Revista Cultura y Ocio

Cómo conocí el retorno

Publicado el 01 julio 2011 por Diebelz

Chicos,
las despedidas desprenden una amargura semejante al Orujo. No conozco a nadie que saboree con deleite estas torceduras de abrazos, el sumergir de miradas en un destino nebuloso. Conozco muchas despedidas, muchos retornos compungidos donde no me quise soltar de la soldadura que constituyeron dos o más latidos. También había otras muchas de simple trámite o anhelados y en los cuales mi padre me asemejaba con el chico del Almendro. Recuerdo además que aquello me embriagaba de emoción, inquietaba mis pasos y sonreía con tan solo imaginarme a los rostros que volverían a iluminar(me) en mi casa, en mi ciudad.
Sin embargo, a día de hoy sigo siendo ese chico envuelto en idas y venidas sin saber qué pensar ni dónde quedarme. Despidiéndome de la incertidumbre taciturna y viéndome en el espejo como vagabundo delirante, tan solo sé que el retorno es un salvavidas. Si en un momento las prisas te asaltan, la soledad te abandona o te sientes perdido en tu propio mapa, siempre puedes volver al punto de partida. Volver al lugar donde los resquicios del pasado sobreviven a los relojes, las miradas no envejecen, el mar y la luna del mediodía te serenan en Las Canteras y te pierdes en las borracheras musicales y teatrales del verano. Sí chicos, es así cómo conocí, arrastrando maletas y una guitarra sobre mi espalda, navegando por el atlántico, el significado del retorno tras todas las idas y venidas que dí y puede que siga dando.



P.D.: Y gracias al amigo Joseph por descubrirme este tema cantado por Pablo Perea.

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