos casemos me prometes que haremos cosas bien degeneradas?"

A la cabeza de Demetrio acude reiteradamente el recuerdo de las increíbles sesiones de sexo habidas con Mireya; pero ocurre que Mireya no es una mujer decente. Esa es la moral burguesa, la hipocresía humana teñida de religiosidad. Demetrio sabe, o al menos espera, que cuando Renata pase por el altar se convierta para él en otra Mireya aunque, eso sí, legal y con todos los pronunciamientos eclesiásticos en su haber.

Casi nunca. Daniel Sada. Premio Herralde de Novela 2008

El anecdotario en la novela no se reduce a la trama de este triángulo amoroso. Hay también otros asuntos menores que sirven para dar variabilidad y amenidad a lo que se cuenta. Tenemos el momento en que Demetrio se emplea en unas extensísimas fincas próximas a Sacramento y lo que le sucede durante los siete meses que pasa en ellas; también su establecimiento en Parras, el pueblo donde vive la madre y el próspero negocio que allí emprende; las traiciones que empleados suyos le realizan; etc.

Hay un asunto menor pero destacable en el relato, referido a la corrupción de los poderes públicos, en el que me detendré brevemente. Resulta que el emprendedor de Demetrio, habida cuenta del conocimiento que tiene de los lupanares por la asiduidad con que los frecuenta, fantasea con abrir uno en Parras. Para ello busca la aquiescencia del alcalde a quien le propone ser socios y pide protección a cambio de los pingües beneficios que la explotación de mujeres les pudiera producir a ambos

"Quería juntarse lo más pronto posible con gente metida en la política, para poder robar (bien bonito) con todas las de la ley, y se dijo a sí mismo: Sí, quiero ser corrupto, pero adinerado, muy adinerado a la postre. Quiero que me respeten mis congéneres "

De todo esto y más va esta novela que a mí me ha sorprendido agradablemente. Pero la sorpresa principal no radica en los asuntos (amorosos, sociales, familiares, laborales...), los temas (eróticos, religiosos, corrupción política...) o su variado tratamiento (tragicómico, crítico, humorístico...) sino sobre todo y especialmente en el modo como Daniel Sada los plasma en el papel, en la manera literaria que emplea. Esto sin duda alguna es lo más sorprendente, diferente, meritorio y también dificultoso de esta novela. Intentaré señalar alguno de los modos utilizados para ello:

Lo primero que llama la atención es la manera de escribir, en especial la utilización de los signos de puntuación, con especial abundancia en estos de los dos puntos. ("¿Muy de lujo el panorama lúgubre? Mirón, el recién llegado siguió mirando tras sentarse. La invitación: gran amabilidad: un hombre regordete le señalaba el asiento: dulzura de ademán reiterado."). Diríase que con esta manera de puntuar se quiere marcar la variabilidad en el narrador de la pura presentación al enjuiciamiento de lo allí mostrado. Pero no siempre es así, pues a veces lo que queda situado entre estos dos puntos es apenas una conjunción, una preposición, una mera palabra, etc.

    • "¿Cuál excitación? Sí el busto: aunque: ningún escote llamativo"
    • "Un leve arrastre, ay; atisbo de peligro: sí: como se dijo quedando todavía el brete de polvareda: ¿amago o inminencia?, más bien lo segundo: lo que por desgracia sucedió: esa levantada del suelo por culpa de las ruedas: trasunto rústico el hecho de llegar como payasos al pueblo (polvo hasta en las axilas)"

Siguiendo con los signos de puntuación también es rasgo de estilo la utilización de los paréntesis que aparecen con frecuencia. De ellos se sirve el narrador para lanzar hipótesis, poner 'peros' o emitir opiniones sobre lo recién acabado de decir: "Luego se fue: primero sonrisuda y a la postre medio entristecida: carrillos hacia abajo: casi una punta de flecha su boca de labios finos: la poca elevación contra el descenso doble (amartelado): negrura abajo y arriba un resplandor vítreo (¿floreciente?)". También en ocasiones me he visto sorprendido por el uso, no tan reiterado pero sí para mí algo chocante, que hace del punto y coma en enumeraciones de periodos muy breves ("Bueno, ya antes los padres habían sometido a su hija [Renata] a un interrogatorio básico. Que Demetrio trabajaba en Oaxaca, pero que era originario de Parras, Coahuila; hijo de; pariente de; que ra agrónomo; que estaba en vías de comprar una casita allá; a saber qué demonios sería Oaxaca, lo que sí que la bonanza de inicio a ojos vistas no debía ser errónea.").

