Revista Cultura y Ocio

¿Cómo decías que te llamas? – @Moab__

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Hace unos años, demasiados, una amiga mía abandonó toda la vida que conocía por amor. Dejó la ciudad donde vivía, su trabajo a sus padres, sus hermanos, su hijo, su (hasta entonces) pareja… Vamos, lo que viene siendo TODO, con mayúsculas.

El amor que sentía era como una tormenta de arena que la sepultaba y la cegaba hasta el punto que se dejó guiar por el corazón, un gran experto en hacerlo todo a ciegas.

Llegó con la maleta cargada de ilusiones y en menos de quince días se le llenó el alma de decepciones cuando descubrió sin querer que ese energúmeno estaba con otra de la que ella no sabía nada (obviamente) la cual, a su vez, estaba a punto de casarse con otro (el cual, obviamente, tampoco sabía nada).

Mi amiga (vamos a llamarla por su nombre), Erika no podía dejar de llorar… Lloraba a escondidas, en el baño, en la cocina, en su cuarto, en la calle, en el supermercado… Nunca lloraba delante de él porque tenía miedo a decirle lo que había descubierto casualmente por si todo terminaba. También empezó a arrepentirse de haberse largado de casa, prácticamente en bragas.

Erika empezó a escuchar a escondidas… tras las puertas y las paredes. No dormía, no comía, no hablaba… Erika, estaba enloqueciendo. Un día, se armó de valor y se lo contó a (mejor le nombramos también) Erik.

Él, al sentirse descubierto, se puso muy nervioso y empezó a llorarle excusas tales como “no ha pasado nada”, “ni siquiera nos hemos visto” o “ha sido todo platónico”. Erika no se fiaba de las explicaciones de Erik, ni tampoco de su triste sonrisa, ni de sus lágrimas… Pero le amaba… Le amaba tanto que decidió perdonarle y darle una segunda oportunidad.

Diez años después de darle esa segunda oportunidad a Erik por lo de… Esther (por ejemplo, no me acuerdo), ahora también podemos añadir a Patricia, Nuria, Zafiro, Rebeca, María, Carmen, Laura…

Así, que ya ves, nunca se le deben dar segundas oportunidades a quien de primeras no las merece.

Ahora me preguntarás “¿qué pasó con Erika?”.  Bueno, esa de ahí es su tumba. Vengo a traerle flores.

En fin… háblame de ti… hace un día precioso, ¿verdad? ¿qué haces por aquí?, ¿cuál es tu historia?  Esto… ¿Cómo decías que te llamas?

  • Eri… Enrique, preciosa. Me llamo Enrique.

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