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Colmatación de pantanos y embalses

Publicado el 11 enero 2020 por Elisma_c

Algunos embalses y pantanos están casi llenos, pero no de agua. En España, el de Cordobilla, en la cuenca del Guadalquivir, por ejemplo, solo tiene 0,5 hectómetros cúbicos del líquido elemento (el 1,5% de su capacidad), el resto, hasta 34 hectómetros cúbicos, es barro. Es un caso extremo, pero no único: Doña Aldonza y Pedro Martín, también en la misma cuenca, han agotado su vida útil y tienen el 97,5% y el 94,1% de su capacidad ocupada por sedimentos. Ya no son pantanos, sino lodazales que han llegado a formar hasta islas donde crece la vegetación.

Esta situación es consecuencia de un fenómeno llamado colmatación: Se denomina colmatación al relleno total de una depresión natural o artificial (lago, albufera, embalse) o de una cuenca sedimentaria mediante la acumulación de sedimentos.

En el caso que nos interesa, se trata del relleno del fondo de los embalses, pantanos que se lleva a cabo por los aportes de sedimentos de los ríos que aportan sus aguas y arrastre de tierra por la lluvia en laderas no protegidas por vegetación. En el fondo, un problema de deforestación. También depende de la zona: en lugares graníticos, el arrastre de materiales es mucho menor. Cualquier arrastre significa una pérdida de suelo, generalmente fértil. En la zona de cultivo extensivo de olivo, en el río Guadalquivir se ha calculado que el suelo pierde, por erosión, unas 80 toneladas al año.
A este problema hay que añadir el de la eutrofización de las aguas. El exceso de nutrientes hace que las plantas, algas y otros organismos crezcan en abundancia. Durante su crecimiento y putrefacción, consumen gran cantidad del oxígeno disuelto y aportan materia orgánica (fango) en abundancia.

Colmatación de pantanos y embalses

La mayor presencia de algas puede causar que un cauce anteriormente navegable deje de serlo. Algunos de los brotes de algas producen tóxicos. Estas sustancias pueden ocasionar la muerte de animales al ser consumidas. Los animales afectados pueden actuar como vector afectando a otras especies y alcanzar a los humanos.
Las condiciones anóxicas (con escasez de oxígeno) del fondo dan lugar al crecimiento de bacterias que producen toxinas tóxicas para pájaros y mamíferos que no se ven directamente afectados por la falta de oxígeno de las aguas.
Las especies invasoras aprovechan las nuevas condiciones y desplazan a los organismos locales.
La eutrofización afecta a la calidad de las aguas ya que al aumentar la podredumbre y agotarse el oxígeno, las aguas adquieren un olor nauseabundo. El olor de estas aguas puede ocasionar pérdidas económicas (turismo, áreas que pierden valor...), problemas respiratorios y su consumo puede ocasionar problemas sanitarios a las personas de la zona.

El fondo de nuestros embalses y pantanos está cubierto por una gran capa de barro, que disminuye la capacidad teórica del ambalse.

Cuando en TV anuncian que la capacidad de nuestros pantanos alcanza un determinado porcentaje, es muy probable que ese dato sea falso. La falta de datos precisos sobre la colmatación convierte la capacidad real de los embalses en una incógnita.

El Libro Blanco del Agua (año 2000) en España recoge que las pérdidas de volumen por sedimentación son del 0,16% anual, siendo la más afectada la cuenca Norte II (0,56%) y la que menos, la del Tajo (0,07%). Pero los datos que maneja contemplan solo 110 de los más de 1.300 embalses existentes.

El mantenimiento de los embalses es responsabilidad del propietario (en el caso de España, el 45% es de propiedad privada), pero la acumulación de lodos es un problema que tiene su origen en el mismo río y la cuenca y no siempre es responsabilidad del titular de la presa.

Rescate de ciclista atrapado en el barro de un pantano.

Mientras tanto poco se puede hacer salvo minimizar la erosión y en este sentido, la reforestación y la recuperación de la cubierta vegetal son fundamentales para contener la pérdida de terreno, como lo es también la aplicación de sistemas de cultivo poco agresivos.


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