Revista Educación

Confort

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Confort

El comienzo de la ola de calor me pilló el otro día en la calle. Estaba a escasos doscientos metros de mi casa, volviendo del curro, y de repente ¡PAM! 40 grados. Así que acudí raudo a resguardarme a la sombra de un árbol. No llevaba ni tres cuartos de hora allí cuando me pareció notar que alguien se dirigía a mí. Al girarme vi en la acera, acumulando grados y sobre un charco de sudor, a un señor con barba poblada, pantalones amplios y melena y sobaca aireadas sonriéndome. Me hacía gestos con las manos para que me acercara y de vez en cuando exclamaba: Ven, sal de tu zona de confort. Dudé unos segundos pero decidí hacerle algo de caso. Un pequeño sprint y ya estaba en casa. Me asomé al balcón y allí seguía el gurú. Sonriendo e invitando, invitando y sonriendo. Sudando.

Qué perra con salir de la zona de confort. Qué manía. Qué moda puta. La palabra confort proviene, etimológicamente, del bienestar, de la comodidad. Incluso al papel higiénico los chilenos lo llaman papel confort. ¿Qué hay de malo en todo eso? ¿Qué hay de bueno en renunciar a todo aquello que nos hace sentir medio bien? ¿Qué tiene de beneficioso estar poniéndose uno continuamente a prueba? Mi zona de confort es pequeñita, alguno podría sentir hasta claustrofobia, pero es mía. Y adecentar este pequeño saloncito me ha costado Dios y ayuda y algo más. Y lo que queda. Años y años huyendo del disconfort constante para poder ir colocando, poco a poco, un sofacito allí y una neverita con cervezas allá. Muchos días saliendo a la selva con la única esperanza de poder volver en unas horas. Tratar con gente, cubrir vergüenzas, saldar cuentas, día sí, día también. Salir de la zona de confort, dicen. Voluntariamente, dicen. ¿Con la promesa de qué? Como aquella vez (tres veces) que me apunté al gimnasio porque pronto el hábito me ganaría, me satisfaría y me mejoraría. Y tres meses después (tres meses las tres veces) lo mandaba todo a la mierda más viejo, más cansado y más gordo. No, gracias. Zona de confort, qué bella eres.

Vaya cabreo más tonto, cuánta incomodidad repentina.

Cuando logré relajarme, bajé a la calle con un vaso de agua para el coach. No lo quiso. Está demasiado fresquita, dijo, y se desmayó.

Confort

Volver a la Portada de Logo Paperblog