Revista Cultura y Ocio

"Cita con Rama" de Arthur C. Clarke (1973)

Publicado el 28 junio 2013 por Tomas

Hola a todos. Hoy aprovechamos nuestro día libre y madrugamos para traer nuestra nueva reseña, que se mueve una vez más dentro de los dominios de la Ciencia-Ficción y es uno de sus títulos más representativos. Siempre nos ha gustado el tema del contacto con otras especies inteligentes tratado desde un punto científico más allá de los "hombrecitos verdes", y analizando las dificultades que surgirían del encuentro entre dos cosmogonías radicalmente distintas; tanto en el cine ("Encuentros en la tercera fase", "Abyss") como en la literatura ("Contacto" de Carl Sagan o "Solaris" de Stanislaw Lem). Habíamos leído otros títulos de Clarke, pero nos faltaba éste, que un amigo del trabajo nos recomendó animadamente. Le hicimos caso y ahora no nos arrepentimos en absoluto. Veamos por qué:

Título: Cita con Rama (Rendezvous with Rama)

Autor: Sir Arthur C. Clarke (1917-2008), astrónomo, matemático, físico, escritor, divulgador científico y precursor de la órbita geoestacionaria de los satélites artificiales (u órbita Clarke).

Lo leemos...: En digital, en nuestro Kindle.

Sinopsis: Siglo XXII. La Humanidad ha conquistado el Sistema Solar, donde prospera plácidamente, hasta la repentina irrupción en el mismo de un enigmático y gigantesco objeto cilíndrico de cuarenta kilómetros de diámetro, que se dirige directamente hacia la Tierra con intenciones desconocidas y tal vez hostiles. Una misión tripulada saldrá a su encuentro pero ¿estará preparado el ser humano para el contacto con una forma de vida extraterrestre?

¿Cómo la podemos definir?: Como una novela de Ciencia-Ficción dura y de Anticipaciónsobre el primer contacto con otra especie inteligente, prestando gran atención a los aspectos científicos y técnicos, manteniendo la trama dentro de lo teóricamente pausible, y que posee un fino sentido del humor hacia el mundo académico-científico.


¿Qué podemos destacar de ella?: Que se la considera el buque insignia de la Ciencia-Ficción dura yuna obra maestra de la Ciencia-Ficción como género; y que supone el inicio de una tetralogía (escrita a partir del segundo volumen por Clarke en colaboración con Gentry Lee).

La trama parte de una idea que consideramos original: En al año 2077, un gigantesco asteroide que nadie vió llegar impacta contra la Tierra, concretamente al norte de Italia, causando 600.000 muertos, un millón de heridos, daños materiales por valor de un trillón de dólares e incalculables pérdidas para el patrimonio histórico, artístico y cultural. Decidida a que algo semejante no vuelva a ocurrir jamás, la Humanidad olvida su escalada bélica nuclear y redirige sus esfuerzos al Proyecto Vigilancia Espacial. Y así comienza nuestra historia.

Clarke sitúa los acontecimientos en un siglo XXII en el que la Humanidad, una vez superadas sus diferencias internas, se ha expandido por los planetas y asteroides del Sistema Solar capaces de albergar vida. La antigua ONU ha cedido el puesto a un consejo de siete miembros, uno por cada mundo habitado (Mercurio, La Tierra, La Luna, Marte, Ganimedes, Titán y Tritón). Esta diáspora ha dado lugar al nacimiento de nuevas identidades, de nuevas culturas y filosofías, humanas pero no terrícolas, lo cual a nosotros, por deformación profesional, nos ha interesado particularmente. Cuestiones antropológicas aparte, el autor nos está ubicando en un escenario en que el progreso tecnológico permite al ser humano el desplazamiento y la comunicación ágiles y constantes dentro del Sistema Solar, y desplegar por todo él un sistema de detección de asteroides, lo que será fundamental para dar consistencia a la trama.

