Revista Cultura y Ocio

CONOCIENDO A LOS McCASKILL

Publicado el 11 abril 2013 por Elena Rius @riusele
CONOCIENDO A LOS McCASKILLVarias veces he estado a punto de hablar de este libro, simplemente porque, de todos los que leí el año pasado -y no fueron pocos, créanme-, es sin ninguna duda uno de los que más me gustaron. Me frenaba el hecho de no se había traducido aún al castellano; pero puesto que Libros del Asteroide había publicado ya una de las obras anteriores de este autor, estaba segura de que ésta no tardaría en caer. Y así ha sido. Verano en English Creek, de Ivan Doig, es el primer volumen de una trilogía un tanto atípica  (luego explico por qué) ambientada en Montana. A Doig se le suele encasillar en su país dentro de la categoría "Western literature", una categoría que, como casi todas, resulta de lo más engañoso. De hacerle caso a esta etiqueta, se podría pensar que el hecho definitorio de sus obras estriba en que están pobladas por rudos vaqueros siempre a lomos de su caballo, o bien intrépidos pioneros dispuestos a desafiar la dureza del clima y de la tierra. De todo eso suele haber en ellas, es verdad, como también es cierto que el paisaje de Montana juega un papel destacado. Pero no es lo esencial. Lo que hace que las novelas de Doig se queden grabadas en la memoria es su capacidad para crear un universo propio y unos personajes reconocibles, pero al mismo tiempo originales. El propio autor es quien mejor lo explica en las notas que acompañan a su página personal:
"No pienso en mí mismo como un autor "del Oeste". Para mí, el lenguaje -la sustancia en la página, esa poesía que subyace bajo la prosa- es la "región" última, el verdadero hogar de un escritor. Ha habido geografías específicas que eran galaxias de expresión imaginativa, tanto en el minúsculo condado de Yoknapatawpha de William Faulkner como en el remoto Macondo de Gabriel García Márquez, que sueña sus cien años de soledad.  Si hay algo que deseo que ustedes como lectores -cómplices necesarios en esta ceremonia de seducción que es el escribir y el leer- se lleven de mis páginas es mi convicción de que los buenos escritores pueden anclar su obra en una tierra y un lenguaje específico y estar escribiendo al mismo tiempo acerca de ese otro país mucho mayor: la vida." 
No quiero con eso decir (y tampoco lo pretende él, me imagino) que estemos ante un escritor de la talla de los dos que él cita. Sin embargo, como ellos,  Doig sí es capaz de hacer eso tan difícil que es convertir lo muy particular en universal. Cualquiera de sus lectores podrá reconocerse en el adolescente Jick McCaskill, y compartir su mirada, en ese momento de transición entre el mundo infantil y el adulto, sobre su familia, su pueblo y las imponentes montañas que lo rodean. Verano en English Creek es así la historia de un verano, de uno de esos veranos que lo cambian todo, tras el cual ya nada será lo mismo.
"Incluso puedo describir sin miedo a equivocarme el tiempo que hacía, una de esas tardes oscuras en las Rocosas en las que esos remates sueltos de la tormenta se aferran a las montañas y el sol asoma allá donde puede por entre las nubes. Que alguien me explique por qué son detalles como aquellos -los estribos de la silla una pizca más largos o los rayos del sol que acariciaban las colinas de una manera concreta- los que permanecen en mi recuerdo, mientras que los hitos más importantes de la vida se van quedando atrás."
CONOCIENDO A LOS McCASKILL
Hemos dicho al principio que esta novela forma parte de una trilogía, la Trilogía de Montana, que también podría llamarse "la saga de los McCaskill", ya que sigue las peripecias de esta familia entre finales del siglo XIX y 1989 (fecha que marca el centenario de Montana como estado). Pero el orden de escritura no es cronológico: a Verano en English Creek, que transcurre durante la década de 1930 y se centra en Jick y sus padres, le sigue Dancing at the Rascal Fair, que narra las peripecias de unos emigrantes escoceses que en 1889 deciden probar fortuna al otro lado del océano; uno de ellos, Angus McCaskill, será andando el tiempo el abuelo de Jick. Por último, en el tercer volumen, Ride With Me, el centro de atención se traslada a Mariah, la aventurera hija fotógrafa de un ya anciano Jick.
No he tenido la fortuna de visitar Montana, pero después de leer los libros de Doig, me parece conocerla muy bien: tanto a la tierra agreste de principios del siglo XX, azotada por sequías, pavorosos incendios y grandes nevadas, como a la de finales de ese mismo siglo, donde las cabañas de troncos han sido sustituidas por autocaravanas y el ganado omnipresente, por el turismo.
Monten sobre su caballo, pues, y conozcan a los McCaskill. El viaje vale la pena.

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