Revista 100% Verde

Comer en familia

Por Rocio

Si me preguntaran qué momento recuerdo con más cariño de mi familia diría que el momento de comer. Cuando llegábamos del colegio y la casa estaba perfumada a un rico olor a comida casera y recién hecha y mi madre nos llamaba para comer. Ese era un momento especial! Nos reuníamos los cinco miembros de la familia al rededor de la mesa y aparte de nutrirnos físicamente con la comida nos nutríamos (aunque por aquél entonces todavía no fuésemos conscientes) espiritualmente. Durante la comida nos contábamos como había sido el día, nuestras preocupaciones, nuestros planes…. participábamos todos, había comunicación. Incluso alguna patadita que otra por debajo de la mesa jajja. Hoy unos años más tarde, en casa con mi pareja mantengo esa sana costumbre y pretendo algún día también transmitírsela a nuestros hij@s.

Aprovechando este tema me gustaría compartir un artículo que os voy a transcribir aquí de la revista The Ecologist de este mes, aunque es largo merece la pena que lo leáis para después poder comentarlo entre todos. Gracias.

Comer en familia

“Durante milenios, el comer ha sido muchísimo más que un acto nutricional. Y, más aún, el cocinar y la preparación de los alimentos…. era y todavía es considerado un acto de amor. De hecho, todos nosotros empezamos a comer siendo amamantados, acto que vincula a la madre con su progenie de una forma que va mucho más allá de lo medible. La nutrición es necesaria pero la alimentación adquiere otros acentos cuando se mezcla con lo espiritual, lo cultural, lo emocional… Y es que somos lo que somos. No somos entes ni máquinas. Somos personas. ¿Quién no recuerda los flanes de la abuela con su aroma a azúcar quemado? ¿Quién no se relame al pensar en los guisados de papá? ¿Quién no recuerda el comer habas recién consechadas en el propio huerto familiar?

En un acto en el que una serie de madres y padres de familia estaban pidiendo que en los colegios hubiera caterings ecológicos… se me ocurrió señalar que, además de pensar en la posible contaminación de los alimentos, sería bueno pensar también en otros temas que igualmente atañen a la alimentación. Cuando plantée en voz alta la necesidad de cohesionar neustras familias y que, en buana medida, el acto de sentarnos juntos a la mesa era algo muy necesario para los niños y para todos… las miradas inquisitoriales me destrozaban. Sí, algunos ya han comprendido que la alimentación ecológica es la mejor para sus hijos. Pero ¿quién dijo que sólo de pan orgánico vive el hombre? Hay que volver a conquistar el espacio humano, nuestro, con su profundidad y su sacralidad. Comer todos juntos, siempre que se pueda, transformando el alimento en algo sagrado y la mesa en un medio de unión y de comunicación… es una necesidad.

No pretendo decir que, si todas las familias comieran unidas, se solucionarían de golpe todos los problemas de desestructuración que ahora les acosan (en algunos casos, las cosas irían a peor, igual que hay más divorcios después de vacaciones). Tampoco quiero decir que todas las familias cuyos miembros no se sienten juntos a la mesa terminarán completamente atomizdas. Sölo quiero señalar que, por no comer juntos muy habitual o diariamente, las familias pierden un espacio trascendente de comunión. Y lo que no se ha hecho en su momento… quizá no pueda volver nunca a ser recuperado. Ni implorar el pasado ni confirarlo todo al futuro. El presente es el gran tesoro que tenemos. De no hacer ciertas cosas en el ahora se resentirá el mañana. No hay que obsesionarse, pero, si no se puede al mediodía, pues a la cena. Si no, los sábados y los domingos y en vacaciones, cuando sea posible.

Nuestros hijos, en el futuro, tendrán muchos recuerdos de esos momentos sagrados, la hora de comer, la hora de reunión, la hora de convertir lo necesario y lo funcional en casi un rito. Da igual que los niños se levanten para seguir jugando, que los adolescentes se quejen siempre de las recetas, que el abuelo termine antes que nadie o sea el más lento, que el padre empiece a picar antes que los demás… Lo importante es que todos estamos juntos en un momento en que las empresas y el Sistema nos adoctrinan continuamente para que nos resignemos a comer solos, en pisos ratonera, delante de un televisor que escupe noticias manipuladas… pizzas telecongeladas y otras bazofias por el estilo.

Quizás llegue un día en que las escenas sobre la comida en familia, no en días e fiesta, sino cotidianamente, formen parte de imágens que emitan monitores en museos que hablen a los ciudadanos de cómo era la vida en el pasado… En ese futuro, en algunos lugares del mundo las personas comerán totalmente aisaldas en pequeñas habitaciones raciones mini y completamente tecnológicas; y, en otras zonas, la poblacion será nutrida, como si de animales se tratara, en grandes comedores anónimos y deshumanizadoramente sileciosos. Ni una cosa ni la otra. La familia, el clan, la hermandad… ha constituido nuestro pretérito y debería ser el garante de nuestro futuro. Y donde comen seis o siete… hay más “báraka“, ecología y sentido común que esos mismos seis o siete individuos comiendo por separado, con más gasto energético, más soledad y más desquicie. Hasta hace muy poco, la mayor parte de civilizaciones de la Tierra no podían entender que las personas comieran solas. Simplemente, no se concebía, salvo en ocasiones excepcionales. Ahora, lo excepcional es comer enfamilia. Que mundo…”

Ángeles Parra (The Ecologist nº 43)

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