Revista Coaching

Coaching Organizacional: el compromiso con la organización

Por Tbenedetti

La camiseta. ¿Quien se la pone? No, no hablo de la de Boca ni la de River (menos ahora que está en la B). Me refiero a la camiseta de la empresa. En Gran Bretaña, apenas el 20% de los empleados, y en Francia, sólo el 17%. Pero como la globalización está más instalada que nunca, la Argentina no se queda afuera de este fenómeno. Así lo asegura un estudio de la consultoraWhalecom entre 203 alumnos del máster en Administración de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella, en general, gerentes o líderes de empresas de primera línea con potencial de crecimiento: el 42,36% respondió que no se siente entusiasmado y excitado con su trabajo. Sin embargo, el 81,28% manifestó que con frecuencia busca mejoras que no le fueron requeridas. Lo que parece una contradicción tiene para Paula Molinari, directora de Whalecom, una explicación sencilla: “La gente tiene claro cuál es su responsabilidad. El disfrute es otra cosa. Hago lo que tengo que hacer, pero no disfruto, no estoy entusiasmado”. 

Cada situacion en su lugar

La palabra “entusiasmo” queda corta, por eso los especialistas hablan de compromiso emocional o engagement. Esas sensaciones que ligan a la gente a la empresa, al jefe, a los compañeros. Hasta el punto de mantener la confianza aun frente a promesas que no se cumplen. ¿Por qué este vínculo presenta los niveles más bajos de la historia? Según Molinari, debido al conflicto entre distintas mentalidades. “Los jóvenes no encuentran que el mundo corporativo opere como ellos quisieran. Los mandatos del siglo XX chocan con las preferencias actuales, y los paradigmas que han dominado la gestión de las personas ya no funcionan como deberían.” Paloma Trilles, licenciada en Relaciones del Trabajo, coloca el fenómeno en un contexto más amplio: “El entusiasmo se vincula con un sentimiento de plenitud que no está presente en nuestros días. Como han señalado Richard Bandler y John Grinder, creadores de la programación neurolingüística, un factor importante en la falta de compromiso es la depresión que hay en la sociedad. Las personas sufren porque su representación del mundo es tan pobre que no ven salida posible”. El tema se presta al debate. Incluso reclama matices. Esos que encuentra Gabriel Schwartz, de Psicología Laboral Consultores, para quien una pregunta del tipo “cómo te sentís con tu empleo” tiene tanto que ver con los últimos acontecimientos que suele ser poco representativa. “En todo caso, creo que estamos mutando hacia una actitud más profesional que afectiva hacia el trabajo.” 

Al margen de las opiniones, o como resultado de ellas, la necesidad de lograr compromiso con su tarea en los trabajadores es un punto de preocupación para los departamentos de Recursos Humanos. Es que las consecuencias de la ausencia de entusiasmo no son menores: rotación y pérdida de productividad. “La rotación es medible, por eso se habla de ella y el tema está instalado ya en el management. La pérdida de productividad, tanto en el sentido literal como en el de innovación y gestión del cambio, no es medible o es muy difícil hacerlo”, advierte Molinari. Además, la crisis de compromiso es contagiosa y ruidosa. Cuando los empleados se van, los que se quedan se sienten confundidos y frustrados.

Una cuestion de edad

“¿Tenés el pasaporte al día? El viernes salís de viaje a Nueva York”, dice el gerente. Lautaro, de 23, despliega una sonrisa tan amplia que no le cabe en la cara. Pablo, de 35, no sabe cómo disimular su desconcierto. La noticia impacta de manera distinta según la edad. “Hay personas que están altamente motivadas con realizar viajes, pero unos años después, con una familia constituida, ya no los valoran de la misma manera. El vínculo con el trabajo se relaciona con la edad y la etapa evolutiva -dice Schwartz-. Si les preguntamos a 100 jóvenes de entre 23 y 28 años si están contentos con su trabajo, probablemente encontraremos muy pocas respuestas positivas. Porque es un momento evolutivo en el que prima la inquietud por experimentar.” 

De acuerdo con los resultados del estudio de Whalecom, los jóvenes del Gen Y (nacidos entre 1980 y 2000, esos que detestan perder el tiempo) sienten que su empleo no es interesante. “Los escuchás decir: ‘¿Todo el día para esto?’. Necesitan un diseño del trabajo mucho más orientado al resultado”, opina Molinari. El grupo de gente de entre 30 y 40 tiene un alto nivel de frustración. Consideran que por más que propongan, no tienen autonomía: la organización es burocrática y frena todo. Trilles apunta a la trama detrás de la anécdota. “Los jóvenes buscan identificarse con su trabajo, que les dé satisfacción y la posibilidad de aplicar lo aprendido. Las universidades van a la cabeza de las innovaciones y las empresas, un paso atrás.” Parece que llegó el momento de que las compañías tomen nota.

Artículo de Aeljandra Abroda.

 


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