Revista Cultura y Ocio

Connerland. Laura Fernández

Por Mientrasleo @MientrasleoS
Connerland. Laura Fernández
     "Las Aerolíneas Timequake existían porque un niño llamado Reddy, Reddy Dolden, había pasado demasiado tiempo jugando a Dirige Tu Propia Aerolínea, un videojuego de estrategia del que sólo se habían vendido treinta y seis unidades en todo el mundo."
     Cuando un conejo y una chica con pinta de astronauta de serie Z de los setenta montan en un animal... bueno, mirad la cubierta: esa es la razón por la que compré el libro. Hoy traigo a mi estantería virtual, Connerland.
     Conocemos a Voss Van Conner, escritor de 117 novelas de esos que no son famosos pero son de culto entre sus escasos lectores. Y le conocemos con una toalla a la cintura y el pelo mojado, dentro de una extraña habitación en la que le informan de que está...muerto, sí. aunque tiene la opción de volver y tener un contacto en la tierra; una azafata infeliz de sueña con ser devorada por un tiburón blanco, o abandonada en una isla de mascotas abandonadas, o, simplemente, dejar de tener citas rápidas organizadas por su empresa y conocer por fin al Hombre Adecuado.
     A partir de esa incompleta sinopsis se despliega una novela imposible. El número 117 es importante porque además es una señal para los seguidores del fallecido pero presente Van Conner. Y que su contacto sea azafata de vuelos también, ya que en este universo, es importante. Aunque luego un videojuego sobre aerolíneas no se vena.También es importante Van Conner como escritor de culto, porque su fracaso se compara con el de una escritora de éxito que ni siquiera es libre para decir lo que le gusta y, además es odiada. O porque tras su muerte, se producirá una suerte de justicia divina en la que tendrá la oportunidad de convertirse en un escritor de éxito, como tantos otros en la vida real. Y es que, dentro de un gran puñado de personajes atípicos, algunos incluso atópicos para quien se relaciona con ellos, percibimos el cariño con el que la autora les trata en casi cada palabra.
     La novela, de argumento imposible con toques Pynchonianos, oscila entre lo extravagante y lo ridículo sin dejar por ello, o tal vez precisamente por ello, de ser interesante. Siempre me ha parecido interesante quitarse las vergüenzas, y Fernández sabe hacerlo, para exponer la parte más ridícula que cada uno tenemos dentro.  Y sin embargo, la trama va mucho más allá de eso. Connerland nos habla de la literatura, es metaliteratura en un mundo imposible, pero pura metaliteratura. Veremos como escribir puede ser una profesión solitaria en ingrata. Si tus libros fueran un fracaso y no gustaran, ¿seguirías escribiendo? Le preguntan al muerto protagonista apenas ha fallecido mientras comienzan a usar en todas las preguntas un mote que da a entender lo diferente que puede resultar comparado con el resto de personas. Y, a partir de ese punto veremos la diferencia entre morir y convertirse en un cheque o una mina (que no se vende, se explota), para quien hereda el legado del ahora famoso y fallecido escritor. También veremos editores e intereses literarios o económicos y cómo, no ha de ser necesariamente la relación entre grande o pequeña editorial la que defina los intereses del editor.
     Con todo esto, la irreverencia de Vonnegut y toques de ciencia ficción que, aunque literalmente son mucho más que toques, en el conjunto de la novela no será lo que más nos sorprenda, Laura Fernández nos deja un libro francamente divertido en el que espera al final para resolver nuestras dudas y nos deja con el buen sabor de boca de haber pasado un gran rato en su compañía.
     En mi caso tengo que decir que me he divertido mucho. Creo que una parte de él consiste en hacer el ganso sentado en tu asiento, sin moverte de casa, y, en mi caso... lo ha conseguido.
     Y vosotros, ¿qué tipo de cubiertas os atraen inicialmente?
     Gracias.

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