Desde que tengo memoria, no he sido una gran amante de la cocina. De la comida sí, pero preparada por otros. Siento que es más rico cuando alguien me cocina. Lo disfruto más que cuando me cocino a mí misma.
He escuchado a varias personas decir que se relajan cocinando. ¿Mi verdad? Yo me estreso. Me relaja mucho más ordenar y limpiar. Ojo, que tampoco es que sea una amante de hacer el aseo. Solo hablo de contrastes.
El tema es que hay algunas excepciones. Uno: Prefiero cocinar cosas dulces, como galletas, pie de limón, panqueques, brazo de reina. Y dos: Me gusta la idea de cocinar para alguien.
Es por eso que mis escasas actividades culinarias se han limitado a momentos de supervivencia (como cuando vivía sola y tenía que comer) o cuando decido darle un regalo a alguien, amasado con mis propias manos. Me gusta producir guatitas llenas que generen corazones contentos.
El elegido esta vez fue mi pololo. Se me ocurrió prepararle unas galletas de mermelada que típicamente se hacen en mi familia.
2. Precalientan el horno a temperatura media. Mientras tanto, sobre una superficie echan harina y comienzan a aplanar la masa. Cuando esté bien distribuida, hacen círculos de unos 5 cms de diámetro y a la mitad de los círculos que formen, les hacen un orificio pequeño (si tienen 10 círculos, a 5 de ellos le hacen un orificio pequeño).
3. Cubren una lata de horno con papel mantequilla y depositan los círculos de masa que hicieron. Dejar en el horno aproximadamente 10 minutos o más. Tienen que fijarse en que estén un poco doradas y firmes.
4. Sacan las galletas y las dejan enfriar. Luego ponen las galletas con orificio pequeño sobre las que no tienen orificio y rellenan con mermelada. Pueden poner azúcar flor encima. ¡Y listo!
Espero que a mi pololo le gusten las galletas... No hay duda de que puse cariño. ¿Ustedes tienen alguna receta que quieran compartir?
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