Revista Arte

Catalanes vs. españoles en el extranjero

Por Insane Mclero @insanemclero

Madrid y Barcelona. Barcelona y Madrid. Se trata de las dos ciudades más visitadas de España y consideradas los centros neurálgicos del país. Los que vivimos en ellas tenemos caracteres muy parecidos, ya que somos abiertos, marchosos y dinámicos. Este carácter se extiende a los habitantes de cualquier ciudad española, pero sin embargo, los catalanes distamos mucho de los españoles cuando viajamos al extranjero.

Las diferentes percepciones entre los catalanes y los españoles en cuanto al idioma han abierto una gran brecha que se hace aún más notable cuando estamos de viaje fuera de España. Así, solo hace falta que un camarero o el recepcionista del hotel esté interesado en nuestro idioma para desatar un debate político o lingüístico sin fin. Algunos catalanes afirmaremos que hablamos catalán, un idioma nada parecido y completamente independiente al español, mientras que los españoles afirmarán orgullosamente que están hablando español.

Pero el idioma no es el único motivo de disputa conocido entre los catalanes y los españoles. Admitámoslo, una de las famas que nos persiguen a los primeros es nuestra tacañería. Yo, como buena catalana admito que me he pateado diversas tiendas de souvenirs buscando el precio más barato para una sudadera. Y me enorgullece afirmar que he hecho con los llaveros, que no es lo mismo comprar una sola unidad que 20 llaveros para contentar a todos y cada una de nuestras amistades.

Y como los catalanes somos bastante agarrados en cuanto a gastos se refiere, tampoco acostumbramos a colapsar las mesas de los restaurantes durante 4 horas seguidas. El catalán viene, come y se va. Sí, es verdad que no nos dejaremos una mensualidad entera en el restaurante entre ronda y ronda de chupitos, pero todo sea por la paciencia del comensal que viene detrás de nosotros y que no tendrá que esperar más de 3 horas en conseguir una mesa. A todos aquellos extranjeros que siempre esperáis, de nada.

Del mismo modo que el catalán pasa por el restaurante sin prácticamente dejar huella, lo mismo hace con sus visitas por la ciudad/monumentos/montañas/calles que visita/recorre. El catalán posa, hace la foto y se va. Que levante la mano todo aquel que en medio de su visita cultural por una ciudad extranjera se ha girado al oír una familia o un grupo de amigos hablando con un tono demasiado elevado. Siempre terminamos comprobando que se trata de un grupo de españoles, los catalanes los están mirando discretamente haciéndose pasar como una familia más de extranjeros. Recordad, el catalán llega, contempla y se va.


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