Dijimos que detecta un objeto cilíndrico de cuarenta kilómetros de diámetro, aparentemente hueco, cuya trayectoria parece llevarlo directamente al centro del Sistema Solar. Rápidamente se envía una nave, la "Cita con Rama" trata del contacto con una especie extraterrestre ¿Dónde está entonces? Calma, vamos con ello. Todo arranca cuando el citado Proyecto Vigilancia Espacial Endeavour, capitaneada por el comandante Norton, al encuentro de Rama, pues así se bautiza al objeto, en nombre del dios hindú. El acceso al interior de Rama desvelará un micromundo de proporciones ciclópeas, cuya exploración e intento de comprensión serán el eje central de la novela.
Sir Arthur emplea un estilo sencillo, directo, frío incluso. No hay lugar para florituras ni recursos estilísticos elaborados. Las descripciones son exactas y pulcras pero no excesivamente detallistas. Priman los hechos y su narración es casi una crónica periodística, nos ubica con precisión dentro de Rama (de tamaño colosal como veremos) y su narración es ordenada, lineal, muy fácil de seguir.

Hemos de decir, y esto no es una crítica negativa, sino que entendemos que es algo propio de la Ciencia-Ficción dura, que por momentos es desapasionado, aséptico. Los personajes están elaborados, tienen motivaciones y trasfondo, pero Clarke los trata con desapego. Cumplen su función, pero no llegamos a encariñarnos con ellos, a empatizar. Nosotros particularmente hemos sentido simpatía por Boris Rodrigo, el honesto y eficiente cristiano del cosmos, por la entusiasta doctora Laura Stern, o por el responsable y bígamo comandante Norton, pero el grado de implicación no es tal que lleguemos a temer por ellos, a sufrir por sus vidas o a entusiasmarnos con sus logros.

Esta frialdad, tan propia del positivismo, se extiende al conjunto de la obra, y puede echar hacia atrás a aquellos lectores que busquen una historia más vibrante y un relato más vivo, más literario. Para nosotros, en cualquier caso, nos parece un estilo adecuado a los intereses del autor, que son exponer unos hechos científicamente pausibles, sin excesivas licencias artísticas, donde los personajes no son héroes, sino actores de reparto de una historia donde el verdadero protagonista es Rama.

Hablemos, pues, de Rama, y de las gigantescas dimensiones que anticipamos más arriba. Rama, con cuarenta kilómetros de diámetro, contiene en sí mismo todo un pequeño planeta, que incluye un ancho mar central, varias ciudades y tres escaleras tan extraordinariamente elevadas (más altas que el Everest) que tienen diferente gravedad a lo largo de su extensión. La tripulación de la Endeavour necesitará días enteros para bajar y subir las escaleras y para moverse por el interior de Rama, incluso elaborando una rudimentaria embarcación para atravesar el mar interior.

Rama, que parece estar aletargada cuando Norton y su tripulación acceden a él, cobra vida ante su presencia, encendiendo seis gigantescos soles artificiales, generando una atmósfera respirable y poniendo en funcionamiento un ejército de biotas con diversas formas y funciones, como observación y limpieza. Pese a que nunca veremos a los ramanes, sabremos que su morfología está basada en el tres, y que poseen un nivel tecnológico muy superior al nuestro, habida cuenta de todos los misterios que Rama nos proporciona: Su origen, su procedencia y su destino, su antigüedad, su modo de propulsión (pues carece de toberas o reactores visibles) y sobre todas ellas, sus creadores y su propósito.


Para narrarnos los acontecimientos que se producen dentro (y fuera) de Rama, Sir Arthur no escatimará detalles técnicos [reconocemos sinceramente que muchos de ellos se nos escapan] de forma que todo se ajuste a lo pausible, y se tomará pocas licencias artísticas. Así, los protagonistas no escaparán a las leyes de la física, como la gravedad, el efecto coriolis o las diferencias de atmósfera, a la hora de evolucionar dentro de Rama.

