Acaba de tomar posesión de un escaño en el Senado Robert Masih i Nahar, de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), que en una mezcla ininteligible de inglés, español y catalán, aparentemente dijo que acataba la Constitución “por imperativo legal”, pero sólo hasta “la creación de la República Catalana”.
Masih i Nahar es de La India, lleva aquí doce años y obtuvo la nacionalidad sin cumplir muchos de los requisitos exigidos habitualmente: aparecer en Cataluña como luchador independentista facilita mucho la ciudadanía española.
Nahar sustituye en el Senado al juez suspendido –que volverá a juzgar españoles en 2018-- Santiago Vidal, que dimitió tras revelar sin calcular las consecuencias las ilegalidades de la Generalidad para conseguir la independencia, como el espionaje de ciudadanos y la creación de listas negras de no independentistas.
El caso del senador Nahar, como el de la diputada en el Parlamento español Ana Surra, una uruguaya exterrorista tupamara llegada hace once años como refugiada, y que también es independentista catalana, puede propiciar la aparición de algún Donald Trump nacional, que triunfe denunciando a los inmigrantes que dañan a la mayoría de los españoles.
Muchos ciudadanos observan molestos a este indio o esta uruguaya empeñados en destruir la España que les ha dado refugio, construida durante milenios generación tras generación, y unido políticamente desde hace cinco siglos.
Se puede hablar de xenofobia o de ultraderecha, pero por toda la Europa con gente educada en la democracia y el respeto a los demás surgen partidos que denuncian y prometen actuar contra inmigrantes destructivos, como estos.
No sabemos a dónde nos llevarán, pero unos ganaron el Brexit, y otros hacen peligrar en toda Europa la histórica relación de fuerzas moderadas de izquierda y derecha, que son tan tolerantes y políticamente correctos que han facilitado su suicidio aceptando como políticos a los Masih i Nahar y Ana Curra.
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