Revista Coaching

Cómo conseguir que tu Bebé sea más Inteligente y más Feliz...

Por Sedona
Cómo conseguir que tu Bebé sea más Inteligente y más Feliz...


Tengo un sobrino de dos años y medio. Como habréis adivinado, tiene encantada a toda la familia, y le reímos las gracias con entusiasmo cada vez que hace algo que se sale de lo normal o nos parece avanzado para su edad.




Hace un par de semanas, estando con sus padres en mi casa, mi marido se puso a hacer café mientra charlábamos. Cuando el café estaba hecho mi marido le dijo “dile a Mamá que ya tiene el café”. Salió de la cocina y para nuestra delicia todos oímos cómo le dijo a su madre “Mamá dice el tío que el café ya está preparado”. No es la primera vez que lo hace, y cuando cambia las palabras de una frase para darle el mismo sentido nos ponemos, después del asombro inicial, a debatir por qué no habrá dicho la misma frase que se le dijo.

Que no tenga aún tres años y hable correctamente, con artículos, preposiciones, tiempos verbales correctos el 99% de las veces nos sorprende. Y nos deleita. Por supuesto el vocabulario lo ha adquirido de quienes le hablan, sus padres, sus abuelos, sus tíos. Ya hace unos meses nos sorprendió cuando al intentar engañarle para que hiciera algo diciendo que él era muy listo nos contesta “superlisto” y claro, todos nos miramos preguntándonos quién le había dicho esa palabra.Y eso me lleva a mi siguiente punto.

¿Cuánta importancia crees que tiene hablar a los bebés?

Pues tiene más de la que crees. Lo cierto es que en el desarrollo del cerebro de los bebés, hablarles tiene mucha más trascendencia e importancia de la que se cree. Tengamos en cuenta que hablamos de cerebros en desarrollo, no sólo en desarrollo, sino que lo que se desarrolla en sus cerebros en este período vital constituye la semilla, el germen de lo que puede ser su cerebro en el futuro. El primer año de vida de un bebé es especialmente intensivo en términos de desarrollo cerebral con un crecimiento espectacular.

Hablarles a los bebés no sólo les enseña palabras. Cuando se les habla los niños observan nuestras expresiones faciales, nuestros gestos, y realizan asociaciones en sus cerebros sobre qué significan unas u otras palabras. Cuánto más expuestos están los bebés a un adulto que les habla, más rápido es el desarrollo de su lenguaje.

Si en este momento te acuerdas de alguien, quizás tú mismo, hablándole a un bebé y cómo te presta su atención y te mira con los ojos abiertos como platos, mirando las distintas partes de tu cara, y mirándote a los ojos, sabrás que ese bebé estaba encontrando sentido a lo que decías, estaba interpretando lo que decías, y si sonreías es probable que él también lo hiciera. En ese momento su cerebro estaba trabajando intensivamente, es decir estaba siendo estimulado para trabajar, lo que produce nuevas conexiones neuronales, fortalece las ya existentes, con lo que su cerebro se desarrolla, pesando más, literalmente, y siendo más activo. Sí, y también MÁS INTELIGENTE.

La idea de que el lenguaje constituye una “nutrición lingüística” que constituye el alimento del cerebro, se empezó a plantear desde hace tiempo en varios estados de Estados Unidos.

En el artículo de New Scientist titulado “Cómo hablar a los bebés le da a tu hijo el mejor comienzo en la vida”  (“How baby talk gives your baby child the best start in life”) comentan cómo en el Estado americano de Georgia han implantado un programa del departamento de Salud en el que enseñarán a enfermeras a hablar a los bebés de manera que aprendan el idioma mejor, basándose en descubrimientos de neurociencia.

En ese mismo artículo mencionan el trabajo de dos psicólogos de la Universidad de Kansas, Betty Hart y Todd Risley, quienes estudiaron a 42 familias con hijos pequeños de distintas edades. Se centraron en la clase y número de palabras que los padres dirigían a los niños a lo largo del día. Llegaron a la escalofriante conclusión de que los hijos de las familias más acomodadas al alcanzar los tres años de edad, habían escuchado alrededor de 30 millones más de palabras que los niños provenientes de familias más desfavorecidas.

Lo que se ha demostrado en numerosos estudios, es una temprana exposición al lenguaje se relaciona con un aumento de la memoria, la atención y desarrollo emocional entre otras capacidades cognitivas.

Un estudio, también mencionado en el citado artículo, titulado “Hablarle a los niños es importante: las experiencias tempranas con el lenguaje mejoran el procesamiento y aumentan el vocabulario” (“Talking to children matters: early language experience strengthens processing and builds vocabulary”) encontró que a los 24 meses de edad, los niños a los que se hablaba más directamente procesaban mejor las palabras que les resultaban familiares en tiempo real y tenían un vocabulario más expresivo. Lo paradójico de este estudio es que demostró que las palabras que simplemente oían no tenían esos efectos positivos en los niños. Por tanto, los efectos beneficiosos se atribuyen sólo al lenguaje dirigido al niño directamente por parte de otra persona, lo que mejora el área de procesamiento del lenguaje en su cerebro.