No queremos desvelar esta vez detalles de la trama, pero sólo queremos resaltar que, curiosamente, el mayor peligro para los sufridos tripulantes del Endeavour, venga de fuera de Rama, y no de dentro. Y es que, como dijimos anteriormente, Sir Arthur tiene un sentido del humor muy fino, muy inglés, y no da puntadas sin hilo. Este manejo tan delicado de la ironía impregna todo el texto, y además de suponer un contrapunto a la frialdad que hemos citado, permite al autor hacer una crítica tanto del mundo académico y científico y sus particularidades, como de la alta política y de cómo sus decisiones y criterios económicos y nacionalistas repercuten en la Ciencia (ya hablamos de las diferencias identitarias nacidas de la diáspora de la Humanidad, que evidentemente derivarán en facciones con intereses propios).

Finalmente, y sobre esto hemos de reconocer que nos lo han chivado, cabe decir que la saga que se inicia con "Cita con Rama" sufrirá una severa transformación en sus siguientes entregas, de la mano de su co-autor Gentry Lee, quien le dará un enfoque mucho más literario, más épico, otorgando a los personajes un carácter más heroico, mientras que Clarke se encargará de supervisar los aspectos técnicos para mantener el rigor científico. Nosotros iremos constatándolo a medida que leamos los siguientes volúmenes.

¿Hemos subrayado algún párrafo?: Nos interesaba, por una parte, algo relacionado con Rama, y por otra, ilustrar un poco el estilo del autor, así que hemos escogido unos cuantos:

"[...]Pero había algo que ninguna imagen electrónica podía absolutamente reflejar, y era el abrumador tamaño de Rama. No había recibido nunca una impresión semejante al descender en un cuerpo natural como la Luna o Marte. Esos eran "mundos", y uno esperaba que fueran grandes. También había descendido al Júpiter VIII, que era un poco más grande que Rama, y le pareció un objeto pequeño. No resultaba tan difícil resolver la paradoja. El hecho de que Rama era un artefacto, millones de veces más pesado que cualquier objeto puesto alguna vez por el hombre en el espacio, alteraba por completo su criterio, su sentido de las proporciones. Rama tenía una masa de lo menos tres trillones de toneladas; para cualquier astronauta éste no era sólo un pensamiento impresionante sino también aterrador.[...]"
"La cavidad interior es de quince kilómetros de largo y dieciséis de ancho. Los dos extremos tienen forma de cuenco, con geometrías bastante complicadas. Hemos llamado al nuestro, Hemisferio Norte, y estamos estableciendo nuestra primer base aquí, en el eje. -Partiendo radialmente del cubo central, con una separación de 120 grados hay tres escaleras de casi un kilómetro de largo. Todas terminan en una terraza o meseta circular, que rodea el cuenco. De allí parten otras tres enormes rampas, en la misma dirección, que descienden hasta la planicie.[...] Las escaleras -las hemos denominado Alfa, Beta y Gamma- se interrumpen en cinco terrazas circulares más. Estimamos que deben tener entre veinte y treinta mil peldaños [...] El Hemisferio Sur muestra un aspecto totalmente distinto. Para empezar, no tiene escaleras y ningún llano cubo central. En cambio, hay un inmenso mástil de kilómetros de largo a lo largo del eje, con seis más cortos alrededor. El conjunto es muy extraño, y no podemos imaginar qué significa. A la sección cilíndrica de cincuenta kilómetros entre los dos cuencos la hemos bautizado 'Planicie Central'. [...] El rasgo más notable de la Planicie Central es la faja oscura de diez kilómetros de ancho que la circunda en la mitad. Parece hielo, de modo que le hemos dado el nombre de Mar Cilíndrico. Y en el centro justo hay una especie de isla de forma ovalada, de unos diez kilómetros de largo y tres de ancho, cubierta de altas estructuras. Porque nos recordaba a la antigua Manhattan, la hemos llamado Nueva York [...]"

