Revista Opinión

Círculos de costura en Hollywood

Publicado el 26 julio 2015 por Miguel García Vega @in_albis68

safe_image.php¿Se imaginan a Greta Garbo o Joan Cawford compartiendo patrones para hacer calceta o petit point? ¿Las ven, a ellas y otras actrices del Hollywood de los 20 y 30 entre ovillos de lana, agujas y demás material DIY en los llamados círculos de costura? Todo para pasar el rato entre amigas, hablando de sus cosas y haciendo algo útil para poner sobre la mesa del salón o regalar a un sobrino.

Hay algo que no encaja. Convendrán que una mansión de Hollywood no es el lugar más apropiado para ese tipo de actividades. ¿Dónde queda el glamour y el misterio de estrellas como Marlene Dietrich o Barbara Stanwyck enfrascadas con el punto yugoslavo?

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Joan Crawford

¿Sería por eso que el Círculo de Costura (The Sewing Circle), que es como se llamaba, se movía fuera de los focos y las afiladas plumas de los reporteros de sociedad? Las reuniones eran casi secretas  y no se invitaba a cualquiera, solo a mujeres con ganas de divertirse o vivir una experiencia interesante. Mujeres sobre todo discretas, ya que lo que se hacía en dichos círculos no podía trascender.

Seguro que a estas alturas ya imaginan que no era coser, precisamente.

Los círculos de costura no eran más que fiestas privadas exclusivas para lesbianas, bisexuales o mujeres que, simplemente, querían experimentar cosas nuevas. Esto encaja más con el perfil de las invitadas ¿verdad? Más que orgías, se trataba de un lugar sin miradas indiscretas para relacionarse libremente y comportarse relajadamente, tal como les apeteciera.

salomé y nazimova
El nombre de Círculos de Costura se atribuye a Alla Nazimova, una actriz famosa en los tiempos del cine mudo cuya bisexualidad era un secreto a gritos en el ambiente. En 1923 produce y protagoniza la película muda Salomé, basada en la obra de Oscar Wilde. El rumor en Hollywood, no confirmado, es que por expreso deseo de Nazimova, ser gay, lesbiana o bisexual era un requisito indispensable para trabajar en dicha película.

Parece contrastado que las primeras reuniones del Círculo tuvieron lugar en El Jardín de Alá, el palacete de estilo español que se compró Nazimova cuando se mudó a California. Pero a partir de ahí, el resto de lo que se cuenta queda en ese reino imaginario de Hollywood, lugar edificado sobre efectos especiales por arquitectos del marketing.

jardin de alá
Mitos y leyendas

Se compara a la mexicana Dolores del Río, cuya casa también fue sede de los círculos, con Rodolfo Valentino, por todas las chicas que se levantaba en esas fiestas. Se habla de las asiduas visitas de Ava Gardner (en pie, por favor), Barbara Stanwick o Tallulah Bankhead, de las agrias peleas entre Greta Garbo y Marlene Dietrich por ligarse a las mismas chicas, o de aquella vez en la que Joan Crawford apareció en la fiesta únicamente vestida con pintura dorada, pintura que acabó de alguna manera en Talulah Bankhead; cuya obsesión, cuentan, eran las señoritas vestidas de sirvientas, por cierto.

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Marlene Dietrich y Greta Garbo en Vanity Fair

En el ambiente artístico estadounidense, tanto en el Este como en el Oeste, los gustos sexuales de cada cual no suponían nada más grave que ser motivo de cotilleo. Y lo eran, pero sin salirse de madre. A veces, tanto en películas como en prensa, se dejaba caer algún doble sentido, alguna insinuación, como cuando Vanity Fair en 1932 publicó fotos de Garbo y Dietrich con un pie que decía “miembros del mismo club”.

La legión de la decencia y las bodas lilas

Pero todo de forma muy discreta, para no estropear el negocio. Desde los años 20 los eternos guardianes de la moral habían puesto su mirada en Hollywood. La enorme capacidad del cine para propagar ideas o conductas no había pasado por alto y la Iglesia Católica, a través de la Legión de la Decencia (1933), ataba en corto a la industria cinematográfica. Por eso, aunque las productoras no se metían demasiado en las vidas privadas de sus estrellas, éstas tenían prohibido por contrato mostrar su homosexualidad o cualquier conducta considerada indecente. Cualquier desliz significaba tarjeta roja y expulsión del edén.

En ocasiones, para salvar el negocio (nadie quiere degollar a la gallina de los huevos de oro) se organizaba lo que se conocía como una boda lila, (lavender marriage). Cuando los rumores sobre la homosexualidad de alguien se hacían demasiado ruidosos se le concertaba una boda que sirviera como tapadera. A veces los dos eran homosexuales, a veces no. El caso es que así ambos quedaban investidos de pareja como dios manda y seguían con su vida, cada uno por su lado. Eso sí, con mucha discreción, en pequeños círculos como el que nos ocupa. Y así la decencia salvada y todos contentos ¿no?

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