La ministra se deshizo en elogios a su propia gestión y descalificaciones a los populares, señalando que el rescate del pesquero vasco se llevo a cabo, como siempre, si colaboración alguna de sus adversarios políticos. La realidad, sin embargo, apunta a que nuestro actual gobierno pagó el rescate a los secuestradores, lo que me parece estupendo obrando con el corazón, pero sin pensar en las consecuencias. Ceder al chantaje de extorsionadores y delincuentes por parte de la administración de un país del primer mundo, es un síntoma de debilidad y una patente de corso para animar futuras acciones similares por parte de ciudadanos de países que no tienen nada que perder, ni unos, ni otros. Todos queremos, queríamos, ver a los treinta y seis marineros libres de peligro en sus casas, pero no a cualquier precio, sino mediante las acciones, con fuerza o no, que resultasen necesarias en la necesaria operación. El gobierno de Zapatero negocia con ETA mientras la banda terrorista le explica como se puede llevar a cabo la demolición acelerada de la terminal T4 en Barajas, pese a lo que sostiene los contactos, como si de una travesura se tratase. Paga a los secuestradores de nuestros pesqueros, y en todos los casos, se pagan los platos rotos por parte de una población agobiaba a impuestos, necesarios para sufragar los caprichos, estos y otros, de nuestro leonés errante.
No vi a la Sra. Chacón saltar a la calle con pancartas cuando Obama ejecutó a Bin Laden sin contemplaciones, practicando la incoherencia ideológica de la que hace gala con tanta frecuencia la izquierda pseudoprogresista, pero se nota con escrúpulos cuando lo que hace falta es presionar, no solo a los piratas, sino al gobierno que los encubre y apoya tácitamente. Las fuerzas del Estado están para estos casos, el CNI, además de facilitar información sobre los cotilleos internos de los partidos políticos, tiene otro tipo de misiones, además de equivocarse a la hora de pagar sobornos y rescates. Me alegro de que los marineros vascos estén en sus casas, pero me entristece el escaso respeto que merecemos a los delincuentes, terroristas, extorsionadores y toda suerte de peligros que acechan a nuestro Estado de Derecho.