Revista Filosofía

Confinamientos descafeinados

Por David Porcel
Creo que haré caso a las palabras de Nietzsche y daré intensidad a mi confinamiento. ¿Por qué no guardar en la armería el dispositivo móvil? Bien apagadito, aunque sea durante un tiempo, ahora que todos los oídos confluyen en uno. ¿O recordaremos los días en los que diluviaba llamadas al orden y a la provocación? Como diría Robin Desde la ventana, mensajes cuyo contenido se agota en el mensaje: "Mira, atiende, escucha a esta pequeña pantalla, responde, busca el emoji, contesta, envía, mira, ríe, llora." No busques, hay poco más.
Confinamientos descafeinados                                  José Antonio Porcel. Desierto
Sí, pasados los primeros día de explosión emocional y habiendo asimilado lo esencial para no parecer de otro mundo, es el momento de dedicarse, un poco más en profundidad, a la vida contemplativa, esa que nos da imágenes como que la imaginación es la madre de las ciencias, de las puras y de las impuras. Y a ver si ahora que daremos luz verde a la meditación enseñaremos de una vez que la ciencia es poesía y la poesía ciencia. Y para no aburrir más el lector, baste esta muestra de don Machado y su infinito Juan de Mairena:
"Cantemos al gran Demócrito de Abdera, no sólo por lo bien que suena su nombre, sino, además, y sobre todo, porque a través de veinticuatro siglos, aproximadamente... (Mairena no estaba nunca seguro de sus cifras), vemos, o imaginamos, su ceño sombrío de pensador en el acto magnífico de desimaginar el huevo universal, sorbiéndole clara y yema, hasta dejarlo vacío, para llenarlo luego de partículas imperceptibles en movimiento más o menos aborrascado, y entregarlo así a la ciencia matemática del porvenir. Fue grande el acto poético negativo, desrealizador, creador -en el sentido que daba a mi maestro a esta palabra- del célebre Demócrito."

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