Revista Opinión

Ciencia Y Religión ¿son Compatibles?

Publicado el 26 febrero 2019 por Carlosgu82

Mucho se ha debatido en torno a si ciencia y religión son compatibles o no. En primer lugar, no existe la ciencia en general, cada ciencia es particular porque toma solo una parte del saber para estudiarlo. En segundo lugar, las ciencias solo tienen en común el utilizar un método científico, ser falsables, verificables intersubjetivamente como querían los positivistas lógicos que fueran todas las proposiciones con sentido, etc. Por lo demás, unas llegan a leyes (nomotéticas) y otras no (idiográficas según Windelband).Tampoco existe la religión en general, sino múltiples religiones, algunas basadas en dogmas y otras no (las religiones paganas carecían de ellos, los dogmas nacieron con el cristianismo triunfante en Roma). La existencia de un Dios no es incompatible con la ciencia, pero algunos dogmas sí. Por ejemplo, el del pecado original es incompatible con la paleontología, que muestra cómo la muerte existió mucho antes de que hubiera humanos y, por tanto, no es consecuencia de ningún pecado. En el fondo, la visión judeocristiana y la científica requieren universos distintos. Stephen Hawking lo dice claramente en El gran diseño. La ciencia precisa un universo de leyes fijas, no uno sujeto a la voluntad de un creador que puede modificarlas cuando quiere. Se refiere al Dios judeocristiano, porque ni el Dios de Aristóteles ni el de Spinoza modifican leyes de la naturaleza. Por eso Spinoza negó todo milagro, incluida la encarnación del verbo y la inmortalidad del alma. La ciencia, especialmente la física, requiere un universo con leyes fijas, anteriores a toda conciencia. Por ejemplo, para medir su antigüedad o la de la Tierra, necesita que los elementos tengan la misma velocidad de degradación ahora que hace millones de años, que la luz tenga la misma velocidad hoy que hace millones de años, cuando ninguna conciencia podía medirla. En cambio el judeocristianismo requiere un universo elástico, racionalmente hecho, pero modificable por una voluntad superior. Si no hay esa posibilidad, los milagros son imposibles, empezando por la resurrección de Jesús. Esta requería que un cuerpo con un corazón traspasado, órganos que habían iniciado su destrucción, etc. se regenerara, avanzara en el sentido del incremento del orden mientras que todo el universo avanzaba en sentido del incremento del desorden, guiado por la segunda ley de la termodinámica. La ascensión al cielo del cuerpo glorioso es aún más difícil en la cosmovisión actual. Para los antiguos era fácil, puesto que pensaban que los astros estaban a distancias mucho más cortas. Más allá del cielo de las estrellas fijas se hallaba Dios, por lo que podía recibir a su Hijo tras un corto viaje por unos cielos custodiados por ángeles y con astros pulidos, formados por una quinta esencia inmortal. Dios estaba fuera del pequeño universo medieval. Según el teólogo William Lane Craig, Dios está fuera del inmenso universo actual, de al menos 30000 millones de años luz de un extremo a otro (es el horizonte que ha recorrido la luz desde el big bang, puede haber una gran porción del universo fuera de ese horizonte). Para que el resucitado se reuniera con su padre más allá del universo visible, habría sido preciso que viajara a velocidades inconcebibles, ya que incluso a la velocidad de la luz apenas habría recorrido 2000 años y no habría salido aún de la Vía Láctea. La velocidad de escape de la Tierra para cualquier cuerpo es de 11,4 km/s, para escapar del universo la velocidad sería inimaginable y las alteraciones de ese cuerpo inconcebibles, ya que solo a la velocidad de la luz habría perdido su longitud, la masa sería infinita y el tiempo se habría detenido.
La ubicación del cielo no era problema para los medievales, empezaba en la Luna y terminaba más allá de las estrellas fijas, a unos cuantos miles de kilómetros del centro del cosmos, la Tierra inmóvil. Pero hoy es un problema. Tanto que los últimos pontífices han optado por decir que es un estado del alma, no un lugar. No sé cómo pueden estar los cuerpos de Jesús y María en un estado del alma. Otra opción es adherirse a la opinión que expresaron el papa san Dámaso y san Jerónimo en el siglo IV: como Jesús era también el logos, el conocimiento que Dios tiene de sí mismo y el custodio de las ideas eternas, tuvo que mantenerse en el cielo al mismo tiempo que estaba en la Tierra. Esa tesis, que no ha sido profundizada por la Iglesia porque minimizaría el sacrificio del cordero, evita el viaje imposible del cuerpo resucitado más allá del cosmos.


Volver a la Portada de Logo Paperblog