Revista Cultura y Ocio
A mi madre.
A veces suelo descansar entre mis sueños.
Ensayo olvidar la vida
y el intrincado compromiso de seguir descubriendo las palabras.
A veces escarbo en uno de esos sueños
Como si fuera a encontrar el muñeco de la infancia
Que murió de viejo y tuve que enterrar en el solar de la casa.
A veces imagino que la vida está agazapada
croando desde un rincón de la pila
y que no es la muerte, que no son los días
toda está gana de desbaratarme
Sino que es
esa gana de sentir el remolino de velocidad y espanto
Que me otorgó un carrito de balineras rodando calle abajo,
que es, siempre lo fue,
el ronquido fuerte de mi padre
espantando desde la otra habitación todas mis pesadillas.
A veces suelo recordar la criatura que fui:
El arrebato fenomenal de caricias y besos que daba
Como si mi único hábito fuera el cariño y la sonrisa
Y a veces lloró:
arrullo la silueta desnuda del viento que pasa,
Que se me acerca como un perro esquivo a olfatearme los sollozos
A veces cuando respiro rememorando infancias
me aterro de no haberme atragantado con tanto suspiro.
Siento que mi sangre se agiganta en olas
y aventura por mi cuerpo
en busca de un golpe que las lleve tsunami hasta mi patio de recreo.
A veces, en las noches,
presiento cierto ángel abandonado en el armario
Y otras confirmo
que solamente soy yo
sonámbulo
que sale al sereno a aconsejar un silencio.
A veces suelo sentir un frío que duele ataúd entre mis huesos
Y las noches vuelven a tener esa queja
Que reclama los besos de madre para no sentirme solo
A veces procuró escapar hacia mi niñez
Como un moribundo que extiende con pánico la mano en la soledad.
A veces consigo descifrar ciertas cicatrices:
El momento mismo de las heridas
O del juego de carritos y columpios que las arrastró hasta el olvido.
A veces cuando salgo a caminar
Debo detenerme a esperar a mi sombra cansada
que relegada a unos metros de mí
Me hace señas para que la espere
Y la espero
y busco desentrañar de su mirada
Ese secreto motivo de fidelidad hacia mi cuerpo
A veces entiendo
o miro que las rosas florecen,
que las uñas crecen…
y entonces comprendo que existir
es lo único que queda por hacer.
A veces me encuentro perdido
Y entonces
Algo que podría ser el éxtasis
Me pone a pisar con picardía la hierba
Sonriendo ante el salto travieso de los saltamontes y los chinches.
A veces cuando sueño
pienso que la vida no es ésto
sino que fue una mano.
Una blanca mano rozando mi cabello
con la tibia caricia
que solo madre me otorgaba.