Revista Cultura y Ocio

Cazadores de la Taiga, gente feliz

Por Igork
Gente Feliz: Un año en la Taiga” oHappy People: a Year in the Taiga” es un documental estrenado en 2013 y grabado en 2011 por los directoresDmitry Vasyukov y Werner Herzog (el inefable) que retrata la esforzada vida de los cazadores de la lejana, gélida y salvaje estepa siberiana, tan infinita y despoblada. Tres elementos hacen increíble el documental: lo que cuenta y cómo lo narra y las conclusiones que uno extrae tras ver la vida de estos olvidados de la civilización. Encontré el documental cambiando distraídamente de canales. Quedé atrapado, empapado, alucinado. Ni me levanté hasta que finalizó.

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No es Dostoievsky, es un cazador de la Taiga

Hay muchas razones para ver este documental, bueno, quizá la primera sea que es mil veces más entretenido que Capitán-América-sublima-tus-complejos o Spiderman-vuelve-esta-vez-no-te-lo-puedes-perder. Como largometraje, Un año en la Taiga tiene un pulso narrativo vigoroso y cuenta cosas interesantes en una naturaleza deslumbrante. Los cazadores de un poblado remoto, situado en el corazón de la taiga, se adentran en el invierno a menos 50º para cazar martas, cuyas pieles venderán, para sobrevivir, en unos bosques vacíos a cientos de kilómetros de cualquier poste eléctrico y uno se pregunta si la vida que lleva es la buena o es una pantomima de lo que debiera ser.
documental streaming herzogEn caso de holocausto nuclear en la Tierra quedarán un montón de cucarachas y estos cazadores, lejos de todo y de todos, y absolutamente autosuficientes. Además de la despampanante naturaleza, eso fue lo segundo que me llamó la atención. Los cazadores de la Taiga no nos necesitan para nada. En toda su existencia sólo había dos elementos que ellos no se hubieran fabricado: el fusil y el motor de la canoa, excepto un cazador rico que se había comprado una moto de nieve. Incluso se fabricaban los esquís, las barcas, los abrigos, las trampas, ¡todo!, hasta sus propias redes de cabañas de invierno.
Relativamente pobres, eran gente feliz que me recordaron al Dersu Uzala (1975) de Akira Kurosawa. Feliz no quiere decir hacerse fotos sonriendo. Aquella gente, se notaba, estaba en paz consigo misma, con sus vidas, con sus trabajos y con su micro sociedad. La otra reflexión es que la única manera de no quemar el planeta es vivir en bajo número respecto al territorio ocupado, como los cazadores de la Taiga, que pueden vivir de la caza, el huerto y la pesca.
Luego está la relación con la naturaleza, con los perros que los acompañan, por ejemplo, a los que tratan con una mezcla de dureza y justicia a la que los animales responden con absoluta fidelidad. Perros libres corriendo por la Taiga, como sus amos. Como cazadores, uno responde a la pregunta sobre la muerte de las martas para comer su carne y vender sus pieles:
«Solía criar ganado, pero nunca me podía animar a matarlos. Los animales vienen a ti esperando afecto o que le des un buen regalo. Pero en vez de eso, reciben una bala en la cabeza. En la taiga el animal salvaje sabe que nada bueno puede venir de mí, de un hombre, tratará de escapar. Aquí se trata de saber quién es más astuto».
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Los cazadores de la Taiga viven sus propios códigos, según sus propios valores y cultura. Eso, que se olvida tan frecuentemente en la contaminación de las grandes culturas gregarias donde se nos dicen hasta lo que nos debe gustar o pensar.
Para acabar, recordar que Werner Herzog es un director alemán conocido en los setenta por su nuevo cine. Con algunas películas aburridas y otras muy interesantes como Aguirre, la cólera de Dios o Fitzcarraldo. Herzog casi siempre tiene algo interesante que contar, con o sin Klaus.

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