Revista Cultura y Ocio

¿Cómo repartimos los discos? – @LaBernhardt

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Empecé a trabajar en una tienda de discos por amor, y no a la música, que también pero menos. Yo salía con uno de los mejores amigos de Jony, un clon de Robe Iniesta que vino de nadie supo nunca dónde y abrió La Camiseta: cedés, vinilos y cassettes.
Yo, por aquel entonces, iba fatal de dinero y necesitaba un trabajo urgentemente así que mi novio, vamos a la tienda de Jony, que seguro que te da trabajo, y yo que no, que no tengo ni puta idea de música y él, que sí, niña, que vamos el domingo que lo pillamos de resaca y el curro es tuyo.
Y el curro fue mío.
Pero claro, pasada la resaca, Jony me hizo un examen; uno que te cagas, que ríete tú de las pruebas de selección de la Fnac y claro: palmé.
Te salvas porque estás buena, me dijo el jefe y, a continuación, me explicó dónde se encontraban los vinilos de culto, los baratos, los cedés y los cassettes, esto es muy fácil, que tú eres de la universidad, no me jodas, que como me la líes es que eres muy tonta, Lady.
Y así fue como, desde ese lunes, dejé de tener nombre -el mío- y pasé a llamarme Lady.
Salvo unas pequeñas meteduras de pata clamorosas -confundir a un rockabilly con un mod- no hubo mayores incidentes.
A veces Jony llegaba sin resaca y me contaba a los grandes de la música Garaje, el Ska, los mejores temas de los Who… otras, pasaba por delante del mostrador, qué pasa, Lady, y se metía en su despacho.
Yo pasaba mucho tiempo sola y desoficiada porque una vez había ordenado alfabéticamente los vinilos y pasado la mopa por el suelo, no me quedaba otra que escuchar música, escribir cuentos, leer o ensayar.
Un día, entró en la tienda un chico, pelo rizado y negro, jersey de cuello vuelto, negro también.
Estuvo mucho rato entre los vinilos pero no compró nada. Al salir, me dijo: “¿tienes que leértelo para Literatura española de 4º?”
Sí, claro que sí, porque El silbo del dale era una de las obligatorias, le dije con mi libro en las manos.
Estuvimos hablando, era filólogo inglés, había terminado hacía unos años y sí, le contesté, yo estoy en el último curso. A veces, me pillaba escribiendo.
-¿Qué escribes?
– Cuentos.
– Sácame algún día en alguno
– Hecho.
Volvía a menudo, a veces solo y otras, acompañado de su chica.
Cuando no había mucha gente me contaba cosas de sus grupos favoritos. Yo, a cambio, los secretos de los ensayos en el Paraninfo, los cuentos que escribía…
Me acostumbré a sus visitas, la mayoría de veces, de cortesía porque no compraba apenas.
Tenía dos grandes amores entre los vinilos: el primero de The Kinks, que se llamaba como el grupo, pero en USA salió como ” You really got me”, esa edición es una puta rareza, decía sonriendo y el “Pet sounds” de los Beach Boys, que dicen es el mejor disco de la historia, ¿sabes?, me decía muchas veces, como si fuera la primera vez que me lo explicara.
Joder, qué caros son, pero algún día me los llevaré, tú escóndemelos, por favor, y yo me partía de risa y le decía que sí, que claro, que Jony no se los iba a vender a nadie más que a él.
Los años pasan rápido cuando tienes mucho tiempo libre, desde luego, y a mí se me pasaron volados los tres años que estuve en La camiseta.
Una tarde, Jony me dijo: Lady, cierro el chiringuito, que me he cansado de perder pasta.
En un par de semanas, había vendido a un par de tipos todo el material. Él se quedó con dos cajas.
El último día de La Camiseta, Jony organizó una cena, allí, en la tienda. Apenas éramos unos 7 y había cerveza y maría para dejarnos muertos.
Alguien brindó por Jony, que te vaya bonito, amigo, que vuelvas algún día y que sigas disfrutando de tu música.
A donde voy no me dejarán llevar mis discos, me cago en la puta, a no ser que en el cielo o en el infierno hayan puesto tocadiscos.
Nos reímos porque era el alcohol el que se reía por nosotros y celebramos el adiós de Jony, sin tener muy claro el porqué de tanta risa, tanta despedida, tanta cerveza.
Desapareció Jony un momento, haciendo eses por el pasillo de la tienda vacía, y volvió con dos cajas, coged los que queráis, cabrones, y cuidádmelos siempre, joder.
-Pero, ¿cómo repartimos los discos?, dijo alguien.
-Coño, qué pregunta: os lleváis los que queráis, contestó Jony.
Se tiró la gente sobre las cajas y Jony dio un grito: hostias, las mujeres primero: Lady, elige.
– Me quedo con el de los Kinks y el de los Beach Boys, Jony.
– Hostias con la Lady, que al final va a resultar que sí ha aprendido algo de música.
Todos reímos. Y se terminó el reparto y La Camiseta se cerró. Jony se fue, no sé dónde, pero se fue para no volver.
Yo me llevé tres cosas: mis dos discos y la dirección del filólogo inglés.
Dos días después, le mandé los discos. No dejé mi nombre ni mi dirección, total, él sabría quién se los había mandado.
Era consciente del pastizal que le acababa de regalar pero recordé las palabras de Jony y supe que nadie mejor que él para cuidar esas dos joyas.
Le escribí: “cuídalos siempre”.
Hace un par de meses me pareció verlo salir de Discos La Metralleta. Llevaba el pelo muy corto, canoso. En una de las manos, una bolsa con discos. A su lado iba una chica, no la que yo conocí.
Sonreía.
Seguí caminando, tu Lady ha cumplido su parte, Jony, y miré al cielo de enero.

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