Revista Filosofía

Codos y tonos.

Por Juanferrero

El número uno no es un número, es un concepto, un valor pero no es un número, es el primero de los números pero sin serlo él mismo, es, por tanto, su principio en sentido lógico, no aritmético. La razón de esto es que el uno como número no se distingue de otros números aritméticamente, dicho en términos de la tradición filosófica el número uno no expresa una distinción numérica, el uno expresa una distinción real, en realidad, y valga la redundancia, el uno es el concepto que expresa cualquier distinción real. La distinción numérica es el resultado de repetir y acumular LA distinción real. 1+1=2. La distinción numérica es entre 1 y 2. Pero la repetición del uno, que es una distinción y por tanto expresa una diferencia, es lo que genera los números. Los números no pueden encontrar su fundamento en el estudio de las matemáticas que se ocuparía de su forma, pero si su concepto fundamental es exterior a la matemática misma, entonces la tarea de encontrar los fundamentos de la matemática no está en las matemáticas mismas. El fundamento se confunde con su origen que es antropológico (el codo es el ejemplo que nos puede servir desde la perspectiva antropológica) o físico (y el tono es el ejemplo que nos puede servir desde la perspectiva natural), pero en ningún caso matemático.

Sin embargo, la fundamentación de la matemática no es posible con un único concepto para fundamentarla, el otro concepto o (no) número necesario es, por supuesto, el cero. El cero como concepto es la ausencia de valor, de distinción, o de cualidad. El uno no es una categoría cuantitativa sino cualitativa. El sistema binario es la prueba de que la realidad no puede ser descrita numéricamente sino ha de apelar a distinciones que en este caso son formales, y la distinción formal, a diferencia de la distinción numérica es real (breve aclaración la distinción numérica es posible, es posible que 2+3=5, también es necesario por las definiciones que se establecen, sin embargo, la distinción entre 2 y 3como signos es una distinción formal, pero que es real, ya que expresan como el uno una diferencia, por supuesto que la diferencia no es 1, como resultado de la resta, sino que es LA diferencia que hace posible distinguir a 2 o a 3 del resto de signos). Así es como debemos entender la lógica formal, su fundamento no es formal o axiomático, sino material y pragmático. De nuevo la distinción real es anterior a la numérica y a la formal, es anterior desde el punto de vista pragmático, pero la comprensión teórica de la misma supone una anterioridad posterior, es decir que sólo la conocemos porque manejamos distinciones numéricas (matemáticas) y distinciones formales (lenguaje).

Por último la metafísica más espectacular que se ha hecho a este respecto, y digo metafísica porque no es una ontología (que habría de hacerse desde los presupuestos antropológicos y de filosofía natural) es la de Leibniz y en concreto la de su Monadología. Una mónada es una distinción real, porque no se confunde con ninguna otra, es unidad, es un valor o una cualidad. No podemos distinguir la mónadas numéricamente, en realidad son las que posibilitan los números y también el tiempo y el espacio. Pero lo más interesante y es lo que hay en el vídeo, es que Leibniz se dio cuenta de que para el cálculo, para manejar las verdades de razón, había de suponer un signo que expresara el valor, el concepto de mónada, pero sólo formalmente, y además otro signo que expresara la ausencia del mismo. La dificultad de Leibniz es que si el uno tiene como fundamento una realidad sustantiva, el cero debe también tenerla. Esto diferencia a Leibniz de Spinoza que decía que la naturaleza aborrece del vacío, y Leibniz se ve obligado a horadar el universo. Esta es una de las razones del fracaso de su metafísica (en realidad todas las metafísicas son un fracaso, pero esta representa el fracaso más bello de la historia del pensamiento).



La historia del número 1 from ramicao on Vimeo.


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