Y sobre la Humanidad, su nueva forma de vida, y sobre el sentido del humor de Clarke:

"Había sido un grave error, pensaba el doctor Bose a menudo, fundar el Cuartel General de los Planetas Unidos en la Luna. Inevitablemente, la Tierra tendía a dominar los procedimientos, como dominaba el paisaje más allá de la cúpula. Si necesariamente tenían que levantar esa sede allí, quizá debieron hacerlo en la otra cara de la Luna, allí donde ese disco hipnótico jamás lanzaba sus rayos. Pero, claro está, era demasiado tarde para cambiar, y, de cualquier manera, no había en realidad alternativa. Que les agradara o no a las colonias, la Tierra seguía siendo la dueña y señora de la cultura y la economía del sistema solar por los siglos venideros."
"El Comité Rama era todavía lo bastante reducido como para resultar manejable, aunque sin duda no tardaría en cambiar este satisfactorio estado de cosas. Sus seis colegas -cada uno representaba a uno de los miembros de los Planetas Unidos- estaban presentes en carne y hueso. Tenía que ser así: la diplomacia electrónica no era posible a través de las distancias propias del sistema solar. Algunos viejos hombres de estado, acostumbrados a las comunicaciones instantáneas que la Tierra consideraba desde hacía tiempo como cosa natural, nunca se habían resignado al hecho de que las ondas de radio tardaban minutos, a veces horas, en su viaje a través de los abismos entre los planetas."
"Durante toda su carrera profesional pensó siempre en el Universo como en un campo de acción para las titánicas fuerzas impersonales de la gravitación, el magnetismo, la radiación. Nunca creyó que la "vida" desempeñara un papel importante en el esquema de las cosas, y consideraba su aparición en la Tierra, Marte y Júpiter como una aberración accidental."
"Según los libros de historia -aunque realmente nadie lo podía creer- hubo una época en que las antiguas Naciones Unidas tenían 172 miembros. Los Planetas Unidos tenían sólo siete; y eso ya provocaba suficientes problemas. En orden de distancia del Sol, estaban Mercurio, Tierra, Luna, Marte, Ganimedes, Titán, y Tritón. La lista contenía numerosas omisiones y ambigüedades que presumiblemente el futuro se encargaría de rectificar. Los críticos nunca se cansaban de señalar que la mayoría de los Planetas Unidos no eran planetas sino satélites. Y qué ridículo que los cuatro gigantes, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, no hubieran sido incluidos. Pero nadie vivía en los Gigantes de Gas, y posiblemente nadie viviría nunca. Lo mismo podía decirse de otro de los grandes ausentes, Venus. Aun los ingenieros planetarios más entusiastas estaban de acuerdo en que tardarían siglos en domar a Venus: entretanto, los mercurianos no lo perdían de vista, y sin duda acariciaban proyectos de largo alcance."

¿Más datos de interés?: Sí. Obtuvo entre otros el premio Nébula en 1973, y el Hugo y el John W. Campbell Memorial en 1974.


La industria del cine estuvo interesada en llevar este libro a la gran pantalla, pero finalmente descartó la idea. No hemos encontrado nada más allá de este breve vídeo de Morgan Freeman hablando sobre el tema, pues era su Productora la encargada del proyecto.

En 2001, un estudiante de Arte llamado Aaron Ross creó este trailer como proyecto académico. En el 2009, cedió su trabajo para que otro estudiante llamado Philip Mahoney lo reeditase con el mismo fin, y este es el resultado. Si esa película realmente existiese, nosotros correríamos a verla. Y para los amantes de la Serie Z, también está la versión con Legos.

Hasta aquí se extiende nuestra reseña de hoy. Nos gustaría recomendaros este libro, por supuesto a aquellos aficionados a la Ciencia-Ficción que no lo hayais leído aún, y también a aquellos que deseeis acercaros a este género y dudéis por donde comenzar, pues estáis ante una de sus obras cumbre. Ya sabeis que Arthur C. Clarke es responsable de otros títulos significativos como "2001: Una Odisea Espacial", "Cánticos de la lejana Tierra" o "Alcanza el Mañana". Por nuestra parte nos despedimos hasta la próxima, vamos a intentar aprovechar un poco el día libre. Nos leemos!


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