[Ricardo Portmán] @ecosdelviniloCreador de algunos de los riffs de guitarra más efectivos, sencillos y trascendentales de la historia de la música; compositor prolífico y un grandioso pero infravalorado letrista; frontman indiscutible y niño terrible hasta su vejez, Chuck Berry lo ha sido todo y su sombra ha llegado a cubrir las fuentes de inspiración de todos y cada uno de los referentes de las últimas seis décadas. Su cuerpo se encontró sin vida y la leyenda ha tomado un derrotero diferente e insalvable. Berry nunca fue de sonrisa fácil ni de concesiones salvo que los números le convencieran; era un artista a la antigua y eso le mantuvo en una burbuja que le sumaba mística a su figura. Vivir junto a su propio legado tuvo que ser un peso enorme para este hombre de orígenes sencillos y explosivo mal genio. Quienes le admiraban y siguieron su estela si que supieron beber de sus estrofas y crear los sonidos que desde su éxito rendían tributo al maestro. Sin Rock & Roll Music y Johnny B. Goode quizás no habríamos tenido un John Lennon; sin Roll Over Beethoven George Harrison jamás habría terminado de romper el cascarón; en el mítico disco Get Yer Ya-Ya’s Out! los Stones hacían los honores incluyendo Carol y Little Queenie. La lista se puede eternizar y no llegar a hacerle justicia a la grandeza del cancionero de Berry.
Es indudable que vivimos un tiempo que por leyes naturales nos esta quitando a los pioneros y que cada una de sus partidas afectan en mayor o menor medida a los que han crecido desde las pistas del vinilo y las cintas de reproducción, pero el fallecimiento de Chuck Berry va más allá de todo, porque es la muerte del padre que deja en orfandad a todos los nacidos bajo el ala del rock n’ roll.
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