Revista Opinión

Casta capitalina

Publicado el 13 julio 2012 por Vigilis @vigilis
Nunca estuvimos tan cerca de la aniquilación termonuclear total, como en la primera mitad de los años 80. De aquello quedan docenas de bases militares abandonadas repartidas por Europa, relatos de gente con voz ronca en la mesa del fondo de un tugurio de las afueras y unas cuantas pelis de temática nuclear. De entre esas pelis, una que se llama El día después, tiene una escena en la que el actor que hace de Mahoney en Loca Academia de Policía trata de hacer regresar a una chica al refugio de una granja. Los alrededores de la granja están cubiertos de ceniza, hay animales muertos por el campo.
-Denise, vuelve dentro o la radiación te matará.
-Pero no pasa nada, se puede estar fuera perfectamente -dice la chica, que está más p'allá que p'acá.
-No lo puedes ver, no lo puedes sentir y no puedes saborearlo, pero está aquí y ahora a nuestro alrededor. Te atraviesa como rayos X, afecta a tus células. ¿Que crees que ha matado a todos esos animales?
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Con la intervención pasa algo similar a la radiación. No la ves, no la saboreas, pero está aquí y en todas partes. Salvo algunos vómitos mañaneros, la pérdida de soberanía, no se nota, pero te acaba matando.
Entre tics faciales, carencias de dicción y falta de expresividad, Rajoy se suicidó en directo ante millones de españoles. Subió a la tribuna, cargó una pistola, se la metió en la boca y disparó. El presidente del Congreso, todavía está quitando con una bayeta los trocitos de sesos.
Para la historia quedará eso de un presidente del Gobierno diciendo que «no era libre» para tomar decisiones. ¿Acaso si un presidente está secuestrado o retenido no se envía a un héroe de acción a repartir estopa entre los malvados? Puede que esta vez la historia no tenga un final feliz. A día de hoy, con la boca pequeña y muy lejos de cualquier micrófono, cualquier cuentahabas te cuenta que no hay dinero para acabar el año. Eso es grave, pero no es lo peor del mundo: en una situación razonable, aunque no tengas dinero, siempre puedes endeudarte. Problema gordo: España ya no se puede endeudar porque han dejado de prestarle. Olvidaos de zarandajas: todos los nombres, acrónimos y siglas extrañas que salen en el telediario significan lo mismo: diferentes formas para prestar dinero a España al margen del mercado. Y cuando te prestan, tienes que hacer lo posible por convencer al deudor de que vas a devolver la pasta. No hay más.
Bueno, sí hay más: si España comparte soberanía en la UE, ese dinero no tiene por qué ser un préstamo, sino una redistribución de las aportaciones. Ahora bien, si por activa y por pasiva la UE (Alemania) quiere seguir actuando exclusivamente como un banco huraño, entonces nosotros también deberíamos comportarnos como el cliente de un banco ¿no? En lugar de ir a la sucursal de la UE, vamos al FMI. Pero diablos, el FMI está en el ajo. Es más, toda la comunidad internacional está metida en el ajo buscando dinero bajo el sofá porque a día de hoy, en España se juega la estabilidad de occidente. Esto es como lo de si te debo 1.000 euros tengo un problema, pero si te debo 1 millón, el problema lo tienes tú. Pues bien, nosotros aquí tenemos un problema gordísimo, pero ahí fuera ya están viendo llegar a un problema del tamaño de Cristina Almeida. Con perdón.
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El problema interior
Para quien como yo lleva meses si no años quejándose amargamente del dispendio que supone el estado autonómico, es una buena noticia que hoy esté de moda poner a parir a las autonomías. Resumo rápidamente lo que llamo "Ideología del Estado Autonómico".
La Ideología del Estado Autonómico es el efecto que produce la coyuntural redacción de la Constitución que propicia una descentralización ilimitada. El control político de la educación pública, la profusión de medios de comunicación politizados y la tradición caciquil ibérica, acaban creando pequeños monstruos autonómicos que en lugar de ser niveles intermedios de la administración, básicos en la cohesión del territorio nacional (todo lo que es ordenación del territorio y red de carreteras secundarias, por ejemplo), son pequeñas nacioncitas de la señorita Pepis para mayor gloria de los sueños húmedos de gente que ha mitificado el pasado e infinidad de pájaros que tras la palabra "nacionalista", se comportan como Jesúses Giles con beneplácito público. No solo esto es malo porque es un robo, sino que además es malo porque no es ético (siempre hablamos de quitar cosas por resultar caras o superfluas, pero pocas veces escuchamos a ningún político que vaya a quitar algo por no ser ético. A cuatro justos en Gomorra todavía nos importa esto). Con esto, lo que quiero decir, es que en esta época de crítica a las CCAA parto con el expediente bastante limpio. (Me ahorro hablar de los continuos ataques a los derechos civiles que se producen al amparo de esta ideología y el mercado persa en que unos señores con nombres y apellidos convierten el Congreso cada vez que se negocian unos presupuestos). Más datos aquí y aquí.
