Revista Cultura y Ocio

Catafractos, los panzers de la Antigüedad

Por Manu Perez @revistadehisto
Los romanos se toparon por primera vez con los catafractos en la batalla de Magnesia, durante el conflicto entre Roma y Antíoco el Grande. En esa batalla las legiones se enfrentaron a la inferior falange macedónica, que sin embargo estaba apoyada por jinetes con coraza, unos 3.000 catafractos que pusieron en fuga a los romanos aterrorizados por la temible carga de la caballería. Sólo la intervención del romano  M. Emilius, reagrupando a los fugitivos, permitió a lo romanos recuperarse y alzarse finalmente con la victoria. No sería éste el último dolor de cabeza que los catafractos iban a dar a Roma.

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Catafractos, los panzers de la Antigüedad

Los catafractos eran unidades de caballería en las que tanto el caballo como el jinete llevaban armadura (del griego κατάφρακτος, kataphraktós, palabra compuesta que significa ‘totalmente’ —κατά— ‘cubierto, cerrado, protegido’ —φρακτός—; en latín: cataphractus), convirtiéndolos en virtualmente invulnerables en el campo de batalla.

Su origen se remonta a las culturas nómadas de la estepa, pero su uso como arma regular se refina en el mundo Neoasirio, donde aparecen imágenes de catafractos en diferentes relieves.  En el siglo VII a.C. se usa caballería por parte del rey asirio Tiglathpileser protegida por placas metálicas y armados con lanzas y posteriormente con el rey Sargón (723-705 a.c.) aparecen ya jinetes armados, además de lanzas con espadas y arcos. Presentan ya una evolución en la protección añadiendo cuero al metal, dejando sólo la cara y los brazos al descubierto. Se podría decir pues que los Asirios fueron los inventores del catafracto, aunque sin la protección del caballo, que justo en ese mismo período histórico se estaba desarrollando al Noreste de Mesopotamia, por parte de las culturas nómadas adyacentes al mar de Aral.

Los catafractos pasaron a ser comunes en todos los ejércitos de los imperios orientales, así se usaron en las fuerzas de caballería del Imperio aqueménida, Imperio parto, sármatas, armenios, Imperio seléucida, Reino de Pérgamo  e Imperio sasánida, y ulteriormente en el Imperio romano y el bizantino.

De entre todos los catafractos orientales, quizás fueron los partos los mejores armados y acorazados, pues incorporaron cascos de bronce o hierro, armadura de escamas o láminas de hierro cosidas sobre cuero que les daban razonable movilidad en piernas y brazos, así como guanteletes acorazados, protectores para el cuello y botas de cuero con refuerzos metálicos laminares, también para el caballo, desde la cabeza a los cascos. Se armaban con  un arco compuesto y una pesada lanza que podía traspasar a dos soldados a la vez.

El segundo encuentro de Roma con los catafractos se dio en la batalla de Tigranocerta contra Tigranes, rey de Armenia, en el 69 a.c., que se saldó con una nueva victoria romana. Sin embargo la tremenda derrota de Craso contra los partos en Carras en 53 a.C. traumatizó permanentemente a las Legiones romanas con los catafractos. Un siglo después, la tribu de los Roxolani, sármatas asentados en el Danubio, asolaron Moesia en el 62 d.C. Este pueblo estepario usaba caballería protegida por largas cotas de láminas de metal armados con espadas y lanzas. El emperador Domiciano consiguió contenerlos (que no vencerlos), abriendo los ojos a los romanos definitivamente a la necesidad de incorporar tan formidable arma a sus ejércitos, por lo que fueron incorporando a sus legiones unidades de arqueros a caballo, sagitarii y lanceros, contarius, cada vez mas pesados.

Sin embargo fue el Imperio romano de oriente el que refinó la técnica de los catafractos. Los bizantinos añadieron a la ya existente panoplia de los catafractos los estribos, dando mas control al jinete. Añadieron adicionalmente armaduras de escamas en el torso, cotas de malla que cubrían la cara por completo, bandas de metal o cuero duro en los antebrazos y los dotaron de un pequeño y mas maniobrable escudo y un casco, convirtiéndose en la única caballería del mundo que además de poder cargar, podía mantener prolongadamente un combate cerrado contra fuerzas de infantería sin necesidad de cargar. Al mando del general Belisario, casi consiguen recuperar el Imperio Occidental tras su caída para Justiniano I.

Sin embargo, los catafractos siempre adolecieron de defectos, puesto que tanto el jinete como el caballo se agotaban muy pronto debido al esfuerzo físico de mantener sobre sí tanto blindaje, además de ser menos veloces que otros tipos de caballería. En el año 1071, los catafractos bizantinos fueron derrotados en la batalla de Manzikert por la veloz caballería de los turcos selyúcidas, comenzando la decadencia de esta fabulosa arma, que aún daría pie a la caballería pesada Medieval y sus famosos caballeros.

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