Para que funcione tiene que hablarle una persona que esté presente. Es decir, no sirve ponerles vídeos o audios para producir los mismos efectos, como demostró el estudio hecho por Patricia Kuhl, en la Universidad de Washington. El experimento consistió en proporcionar 12 sesiones de juegos y lectura en chino mandarín a bebés de familias de habla inglesa. Se les dividió en tres grupos. En uno de los grupos era una persona la que interactuaba con los bebés. En otro de los grupos se les ponía un DVD con la misma información. En el tercer grupo se les ponía una grabación de audio. Sólo en el primer grupo, en el que la información se la proporcionaba una persona hubo aprendizaje y los niños, de entre 9 y 10 meses de edad mostraron aprendizaje fonético, lo que prueba que es la interacción social, no la exposición a la información la que marca la diferencia en su aprendizaje temprano.

La atención es una necesidad emocional, y los niños son perfectamente conscientes de sus necesidades y de que necesitan cubrirlas. De hecho, los bebés necesitan de atención para sobrevivir, ya que sin una persona que les provea de los necesarios cuidados y nutrición no serían capaces de vivir. Por esto, el captar la atención de un adulto forma parte de sus mecanismos de supervivencia básicos, y qué mejor forma de captar la atención que dándola. El niño necesita captar, pero también dar su atención.



Obviamente la televisión o la radio no proporcionan interacción, no estimulan sus habilidades sociales, que las tienen, por el contrario, lo que consiguen es una estimulación sin interacción, es decir, pasiva, por parte del niño. Con lo que se incrementa la tendencia a la pasividad del niño, que en lugar de buscar formas creativas de jugar con lo que tiene a su disposición se convierte en un ser pasivo que además está perdiendo, durante ese tiempo, la posibilidad de interactuar con otros adultos o niños de los cuáles aprender gracias a la interacción social, por no hablar del desarrollo emocional que la interacción con otros seres humanos proporciona. De hecho la Asociación Americana de Pediatría recomienda que los niños de menos de dos años no vean la tele, nunca, ya que perjudica su desarrollo.

Por otro lado, las neuronas espejo, las mismas que hacen que cuando alguien bosteza nosotros también lo hagamos, o cuando alguien está contento nos contagiemos de su alegría, probablemente también influyen aquí en nuestra capacidad de reaccionar y procesar información. Fíjate que cuando alguien bosteza en una película no nos produce el mismo deseo de bostezar, pero cuando lo hace una persona frente a nosotros sí. De hecho los niños suelen aprender por imitación, de sonidos, de gestos, y probablemente son las neuronas espejo las que se activan en los bebés las que hacen que tiendan a imitar. De hecho estudios con adultos han demostrado cómo las emociones se contagian, y que son las neuronas espejo las “culpables”.

No olvidemos que los niños nacen con una serie de patrones innatos, como buscar un pezón, como succionar, y la búsqueda de atención es uno de ellos. Con lo que el hablar a los bebés no sólo mejora su capacidad de aprendizaje del lenguaje sino que cubre la necesidad emocional de atención. Y la tele lo empeora.

En definitiva, la mejor manera de aumentar la inteligencia de un bebé, y también de niños mayores, es hablarles, y sobre todo limitar la tele. Ten en cuenta que cuando ven la tele entran en un trance en la que su atención está concentrada en la televisión, eso no quiere decir que sea bueno para él, significa que no es capaz de prestar atención a los estímulos que provengan de fuera de la televisión, y se está perdiendo lo que ocurre a su alrededor. Por eso es natural que quiera volver a ese estado de trance que le proporciona la televisión, lo que no significa que sea bueno para él. Y los “videos educativos” no tienen ningún efecto sobre su inteligencia.

Los niños más inteligentes y sobre todo, más felices, que conozco, son los que son capaces de jugar sólos, y entretenerse sólos. Pero si cada vez que el niño se aburre buscamos (nosotros) algo para entretenerlo les estamos enseñando a NO APRENDER A ENTRETENERSE Y DIVERTIRSE SÓLOS.

Por qué Memorizar es Importante
Seis consejos para educar AdolescentesTe recomiendo el siguiente vídeo, como dice al principio: "Estos bebés están entrenados en el arte del escapismo, sin conocer el miedo, ni las consecuencias, estos bebés se han entrenado para escapar de sus cunas-prisión durante semanas, y ahora...van a por las llaves de tu coche..." que lo disfrutes.



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