Pero.
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Creo firmemente en la necesidad de contar con administraciones intermedias con capacidad política de elección. No es que la administración tenga capacidad de elegir, sino que somos los ciudadanos los que podemos elegir. Y, fundamental: creo en la necesidad de contrapesos de todo sistema democrático. Las CCAA además son fundamentales para la ordenación del territorio. Es evidente que existe una demanda de autogobierno en algunas comunidades que tienen particularidades o manejan otra lengua además del castellano. Y por último, defiendo el principio liberal de la competencia fiscal. Partiendo de amplia capacidad de decisión política, creo firmemente en la competencia fiscal. Ante esto último se me podría acusar de querer romper la unidad de mercado, pero precisamente la competencia fiscal se usa a la baja. Es decir, el problema de la unidad de mercado ya sería de otros, no mío. Añado más: a largo plazo, creo que la única forma de construcción política de Europa es a través de las regiones (si no se produce un vaciamiento previo de los estados-nación, la construcción europea la veo muy improbable).
Tendemos a ver las cosas buscando culpables (catolicismo) y distinguir entre malos y buenos (dualismo). Culpables hay, pero las cosas no son blancas o negras: si criticamos a las autonomías por ser caras, no hay razón por la que no criticar al estado central por ser übercaro. Es decir, el problema no es la administración, sino la gente. Si la gente es malvada en las autonomías, no hay razón para pensar que se comporte mejor en el estado central. Entonces, ¿cuál es el problema?
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Un maldito modelo de Estado de una santa vez
Uno mira en qué gastan autonomías, ayuntamientos y gobierno central y se queda con una idea de cómo son las cosas. A continuación le muestran cómo ingresan estas administraciones y se quiere exiliar del país. No puede ser que el mayor gasto (sanidad, educación) se lo traguen las comunidades cuando no pueden pagarlo. Dicho de otro modo: encargar a alguien un gasto que sabes que no va a pagar, no me parece buena idea. Si le das a una autonomía el servicio público de salud, le das capacidad para pagárselo. Así con todo. Además, matas dos pájaros de un tiro: ya no habría excusas para mercadear en el Congreso. Se reducirían mucho las transferencias de competitividad y cohesión que pretenden corregir temas como que en Galicia nadie tenga niños y en Extremadura haya dos o tres grandes fortunas. Ya sabéis, esos temas de los que sólo hablamos cuatro chalados.
Casta capitalinaEvidentemente, a esto hay que sumarle una agencia de control del gasto que exija a cada ley propuesta, una memoria económica. El que la educación deje de ser competencia autonómica y se deje en manos de las comunidades de personas. Tener una cámara de representación territorial (dos senadores por comunidad, por ejemplo) y, por último, una deseable reducción del número de autonomías. Yo lo siento por todas estas autonomías uniprovinciales, pero deben desaparecer: Madrid, Asturias, Cantabria, La Rioja, Navarra y Murcia. Desaparecer significa o unirse a otra o unirse entre sí. (Es poco ahorro, sí, pero es un ahorro que no empeora nada la vida de los ciudadanos, hágase).
Todo esto no sirve de nada si no te cargas las diputaciones provinciales. Dentro de las nuevas y amplias competencias regionales probablemente en Castilla elegirían tener algo parecido a diputaciones, no lo sé, sería cosa suya. Y en las islas más pequeñas, a lo mejor desaparecerían los ayuntamientos para quedarse solo con el cabildo, no lo sé, es asunto suyo, en serio. ¿Y si vienen mal dadas y se necesita una financiación extra en un momento dado? Para eso haría falta ayuda del estado central, sí, pero no un fondo para ayudar a las autonomías, sino para ayudar a los gastos públicos que exigen los ciudadanos. Y, si aún con todo, alguien ha decidido caer en los pecados de la ideología del Estado Autonómico, deberíamos de tener algún mecanismo de control estricto, poner en stand by su gobierno y parlamento y ser controlados... por el resto de autonomías. Se iban a acabar los problemas prontito.
¿Y qué sería del estado central? Tendría portaaviones y expediría pasaportes. Ah, y está la selección de fútbol.

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