Pero desde luego y sin lugar a dudas desde el punto de vista estilístico es la figura del narrador la principal novedad y sorpresa de esta novela. Un narrador que cuenta en una neutra tercera persona aunque con frecuencia pasa a la primera haciéndose visible en el mismo momento de la escritura: "enseguida el arranque y al cabo los movimientos aéreos: feas sacudidas entre nubes groseras, como para pensar lo peor. ¡Bah!, nosotros no hemos de pensarlo, porque nada horrendo ocurrió."). Como se ve en el pronombre ' nosotros' el narrador se dirige al lector al que con libertad y familiaridad aquí hace conmilitón (ja, ja..., permítaseme el palabro que creo que viene al caso en esta ocasión), si bien en otros momentos del relato y también dirigiéndose a él le informa del decurso narrativo, reflexiona sobre el hecho, inquiere o pregunta

    • "dejemos jugando a los anómalos enamorados para trasladarnos deprisa a Sacramento".
    • "Bueno, ¿y por qué no el viaje en la cabina? Fácil: porque no cabía tal armatoste o porque no tenía fuerzas para mantener cabeza y tórax derechos. La conjetura, por cuanto determinación de los sombrerudos, fue trasera, o es mía o de usted. En realidad la ventaja para Demetrio fue que no hubo, ni habría, plática."

Es un narrador que no sabe más que nadie y por ello lanza suposiciones o hipótesis sobre los porqués de las actuaciones de los personajes. Un narrador que integra al lector en el propio relato, un narrador que quiere remover a sus lectores, sacarlos -en el ejemplo que viene a continuación, sacarlo- de la pasividad que suele acompañar al acto de leer:

"Luego el acuerdo entre madre e hijo: no se irían en la camioneta, mejor como siempre en el tren. Orden, más que sugerencia de ella. Aquí también elija usted la razón que se le antoje para endilgársela a doña Telma. Una, que nosotros proponemos, es la seguridad del viaje. Total que ya podemos ver a estos sentados y desplazándose."

Es un narrador que realiza elisiones, anticipaciones como cuando estando en el tren camino de Monterrey ya lo vemos hablando con su madre en Parras. ¿Verdad? ¿Mentira? ¿Pura ensoñación? Al leer momentos como este los lectores intuimos lo que pueda haber sucedido. La elisión, sí, es un rasgo estilístico importante en la novela.

Aunque para mí lo más llamativo de "Casi nunca", que por algo se alzó con el Premio Herralde Novela en 2008 con un jurado tan exigente citado al principio de esta reseña, sean las muy abundantes referencias metaliterarias presentes a lo largo y ancho de la narración. Así por ejemplo cuando Telma y su hijo Demetrio se separan el narrador elimina el relato de la despedida y entre paréntesis incluye la expresión "en elipsis". Más evidente es el discurso literario autorreferencial que en ese mismo lugar el narrador convertido casi en el propio escritor lanza:

"Dos acciones que si se vieran aquí bien pudieran ser dos raptos de felicidad; dos apuros risueños, pero como no se ven, sino que nomás se leen, ¡que iluminación queda! Nerviosismo feliz ¿en blanco y negro? ¡Valga! Por ende pongamos a uno y otro a la mesa. Nosotros estaremos a 3 metros de distancia: ¿juega?: eso sería fantástico..."

