Revista Cine

Cómo Entrenar a Tu Dragón

Publicado el 13 abril 2010 por Diezmartinez
Cómo Entrenar a Tu Dragón
En un año de secuelas animadas largamente esperadas –la segunda de Toy Story, la no-sé-cuál-número de Shrek-, ha llegado tempranamente a las pantallas de todo el mundo Cómo Entrenar a Tu Dragón (How to Train Your Dragon, EU, 2010), de la casa Dreamworks.
Dirigida por los especialistas Dean DeBlois y Chris Sanders –cuya obra en común más conocida es la modesta pero muy visible Lilo y Stitch (2002)- sobre una novela infantil de Cressida Cowell adaptada por los propios cineastas, Cómo Entrenar a Tu Dragón se nos presenta como una cinta animada/fantástica de crecimiento y maduración juveniles que se beneficia, especialmente en su segunda parte, de un siempre agradecible discurso a favor de la tolerancia, de la importancia de ser diferente y hasta del valor del trabajo intelectual, algo que no es muy común –esto último- en el cine dirigido a niños. O en el cine a secas, para acabar pronto.
Estamos en tierras vikingas y el nerdoso adolescente Hipo, hijo del forzudo líder Estoico el Vasto, nunca da el ancho para complacer a su padre, que es toda una leyenda combatiendo y matando dragones. Hipo desea seguir los pasos de Estoico, pero no tiene madera para ser héroe de acción: además de su complexión debilucha, su problema es que es curioso por naturaleza, tiene el hábito del estudio y, herejía de herejías, piensa antes de hacer algo. Y los vikingos no piensan: actúan. Y para ellos actuar es matar dragones.
El estilo de vida de los vikingos será puesto en duda por Hipo cuando entable una entrañable amistad indisoluble con un dragón extremadamente peligroso pero que resultará, al final de cuentas, más domesticable que el desastroso extraterrestre Stitch al que tanto se parece.
Vi esta película en su versión doblada al español y en 3-D. En cuanto al doblaje se refiere, el trabajo es muy decente, como suele suceder. En cuanto a la tecnología “de moda”, debo confesar que desde Coraline y la Puerta Secreta (Selick, 2009) –sin olvidar algunos minutos de Avatar (Cameron, 2009)- no había visto un uso tan pertinente de la 3-D: las secuencias de vuelo fueron hechas y pensadas para transmitir el vértigo de surcar los aires. Buenos momentos de cine puro.
Por lo demás, la película va de menos a más: inicia como una convencional comedia melodramática de maduración juvenil, para terminar construyendo un delicado discurso en el que cabe la aceptación de la discapacidad física como un elemento más de las complejidades de la vida misma.

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