Revista Cultura y Ocio

Clonar a Jacqueline

Publicado el 19 febrero 2017 por María Bertoni
Clonar a JacquelineEn pocos días, el film de Larraín competirá por tres premios Oscar: a la Mejor Actriz Protagónica, al Mejor Vestuario, a la Mejor Música Original.

‘Meticuloso’ es el adjetivo que mejor describe a Pablo Larraín como director de Jackie. De hecho el realizador chileno reconstruyó con pasmosa precisión los dos soportes mediáticos que sostienen este retrato ficcional de Jacqueline Bouvier de Kennedy: el reportaje exclusivo que la revista Life publicó quince días después de perpetrado el atentado fatal contra el esposo Presidente, y el Tour a la Casa Blanca que CBS News emitió un año antes. El problema con este talento es que a veces resulta contraproducente.

Jackie seguro impresionará a los espectadores familiarizados con el especial televisivo que Charles Collingwood condujo en febrero de 1962, y con el artículo que Theodore White escribió a principios de diciembre de 1963 tras su visita a la residencia de Hyannis Port. Este público conocedor celebrará tanto la impecable recreación de los entretelones de ambas producciones periodísticas (y de la transmisión en vivo del cortejo fúnebre) como la camaleónica conversión de Natalie Portman en la joven viuda del asesinado John Fitzgerald.

Sin dudas, la actriz se mueve y habla como Jacqueline se desenvolvía ante cámaras (atención a la imitación de esta recordada intervención en idioma español). Por otra parte, la vestuarista Madeline Fontaine y el equipo de maquillaje contribuyeron a engendrar la suerte de clon que el montajista Sebastián Sepúlveda habrá aprovechado al máximo a la hora de compaginar fragmentos de apariciones televisivas históricas con secuencias reconstruidas al pie de la letra.

La promesa de un retrato enmarcado por un momento preciso -en este caso, las horas inmediatamente posteriores al magnicidio cometido en Dallas- podrá llamar la atención del público alérgico a las biografías tradicionales. Pero, acaso por el empeño puesto en la elaboración de réplicas perfectas, Larraín desatendió la pretensión de una semblanza capaz de destacarse en la extensa lista de (tele)films dedicados a los Kennedy.

Los espectadores que desconocen el recorrido por la Casa Blanca y/o el reportaje incluido en este número monotemático de la revista Life encontrarán en Jackie una aproximación tan aparatosa como la mayoría de las biopics que narran una vida desde los años mozos hasta la vejez o muerte. La sensación de dejà vu aumentará ante el tenor de la conversación entre la protagonista y el sacerdote que interpretó el hace poco fallecido John Hurt.

Es posible que a estos mismos espectadores les resulte insoportable lidiar durante cien largos minutos con la voz debidamente afectada de Portman. Por si hiciera falta, vale aclarar que la culpa no es de la actriz sino del modo de hablar del personaje imitado.


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