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Cerezos en la oscuridad - Ichiyō Higuchi

Publicado el 19 junio 2017 por Rusta @RustaDevoradora

Cerezos en la oscuridad - Ichiyō HiguchiEdición:Satori, 2017 (trad. Hiroko Hamada y Virginia Meza)Páginas:320ISBN:9788494578144Precio:21,00 €
No todos los días se tiene la oportunidad de leer a una escritora japonesa (nótese el femenino) del siglo XIX. No, no es habitual, y no lo es porque ni hubo muchas ni se les ha prestado la debida atención (al menos, fuera de sus fronteras). En estas circunstancias, la recuperación de Ichiyō Higuchi (Tokio, 1872-1896), una de las primeras autoras modernas de Japón, supone un hallazgo encomiable. Escribió en el siglo XIX tardío, una era en la que la sociedad oscilaba entre una progresiva occidentalización, que incluía el hecho de otorgar roles más relevantes a las mujeres, y la rigidez de las tradiciones. Pero no solo era particular por ser una mujer que escribía (que entonces ya era mucho): Higuchi, además, procedía de una familia humilde, no era la típica joven de educación exquisita que cultiva la literatura por afición. El padre, maestro, murió cuando ella tenía diecisiete años, y le tocó hacerse cargo de los suyos. Escribía relatos para ganarse el sustento, aunque los compaginaba con trabajos modestos, de vendedora y costurera; la escritura no bastaba. Con el tiempo, fue elogiada por autores importantes, pero su temprana muerte de tuberculosis a los veinticuatro años frenó su carrera.Cerezos en la oscuridadcomprende cinco relatos, redactados entre 1892 y 1896, que se han considerado representativos de su producción. La mayoría ya habían sido publicados antes en castellano, tal como explica Carlos Rubio en su exhaustiva introducción, pero esta nueva edición ha sido ampliada y revisada para acercar la obra de Higuchi en las mejores condiciones posibles al lector actual. En general, la autora escribe sobre lo que conoce de primera mano, esto es, la precariedad, las tensiones de clase y las costumbres opresivas (como el sentido estricto del matrimonio y la familia como institución, un tanto diferente a Occidente), en concreto para las mujeres y los más desfavorecidos en diversas zonas de Tokio, su ciudad. Para ello, emplea un estilo cercano al habla oral, con diálogos vivaces y coloquiales, aunque no por ello exento de lirismo. Plantea una crítica social sutil, a través de las tensiones que se adivinan en la cotidianeidad; palabras suaves para situaciones duras.Los textos se presentan en orden cronológico, lo que permite observar la evolución de la autora: del cuento inicial, «Cerezos en la oscuridad», breve, intimista y poético, a relatos más extensos y de mayor alcance, que cruzan varios hilos narrativos y desarrollan más las escenas. Ese primer cuento, a propósito, narra los sentimientos de una chica enamorada, el sufrimiento por amor con el que muchas jóvenes se podían sentir identificadas; un retrato de interiores, interesante por su mirada juvenil, si bien con un lirismo algo torpe que se pule en los siguientes escritos. El segundo relato, «Día de Año Viejo», aborda el malestar de una joven criada cuando debe pedir un avance de su sueldo para ayudar a un tío enfermo. De forma paralela, el hijo de la familia para la que trabaja, un muchacho malcriado al que quieren desheredar, hace de las suyas. Este es un ejemplo perfecto de las preocupaciones de Higuchi: la diferencia de clases, la asunción del rol sumiso por parte de la criada, las tensiones dentro de la familia rica. Además, está muy bien resuelto (un giro final brillante).«Aguas cenagosas» está protagonizado por una prostituta, una mujer que en el pasado tenía grandes sueños, pero con el tiempo se ha resignado, como sus compañeras. Ahora conoce a un cliente especial, un hombre soltero y bien posicionado, con quien quizá podría tener una nueva oportunidad; sin embargo, Higuchi no es una escritora amable y esto no es el cuento de Cenicienta, sino la cruda (y violenta) realidad. En el cuarto relato, «Noche de plenilunio», volvemos a encontrar a una chica humilde, esta vez una mujer que ascendió de clase gracias a su matrimonio con un hombre adinerado. No obstante, no es feliz. Quiere divorciarse, pero, según las normas sociales, eso la apartaría para siempre de su hijo. Pide ayuda a sus padres, que la presionan para que continúe con su esposo. En el otro extremo está su antiguo amor, un hombre también desdichado, en su caso por la escasez de recursos. Dos estatus sociales, misma insatisfacción; la autora denuncia con perspicacia el modo en el que las familias y su sentido del deber constriñen los verdaderos deseos individuales. De fondo, resuena la eterna pregunta acerca de lo que podría haber pasado entre ellos.«Encrucijada», por otra parte, narra la amistad entre una joven costurera y un niño que trabaja en una tienda de paraguas. Los dos son personajes marginados, desgraciados (dignos de Charles Dickens), pero que, en su pobreza, están unidos ante la adversidad. Cuando ella decide mejorar su posición, de la única forma que podían hacerlo entonces las mujeres, el muchacho reacciona con desprecio. Es un relato en el que se comprende tanto la desesperación de ella como el abatimiento de él al ser testigo impotente de la marcha de su amiga; una vez más, las fuerzas de producción se imponen a los anhelos personales. Por último, «Dejando atrás la infancia», el más extenso, que casi podría ser el embrión de una novela, recrea, alternando capítulos sobre diversos personajes, el ambiente de un grupo de adolescentes. Por un lado, los enfrentamientos entre bandas callejeras, los niños ricos y los niños pobres, la extraña alianza entre un chico estudioso y el macarra de turno. Por el otro, la chica: la hermana de una concubina de alto nivel, que podría seguir el mismo camino que ella, o no. En medio, los enamoramientos silenciosos de la edad. Y, al final, la inevitable bofetada. El aprendizaje que los convierte en adultos. Ese desenlace que, más que un desenlace como tal, es una interrupción de la acción, una pausa, rasgo típico de la narrativa japonesa.

Cerezos en la oscuridad - Ichiyō Higuchi

Ichiyo Higuchi

No hace falta ser un experto en literatura nipona para disfrutar de Cerezos en la oscuridad. La mirada de Higuchi, lo que se suele llamar «sensibilidad literaria», no está tan lejos de sus coetáneas occidentales: en sus cuentos destacan la atención al ámbito doméstico, los asuntos de la intimidad de las mujeres, la conciencia de clase y las desigualdades sociales, así como temas atemporales como la infancia, el amor o la familia, narrados con elegancia y un estilo notable para una escritora tan joven. En lo que sí se distingue es en las características propias de la cultura autóctona, que le añaden un valor testimonial por cuanto nos revelan de las tensiones latentes en el Japón del fin de siglo. El libro, por lo demás, lleva bien el paso del tiempo, aún tiene cosas que aportar al lector de hoy, sobre todo al lector interesado en la perspectiva de género. Una buena obra, en definitiva.

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