Todas estas referencias metaliterarias contribuyen a que veamos, -casi casi que penetremos en-, el propio acto de escritura. La verdad es que en "Casi nunca" estamos ante una novela haciéndose. He aquí, entre muchos, unos cuantos ejemplos:

    • "De una vez veamos la escena que, de suyo, es merecedora de un párrafo aparte. [...] Bueno retomemos algo de la vociferación de doña Telma: [...]" (págs 165 y ss)
    • "Es más, adelantémonos de una vez a los augurios fantasmales de la prole de por acá para revelar -acaso vulnerando el decurso lógico de una trama- que para diciembre de 1946 de un día para otro el clima dio un vuelco tremendo." (pág. 188)
    • "estamos valorando un salto en el tiempo [...] Para ello es oportuno buscar un contrapunto temporal" (pág. 199)
Casi nunca. Daniel Sada. Premio Herralde de Novela 2008

Todos los elementos de orden estilístico comentados hasta aquí pueden hacer algo difícil la lectura de este relato singular. Esto es evidente. Pero a esto hay que añadir un grado de dificultad más y es el del propio vocabulario que aparece en ella. Daniel Sada es un escritor cuya literatura entronca con la tradición más genuinamente mexicana: Agustín Yáñez, Juan Rulfo, Juan José Arreola y Jorge Ibargüengoitia. Como él en esta novela, estos escritores hicieron tema esencial de sus narraciones la provincia. Es lo que ocurre aquí, que la tensión antiprogreso de la provincia (las pequeñas localidades de Coahuila: Parras y Sacramento) juega en contra del avance presente en urbes más grandes como Oaxaca.

Los mexicanismos pululan por todo el relato. Es característico de esta novela la utilización frecuente de términos propios de un léxico coloquial, vivo, directo, muy auténtico de la vida cotidiana de los mexicanos. Muchos de estos vocablos son desconocidos para un lector español y de los conocidos a veces el sentido que tienen en México no es para nada semejante al que le damos por aquí. Algunos ejemplos:

Jalarse: emborracharse; : congénito, natural; : barra de pan; retaque en la maleta: Apretar el contenido de un recipiente para que quepa más : descuidadas; empiyamarse : ponerse el pijama; senos guangos : anchos, holgados;: ¡venga!;": Un camarero, flaco, enano y con un tupé superfluo y de mal gusto; Vestido buchón .: pretencioso; Intrepidez muy de juro : muy segura; : Alelado, atolondrado, atontado.; sola (con cercén ): Sola (con rotundidad); Melcocha de más: Muy melosa, excesiva en mostrarse dulce; amor zaino : traidor, falso ; "" con el sentido de "a" o de "en"; " enchamarrarse": colocarse la chamarrapara salir a la call; Papalote: volantín, cometa; Perimida por la duda: Caducada, agotada por la duda; : Residuos; (camioneta de redilas): rejas de madera que se fijan alrededor o a los costados de la plataforma de carga de un vehículo, particularmente un camión; : Chofer de un automóvil, en especial de un transporte público, que conduce de forma arbitraria y temeraria; y otras muchas más.

Una novela no fácil, no sencilla, que hay que leer con atención y que si al inicio resulta algo dificultosa conviene no abandonar pues -lo puedo asegurar- al cabo de unas cuarenta páginas se asimila su ritmo y la cadenciosidad del idioma que utiliza con lo que el disfrute comienza y es ya un no parar. Un disfrute que hace que la historia enganche y no podamos por menos que querer saber en qué parará el acontecer de los principales personajes de esta historia: Mireya, Demetrio y Renata.

Sorpresas y rupturas de las expectativas encontramos durante la lectura de esta novela que en parte podría reclamarse con derecho heredera del mejor realismo mágico que se dio durante el pasado siglo. Un autor digno sucesor de Juan Rulfo y de Jorge Ibargüengoitia.


Una novela que merece ser leída, sin duda alguna, y que desde aquí agradezco la recomendación que de ella hiciera mi muy buena amiga Ana, tertuliana de "más que palabras..." y lectora avisada donde las haya. Muchas gracias, amiga.

Casi nunca. Daniel Sada. Premio Herralde de Novela 2008

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