Revista Libros

Cinco mentiras sobre el mundo editorial

Publicado el 01 noviembre 2013 por Rusta @RustaDevoradora

Cinco mentiras sobre el mundo editorial 1. Las editoriales no apuestan por nuevos autores españoles. Ejemplos de este año: Jesús Carrasco (Seix Barral), Natalia Sanmartín Fenollera (Planeta), Lara Moreno (Lumen), Dolores Redondo (Destino)… Y si hablo de las editoriales pequeñas, algunas de ellas dedicadas casi en exclusiva a los jóvenes talentos, no termino. Hace unos meses hablé del fenómeno que se ha producido a raíz de la crisis —a grandes rasgos, se apuesta más por autores españoles noveles porque salen más baratos de publicar—, pero siempre han aparecido nuevos nombres, otra cosa es su permanencia posterior o su repercusión (no todos consiguen lo mismo que María Dueñas). Lo que está claro es que hay muchísimas personas que escriben y resulta imposible que todas tengan un hueco; no obstante, de ahí a decir que las editoriales no se arriesgan con autores noveles va un trecho. 2. Hacer un libro cuesta poco dinero. Una de mis mentiras favoritas. Además del pago de los derechos de autor, que varían en función de la importancia del escritor, estos son, de forma resumida, los pasos por los que pasa un manuscrito desde que se escribe hasta que se publica: informe de lectura, edición, correcciones de estilo y ortotipografía, redacción de la contra, diseño de cubierta y maquetación, pruebas de paginación, impresión, distribución y campaña de promoción. En muchos casos hay que añadir al agente y al traductor. Todas las personas que intervienen son profesionales que cobran por su trabajo y, aunque las cantidades que se manejan puedan variar en función de las dimensiones de la editorial, salta a la vista que no es un proceso rápido ni barato. Las empresas de autopublicación que hacen creer que un libro es lo que sale del documento Word del autor transmiten una imagen engañosa; hacer un libro, un libro en condiciones, va mucho más allá. 3. Las editoriales no corrigen / editan los libros. Mucha gente se queja a menudo de la escasa corrección de algunas novelas y pone en duda que se editen los libros (es decir, que el editor proponga cambios para mejorar la obra). Sobre lo primero, depende de la editorial. Os aseguro que algunas —grandes y pequeñas— cuidan mucho todo lo que publican, porque se nota en el resultado. Deberíamos fijarnos más en esos aciertos; la mayoría solo se acuerda del corrector cuando ve un error, y eso no es justo. En cuanto a la edición, he leído entrevistas de autores españoles que reconocen que sí les propusieron cambios y otros que dicen lo contrario. Algunos hablan del tema en los agradecimientos. En fin, no sé hasta qué punto es una práctica extendida en España, pero hacerse, se hace. 4. Las editoriales solo publican libros comerciales de mala calidad porque saben que se venderán más. Depende de la editorial. Entre las pequeñas hay muchos ejemplos que demuestran lo contrario (Errata naturae, Libros del Asteroide, Impedimenta…), pero también sucede en algunas grandes (Seix Barral, Tusquets, Alianza…). Mi opinión como bloguera que ha reseñado bastantes libros no comerciales —y que ha comprobado el escaso interés que despiertan— es que el problema no (solo) está en las editoriales que publican novelas comerciales, sino en el lector poco exigente que se conforma con ellas. Tened por seguro que si lo que tuviera éxito fuera la «buena literatura», esta recibiría campañas de promoción más potentes y la oferta puramente comercial se reduciría, porque (otra frase trillada) «las editoriales son negocios» y les conviene ofrecer libros que interesen al público.
5. Los autores extranjeros lo tienen más fácil para ser publicados en otros lugares porque se conoce de antemano el éxito que han tenido en su país. De entrada, las editoriales suelen planificar sus publicaciones con un año o unos meses de antelación, de modo que a veces los derechos se compran antes de que el libro se publique, sin saber cómo funcionará. En segundo lugar, el hecho de que la obra se haya vendido bien en un país no garantiza que ocurra lo mismo en otros. Por ejemplo, El lenguaje de las flores, de Vanessa Diffenbaugh, y El insólito peregrinaje de Harold Fry, de Rachel Joyce, novelas que llegaron como best-sellers y aquí no consiguieron sobresalir tanto. Asimismo, si pensamos en autores no anglosajones, nos encontraremos con muchos escritores que han destacado en su país y sin embargo en España pasan desapercibidos. En definitiva, no niego que en algunos casos las ventas previas no sean un aliciente, pero ni mucho menos se cumple siempre eso de «libro de éxito en su país = libro de éxito en cualquier parte».
Continuará...

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