Antonio José Masiá nos presenta una foto de la realidad a la hora de fijar prioridades:
El trabajo ya no es evidente, y como tal, no conocemos a priori cuándo está hecho. No es nada estable ni predecible, siendo además totalmente desproporcionado con el tiempo disponible. ¿Qué sentido tiene priorizar en un entorno inestable e impredecible? ¿Puedes gestionar las prioridades dentro de este paradigma? La respuesta es un rotundo no. En el trabajo del conocimiento las prioridades no se pueden gestionar, las prioridades se tienen en cada momento. Ésta es una premisa que suele obviarse muy a menudo, y la prueba está en que aún hay una gran mayoría de personas que siguen empleando criterios de priorización totalmente obsoletos como los de importancia e urgencia, etc.
No podría estar más de acuerdo con Antonio José. Es verdad que no puedes prevenir el futuro y que las prioridades pueden cambiar.
En la práctica, hay dos momentos en que las prioridades parecen en tu flujo de trabajo.
Primero cuando en la fase de planificación, estas clasificando el material nuevo en tu bandeja de entrada. Este es quizás el momento más importante, porque hay que decidir si vas a tomar acción o no. Este es el momento más importante, por que a partir de este momento el trabajo vuelve a ser evidente.
Luego, en la fase de ejecución, hay que tener la prioridad en cuenta cuando decides qué acción hacer.
La prioridad es un fenómeno complicado, porque hay un montón de factores que determinan la prioridad de una acción: la fecha final, el nivel de complejidad de la acción, cómo te sientas, tus objetivos, tus responsabilidades, tus valores, cómo se siente tu jefe, el tiempo, todas las demás accionen (porque la prioridad es una característica relativa), lo que has hecho justo antes, tu situación actual, etc.
Es imposible plasmar todos estos factores en un sistema sin perder agilidad y mucho tiempo.
Las prioridades no son para fijar, sino para tener en cuenta.
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