Revista Opinión

Ciutadans de Cataluña, una campaña política impecable

Publicado el 22 noviembre 2012 por Franky
Ciutadans de Cataluña, una campaña política impecable Joaquín Leguina, el único socialista intelectualmente honrado que conozco, acaba de afirmar que si él fuera catalán votaría a Ciutadans, no a los socialistas catalanes, porque los planteamientos y propuestas de Ciudadanos son más claros y acertados. Creo que muchos demócratas de este país haríamos lo mismo porque la campaña política del partido de Albert Rivera ha sido impecable y digna de elogio.

Ciudadanos ha defendido y reivindicado como ningún otro partido, la unidad de todos en Cataluña, España y Europa, el único mensaje que tiene solvencia suficiente para imponerse al rastrero mensaje de ruptura lanzado por CIU.

El partido de Albert Rivera ha sido capaz de captar para su causa a mucha gente libre y honrada que, en ocasiones anteriores, votó al PP, al PSOE e, incluso, a CIU, lo que constituye un mérito en un ambiente tan confuso y viciado como el que han creado los nacionalistas en estas elecciones.

Otro acierto del partido ha sido reivindicar una nueva ley electoral más equilibrada y justa, donde se le otorguen escaños al voto en blanco, una fuerza que crece cada día más en esta España descontenta y desengañada por la incompetencia, corrupción y arbitrariedad de la clase política.

Las encuestas otorgan al partido de los ciudadanos un crecimiento notable, tras perfilarse como el mas beneficiado por las deserciones del PSC y del PP catalán, cuyos planteamientos están cargados de confusión, dudas y cobardía.

Sólo hay que oír a la candidata del PP, Alicia Sanchez Camacho, afirmando a la cadena nacionalista RACV "Creo en la palabra de Artur Mas" para persuadirse que el PP, como muchas veces en el pasado, oculta propuestas, duda y sigue siendo capaz de repetir las fechorías de Aznar, cuando toleró los abusos y adoctrinamientos anticonstitucionales del nacionalismo catalán, pactó con ellos para afianzar el poder del PP en el Estado y compró votos a CIU, pagando por ello facturas vergonzosas e inconfesables.

A pesar del fanatismo, el odio y la ceguera que domina a buena parte del electorado catalán, muchos ciudadanos honrados y demócratas de Cataluña saben que el nacionalismo no es el único culpable de que Cataluña esté hoy al borde de la independencia y que el PP y el PSOE, sobre todo los socialistas en tiempos de Zapatero, tienen por lo menos la misma culpa, tras haber permitido los abusos y violaciones nacionalistas de la Constitución, la insumisión y el desacato ante los altos tribunales y el adoctrinamiento fascista de los jovenes en el odio y la revancha frente a la nación común. Los dos grandes partidos españoles lo han permitido todo e, incluso, han alentado la separación, como ocurrió con Zapatero, que impulsó el nuevo Estatuto de Cataluña sin que nadie lo reivindicara ni demandara, salvo sus amigos nacionalistas, para incrementar su poder y control de una sociedad catalana que cada día estaba más secuestrada por su corrupta, despilfarradora e inepta clase política.

La Cataluña que Artur Mas conduce hacia la independencia y el conflicto es una caja de sorpresas que esconde bajo la alfombra del poder muchas desvergüenzas, arbitrariedades, abusos e ignominias. Un ejemplo es el fraude fiscal, el más alto de Europa, cercano ya a los 18.000 millones de euros, casi el 25 por ciento del PIB catalán, amparado por el propio gobierno, que ha decidido no controlarlo.

Ante ese panorama desolador, que impide a los honrados y decentes votar a los nacionalistas y a sus cómplices, los grandes partidos nacionales de derecha e izquierda, surge limpia, valiente y decente la opción de Ciudadanos, un partido que mira al frente y a los ojos de sus votantes, sin volver el rostro y sin esconder miserias porque no tiene nada que ocultar.

He conocido a Albert Rivera y he conversado con él lo suficiente para descubrir que es un tipo limpio y lúcido, capaz de entender que Artur Mas, al alimentar el odio y al sustraer dinero de la sanidad para regalarlo a los medios de comunicación que le defienden, se comporta como un auténtico fascista. También es un demócrata que, milagrosamente, ha sabido mantenerse al margen de la corrupción que suele emanar de los partidos políticos y del sistema español en funcionamiento. Albert cree en la libertad, conoce las reglas de la democracia y las respeta, proyectando hacia la ciudadanía una oferta limpia y sin trucos. Ojalá, para bien de Cataluña y de España, sus filas crezcan y su presencia en el Parlament sea lo bastante nutrida para impregnar de decencia y política limpia aquella pocilga ensuciada a diario por el nacionalismo y por los depravados grandes partidos españoles.



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