Todo lo que sube tiene que bajar reza una máxima de Isaac Newton, pero en este caso hace rato que para de bajar. El Inter de los argentinos tocó el cielo hace ya un año y medio cuando de la mano de Mourinho se consagró campeón de Europa, pero desde entonces no hace más que entrar en una pendiente que lo hace estar deambulando por el Calcio y no tener margen de error de en la Champions. En la ida de octavos, los neroazurros perdieron sobre la hora con el Olympique Marsella por 1 a 0 y deberán remontar en Milán.
La cosa venía ‘fulera’ para los italianos tras caer goleado el pasado fin de semana 3 a 0 contra Bologna, en el San Siro. Tan mal está la relación de los hinchas con el equipo que dirige Claudio Ranieri (¿hasta cuándo?) que tras despedirse de la lucha por el Scudetto se escuchó el nombre del DT que todos quieren: Mourinho. Y con lo que pasó en Francia parece ser el último clavo en la continuidad del entrenador.
El objetivo de la visita en tierras marsellesas era claro a la hora de plantear el partido: no regalar espacios y tratar de pescar una contra que le de ese tanto que le diera la tranquilodad para afrontar la serie. El local cargaba con la responsabilidad de llevar los hilos del partido y con la velocidad de sus volantes externos complicaba a la defensa de Lúcio y compañía.
Algo destacado de Inter fue la actuación del uruguayo Diego Forlán, quien aprovechó su condición de titular y se mostró muy activo, buscando el gol que se le negó, pero del que estuvo cerca. No lo logró porque el francés Steve Mandanda siempre estuvo atento.
Y cuando parecía que la visita sacaba el resultado que fue a buscar llegó el cabezazo del ghanés André Ayew para que el Velodrome explote de alegría y el Inter se vaya más preocupado de lo que llego.
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